Por Patricia Verón.

Con esa frase acuñada como un clásico del Divididos de los 90 y que aún se lee en muchas paredes del lugar citado, nos encontramos en una historia visible desde las canciones y algunos relatos de la crónica policial. Pero el hábito ha sido durante décadas apedrear los foquitos para mantener la zona a oscuras.

El conurbano (para extendernos más allá del oeste) atravesado por su poliglosia, ambivalente y cerrado, conservador e insurgente, peronista y oligarca. La ciudad periférica que después de más 70 años de desarrollo -detenido y vuelto a comenzar al menos en lo que no es solamente su pirámide poblacional – genera la representación de sus propias expulsiones y son el pulpo que amenaza continuamente a la otra ciudad, la instituida, que decide marcar una diferencia al menos de identidad política.

Esto por un lado.

Por el otro, las filiaciones y filtraciones.

Ninguna geografía dibuja un techo preciso y las bifurcaciones son imparables incluso para vastas regiones desiertas como la patagónica. Uno sabe que a riesgo de traicionar sus lecturas no dirá que las poéticas en el conurbano son tan disímiles a las del resto del país. Pero sí podemos considerar, por ejemplo, la difícil configuración espacial, esos barrios perdidos, transformados en zonas anímicas de la soledad que contagia el paisaje, o dinámicos, a merced de la movilidad de personajes siempre en viaje entre el arraigo y el desarraigo, como en los cuentos de Hebe Uhart; la anuencia de un género increíble, el haiku, conviviendo con el pastiche de los grafittis de Laferrere en los poemas negros de Lía Miersch; la memoria de creadores como Tanguito, Sumo, el recientemente desaparecido Ioshua, o los nostálgicos del signo físico de la gauchesca.

Uno tiende a pensar en otras geografías y situar nombres. La poética de Vicente Luy que como un propósito se mantiene en vuelo rasante para pegar mejor donde quiere, con esa forma nada sublimada de la realidad y, yendo para atrás, hablar de un Carlos de la Púa y convocar también al conurbano.

De este entramado tan rico, es que presento aquí dos exponentes jóvenes que a mi entender mantienen el hilo de lo que vengo describiendo en esta nota pero, para salud de la poesía, lo enredan…

 

Damián Lamanna Guiñazú

Damián Lamanna Guiñazú nació y vivió casi toda su existencia en Ramos Mejía. Es Licenciado en letras (UBA), trabaja en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA) y lleva adelante Espacio vincapervinca, una pequeña librería abocada a la poesía y narrativa contemporánea. A veces escribe crítica de literatura, cine, teatro, etc. para algunos pequeños sitios de gente macanuda. En poesía publicó Dormir en la espalda de la lengua (plaqueta-libro 2011) y Después de la superficie (Editorial Simulcoop, 2013). También participó de la antología Himnos Nacionales (Editorial Añosluz). Cree que todas estas formas textuales pertenecen a la misma dimensión de lenguaje y lo único que varía es como el lector las recibe. Lo emociona Juan Román Riquelme porque sostiene que la labor artística parte de la sensibilidad y la observación, claves para comprender las reglas de cualquier juego. Tiene muchos maestros y maestras. También pasiones intensas como la música, la pizza, el helado y el vino tinto pero ahora no vienen al caso. Le gusta viajar en tren y en colectivo. Compartimos tres poemas suyos:

Cuando un infierno se extiende
buscamos palabras que nos distancien
de la muerte, un vocabulario médico
para llenar de objetos y esdrújulas
ese agujero que te abre la cabeza

“falla multisistémica” significa un cuerpo
que deja de responder en una cadena
de tiempos detenidos, ella está hinchada
dicen que ya no le funcionan los riñones
pero mienten. yo sé
que está cargando aire para volverse un globo
esperar ese rayo de luna en la ventana
como una señal de superhéroe
para salir volando hacia un jardín
al borde de la tormenta no sé por qué

hay días
en que elijo recordarte así

       •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •

asado

a las 7 sube con la bolsa al hombro
y una botella envuelta en diarios viejos
alguien regó las plantas de la terraza,
dejó todo sucio de barro y raíces vivas

uno a uno
apila los carbones
sobre el corazón de papel
para encender la madera
(el fuego siempre empieza ahí)

lo primero que se quema
es la publicidad de una prepaga
abre una cerveza
pero no llega a servirse
ni a tomar del pico
ya empezaron las chispas
en un rato llegará la carne
antes
el asado lo hacía papá

       •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •

ramos
cada barrio tiene sus mitos
en forma de héroes lunáticos
o apariciones
para contener a los más chiquitos
de este lado de las vías

lejos, donde las calles cambian de nombre
para que los visitantes se pierdan
dicen -no vuelvas-
una línea recta nos abriga
del lado enrejado
o seguro del camino

si te quedás parado más de diez segundos
en la puerta de una casa
una mujer se asoma
con el teléfono en la mano

pero la persiana no se oye
y seguís respirando
como quien camina solo (de noche)
a larga distancia de sus muertos
creyendo que eso es posible


María Sueldo Müller

Nació en Buenos Aires en 1980. Publicó el poemario “Propia Sombra” en 2004 con Ediciones Cruz de Mayo. Participa del colectivo poético MALAPALABRA. Los poemas que siguen son inéditos y pertenecen a su libro “Expulsada del jardín del Edén”.

 

maté a mi hermano

llevo con orgullo la marca en la frente
y ya      casi acepto
el desprecio de todos

desde entonces
Dejé de bañarme
Hago dibujos obscenos en las paredes de las escuelas
Insulto a gritos a los que pasan

amarillos de celos
el vaso partido acechándome la cara

cuelgo mi ropa interior del altar a la hora de la misa
dejo platos con insectos en los estantes del supermercado

el filo de vidrio frente a mis ojos
el filo de la tijera en la mesa

y canto
hasta la mañana
abollando latas con un martillo

dos golpes

solo uno detenido por el hueso de mi ceja

les sobran motivos
pero  no se atreven

soy la única valiente

         •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •

la tormenta trajo cascotes
y  gusanos negros adentro de la cama

los marcos
cuelgan largas cabelleras cenizas
babas de diablo
telas de araña

el cielo transpira caldo caliente
lo único que aún florece
huele a vino agrio

es inútil avanzar

las ciudades se abren
como perros hinchados al sol
una      tras     otra
se pega
la niebla
sobre un tendal de cuerpos amarillos
y los pocos que quedan
solo se cubren los ojos  con las manos

¿adonde ir?

         •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •

manos de nena
recosen lentejuelas
en un disfraz descolorido

nada más común

playón de cemento
carpa con parches
y un derrumbarse de cuerpos
alrededor del fuego

ahora llega la lluvia
y su enojo cansado contra los carros

•  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •  •

vivir
como quien ha olvidado
que espera

Patricia Verón

Patricia Verón

Escritora

Publicó cinco libros de poesía. Sus poesías y estudios en literatura fueron plasmados en revistas de Argentina, Colombia, España, Italia y Alemania. Coordinó talleres de lectura y escritura en bibliotecas populares y centros culturales del Gran Buenos Aires. Administra el blog Les Parau Parau, charlas sobre literatura y género con referentes fundamentales de la literatura escrita por mujeres: www.graciaperdida.wordpress.com. Además es colaboradora de la revista “Sudestada” y de la desaparecida “p.a.” (poesía argentina)

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