Por Julieta Desmarás.

En Yo necesito amor, libro autobiográfico de Klaus Kinski, el polémico actor expone su vida con total descaro. Confesiones impúdicas de un hombre desamparado.

Es difícil no sentirse atravesado por la melancolía con que el autor detalla su biografía sin máscaras y con el ávido impulso de la subsistencia. Autodidacta, supo adueñarse del tono teatral estridente de los años 50 recitando en recitales de poesía. Movida que hoy repunta como expresión artística con los llamados slam poéticos. En Yo necesito amor Kinsky nos habla de su pasión por la vida y las mujeres, de su infancia, de sus inicios en la actuación, de sus hijos. De la búsqueda insaciable de una dosis de amor.

Su carrera se intensificó con el director alemán Werner Herzog, que lo convirtió en su actor fetiche. La inestable personalidad de Klaus fascinó a Herzog y entre ambos nació una tensa relación, cargada de un magnetismo de fascinación y desencanto, y a su vez, provista de consentimiento. Luego de la muerte del actor y de la publicación de Yo necesito amor, donde dedica unas líneas desagradables a Herzog, el director emitió su descargo con su documental Mi enemigo íntimo (1999), un impactante material de archivo sobre las andanzas de este dúo, cuya unión profesional resultó una extraordinaria fórmula de creación artística.

En sus memorias, Kinski, escribe su experiencia cinematográfica y confiesa su peculiar vínculo con Herzog, pero apenas da importancia a su carrera actoral. Habla de ella como un animal que rastrea a espera de conseguir lo justo y necesario para sobrevivir.  Con desprecio al arte en el que desempeñó sus dotes histriónicos. Además, se sentía explotado por la industria del cine: “Soy una prostituta. Hago esta basura por el dinero, nada más”. 

Kinski, sin el menor indicio de pudor, encara una disección brutal sobre sí mismo y le devuelve al lector una imagen inquietante. La mera dicha de estar vivo le basta para desatar un frenesí de experiencias que perturba la coraza más dura del ser humano. El libro traduce una infancia triste y marginal, sin tiempo para ser niño. Sin duda, tal exhibición manifiesta un combate por vivir. Vivir para evitar la huella traumática que la propia existencia supone.

El actor fue un intérprete explosivo, que puso rostro a personajes convulsos como en Aguirre, la cólera de Dios, una de sus películas más famosas. Dueño de un ego turbulento, se burla de la fama y de sus pretendientes, abocados a su antojo como atontados por un cascabel. Adicto a todo lo bello y lo feo, (expone un encanto bestial por lo sexual y agudiza varios encuentros íntimos a lo largo su autobiografía), su paso por este mundo fue un torbellino alborotado por un grotesco desborde de exceso. En Yo necesito amor, expresa su volcánica personalidad, su andar con porte de genio caído del cielo y así declara: “Sí, dentro de mí hay violencia, pero no es vengativa. (…) Mi violencia es la violencia del ser libre, que se niega a someterse. La creación es violenta. La vida es violenta. Nacer es un proceso violento. Una tormenta, un terremoto, son movimientos de la naturaleza. Mi violencia es la violencia de la vida.”  Nunca aclaró si  en esa violencia libertina yacía también someter la voluntad de los demás.

En el libro explica el origen del nombre de su primogénita de ésta forma: “Si es niña, la llamaré Pola. Pola es la niña de “Crimen y Castigo” que sigue a Raskólnikov y le abraza y le besa. A pesar de que es un asesino.”  Quizás sí intentó un amor incondicional y, quiso, como pudo, que su hija lo ame. Después de su muerte, sus hijas confesaron que había abusado de ellas. Sin embargo, el muerto no pudo defenderse. Tal vez ni lo hubiese hecho. Curiosamente, en su relato habla más de su único hijo varón que de sus hijas, a él lo sitúa como la fundamental razón de su vida, casi convirtiéndolo en un efebo metafísico. Curioso también que todos sus hijos sean actores

Yo necesito amor no es un libro feliz, pero es un libro intenso. Su autor prefiere autohumillarse en demasía e incriminarse de todas las atrocidades de las que se lo acusa, no reniega ante el dedo acusador y esa fue su manera de brindar monumentales escenas al mundo. Jamás desertó. “El tiempo pasa. Los espectadores siguen ahí, nadie quiere irse a casa”, declara. Su narración puede tornarse trascendente o desgarradora. No está mal necesitar un abrazo, un polvo, un abrigo. Lo que queda es la resignación vital; aquello que nos permite sobrellevar circunstancias de soledad.

Kinski, fue guionista, director, montajista y protagonista de su propia vida. Vivió sin bajar el telón. Vivió como viven las bestias eufóricas, sin poder resguardarse del amor y de la furia. Ahuyentado social y cortejado por mariposas que persiguieron el ardor de sus enormes ojos. Murió en el año 1991 a los 65 años, mientras preparaba sus memorias, necesitando amor. Murió porque se apagó su estrella. Como muere un cometa, exhausto de su propia luz.

 

Julieta Desmarás

Julieta Desmarás

Escritora

Julieta Desmarás nació el 15 de noviembre de 1982 en la ciudad de Buenos Aires. Gran parte de su infancia y adolescencia la vivió en el sur argentino. Redactora cultural. Desde el año 2007 administra su blog: De las hojas al hormiguero. Colabora para diferentes revistas de música & cultura. Asistió a talleres dictados por reconocidos escritores y poetas. En 2014 editó su primer poemario «El río y su cajón» con Editorial Alción. Actualmente está próxima a editar su segundo libro de poesía y en una obra de teatro.

 

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