Por Marcelo Lazovic.

¿Cómo viajar a décadas pasadas y futuras con un libro? Neri y Senin tienen la posta. Y por eso Llavallol ya tuvo repercusiones en España, Venezuela, Cuba, Chile, México y, por supuesto, Argentina. Vamos, viajemos. ¿Ni los recuerdos te podés llevar? Ni los recuerdos.

Llavallol (Ediciones Lamás Médula, 2013), novela escrita por Carlos Senin y Omar Neri, fue pensada a partir de la idea de las ciudades-museo, tomando el camino de lo que fue el auge de los countries. Pero primeramente fue un intento de salir del aburrimiento de verano y después buscó ser escritura, después quiso ser una obra de teatro (fue presentada en varios concursos). Los autores habían trabajado juntos anteriormente en distintos proyectos, por tanto la experiencia permitió el trabajo dinámico y hasta incluso implícito, como un cadáver exquisito, dejándose llevar por los personajes, por los diálogos que éstos mantenían entre ellos, no como obra estructurada anteriormente, si no que las vivencias vienen a hilar el contexto.

Llavallol es más bien un mundo, un homenaje al barrio, a los barrios, es volver a lo conocido, el toque personal, y también es territorio delimitado para que la historia transcurra de modo ficticio o no, como es el caso de los túneles de Santa Catalina. Porque hay siempre lo real, y hay siempre toda realidad política girando en torno a la inventiva. El silencio de los personajes en cuanto al tema de la última dictadura militar es quizá silencio real, lo que parece un reflejo o un panorama de la zona sur de la provincia de Buenos Aires. La literatura es un modo de registrar una etapa, una época, representándola como documento que perdure a modo de auto-conocimiento. La recorrida que los personajes hacen en este terreno es también un intento de recuperar la historia del barrio, con todos sus entramados un tanto perdidos de la modernidad, con su calma y sus anécdotas.

A su vez, la novela va a surgir como exasperación del tiempo, como un modo de detenerlo: la gente se va a encerrar a diferentes décadas, aislada, a manera de foto de estancamiento y hastío del presente, para ese entonces la década del noventa. Y así entra la figura del Traficante del Tiempo como resistencia y memoria, en tanto el punto de partida de la narración es el recuerdo, y los agentes de resistencia juegan un rol de desplazamiento temporal entre las décadas y el presente. La intención es enfrascar a los personajes en los detalles ambientados, prolijos y cuidados de cada década; la realidad nos muestra a quien decide fugarse a otra época, la que parece mejor para evitar el hastío del presente. De todos modos, esto no va a solucionar las cosas; el escape no viene a resolver los problemas y el presente tampoco marca ninguna salida. Con ese fondo negro, las décadas son también los countries, pensados a finales del menemato; de ningún modo los autores de la novela podrían esperar que la realidad venga a cotejarse después con la crisis del 2001, con el exilio, la hecatombe y el destierro de esos años.

Llavallol es más bien un mundo, un homenaje al barrio, a los barrios, es volver a lo conocido, el toque personal, y también es territorio delimitado para que la historia transcurra de modo ficticio o no.

Por otra parte, la historia se para cincuenta años más tarde, como un modo de distanciarse, de despegar los hechos de la realidad y así poder diferenciarlos; los personajes retoman el bar del barrio para recordar, la imagen del recuerdo busca ser lo más fiel posible, el lenguaje se traduce casi por decantación sobre las narraciones de los frecuentadores del bar, pero también sobre el recuerdo que permite una caminata y sobre un diario personal y la mirada de un chico. Memoria, básicamente. También figura el hospital Estévez, donde los Traficantes del tiempo entrelazan las distintas épocas, como el lugar donde convergen todos los lugares.

Marcelo Lazovic

Marcelo Lazovic

Colaborador

Sin biografía.

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