Por Martín Camps.

En esta novena novela del escritor veracruzano, de Ediciones Cal y Arena, presenta un retrato de la politiquería cultural mexicana con la figura de Orlando Pascasio, el “self-made-man” de las letras que después de su muerte (y respectivas honras fúnebres en Bellas Artes, que Villoro llama “la funeraria más exitosa del país”) deja un valioso manuscrito póstumo (“De puño y letra”) donde elije a los poetas más valiosos del país, pero los convocados no son los que figuran en los templetes regulares del poder cultural.

Para resolver el entuerto, la viuda contrata a un detective singular, un oscuro poeta y coleccionista de primeras ediciones autografiadas, Bayardo Arizpe, que debe darse a la tarea de encontrar el “mecano escrito” porque Pascasio no cayó en la tentación de la tecnología y su fácil reproducción, lo que hubiera dado al traste con la trama. Pascasio se comportaba como un cacique de la cultura que “defenestraba prestigios, evisceraba famas y decapitaba egolatrías con la prontitud y ritmo de un párvulo recitando la tabla del cinco” (20). La viuda de Pascasio contrata al poeta (un detective que no fuma, contrario a la costumbre de su gremio) porque a la policía no le interesaría un crimen de esa naturaleza, dice: “Si al gobierno no le interesa la cultura, a la policía menos… En este país la cultura es un trapo que sólo sirve para limpiar las sinvergüenzadas de los políticos” (32).
En el libro se respiran lecturas del “hard-boiled” de Dashiell Hammett y la novela detectivesca de Raymond Chandler y otros indispensables de la novela policiaca, como Poe y Conan Doyle (“Un Chérloc Jolms de banqueta” dice para describir a Bayardo en la 187). El tema recuerda también el libro de Enrique Serna El miedo a los animales (1995) por utilizar la novela detectivesca como instrumento paródico para exhibir las grescas de la cultura mexicana, tal vez el ejemplo más claro de la posición de Serna está en su más reciente ensayo: Genealogía de la soberbia intelectual (2014) donde escudriña en los orígenes de la pedantería como una estrategia para separar al público de los estrados culturales donde se engola la voz y se alza la barbilla para mirar de soslayo al pueblo “ignorante”. Uno de los temas centrales en De puño y letra es precisamente la corrupción de la cultura, el apego al poder por parte de los letrados que disfrutan de becas y prebendas del gobierno en turno a cambio de su silencio con respecto a la situación de miseria y corrupción imperante. Según Ramos, “-Afirman que cuando Pascasio estornudaba, el Presidente en turno llamaba por teléfono para decirle <salud>”(40). En efecto, como declara uno de los personajes: “Cuando los poetas alcanzan el poder, toda la poesía empobrece” (48).
El libro es también una reflexión sobre la posteridad del trabajo literario, ¿tiene algún objetivo escribir cuando es posible que todo sea destinado al polvo del olvido? O cuando la calidad literaria depende de las ventas, dice Bayardo: “Nadie con ventas menores a los 10 mil ejemplares, tenía derecho a la desfachatez de considerarse un buen escritor” (67). Bayardo se involucra con Malva, de quien dice: “su cuerpo era la confirmación de que los pecados se cometen y se expían en la tierra” (147) la hija de Ángela Villagrán, la secretaria de Pascasio y quien resulta ser la hija bastarda del poeta. La familia intenta cerrar el caso fingiendo que el libro ha sido encontrado. Pascasio dicta sus escritos a Ángela, por eso la aparición y mención temprana de unos audífonos al inicio de la novela y como reza el edicto de Chéjov, “si una pistola aparece en el primer acto, debe usarse” porque resulta que Pascasio no escribe el libro, sino que se lo dicta a Ángela y queda grabado, en plena era digital, en tres anacrónicos casets.
En una presentación el autor dijo que la idea que detonó esta novela se basaba en la anécdota de un crítico extranjero que escribía una antología de autores mexicanos. El crítico dijo que únicamente en este país la gente no solo se le había acercado a ofrecerle dinero para estar en la compilación sino que incluso le habían ofrecido dinero para que no incluyera a ciertos autores. Según Ramos, en México se practican dos verbos nucleares, el primero es “madrugar” es decir el tomar ventaja del otro antes de que se de cuenta y el otro es “ningunear” o fingir que el otro no existe para desaparecerlo virtualmente de la escena. Estos dos verbos son los que operan en la trama de la novela, el robo del mecano escrito como el madruguete para impedir que tome lugar el ninguneo o la defenestración de la fama pública, en efecto, “la venganza poética, quién lo duda, puede más que todas sus licencias” (277). Esta novela de madurez de Luis Arturo Ramos lo distingue como uno de los escritores más destacados de la escena literaria mexicana, las tramas siempre novedosas, por ejemplo en su novela anterior, Mickey y sus amigos (2010) desentraña los pasadizos secretos de Disneylandia y la vida de los que se ocultan bajo los disfraces de felpa. En suma, un autor importante, ajeno al relumbrón de la fama y con una sólida obra que habla por sí misma y que incluye novelas, libros de cuentos, crónicas, ensayos y libros para niños.

Martín Camps

Martín Camps

Poeta y Profesor de Literatura

Ha publicado cinco libros de poesía, su último libro es Los días baldíos (México: Tintanueva). Ha publicado poemas en varias revistas, sus últimos poemas aparecieron en la revista Modern Poetry in Translation. Actualmente es profesor de literatura en la Universidad del Pacífico en California.

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