Por María Marciano.
La voz provenía de la planta baja. No tenía dudas. Bajó de la cama y el frío en los pies le recordó que estaba en su nueva morada, más que morada un exilio forzado.
Es noche.
Tormenta.
Un caserón. Alrededor, bosque.
Y la voz.
La voz provenía de la planta baja. No tenía dudas.
El dormitorio que había elegido se ubicaba en el segundo piso. El más alto de la vieja edificación. Se instaló ahí casi sin pensarlo, por desidia, abandonado a una realidad que lo golpeaba tan fuerte como lo hacía aquella noche el viento contra las ventanas.
Bajó de la cama y el frío en los pies le recordó que estaba en su nueva morada, más que morada un exilio forzado, impuesto, de un día para otro, así nomás. De un día para otro de patitas a la calle, sin presentirlo ni intuirlo, sin darse cuenta Pero cómo no te avivaste preguntaban sus amigos Nunca sospechaste y No no sospeché porque la amaba y el amor es ciego y yo un pelotudo pensaba el hombre mientras descendía de la cama. Rumbo a la voz. A una voz que provenía de la planta baja. De eso estaba seguro.
Se asomó a la ventana. Detrás de la lluvia se desdibujaba el bosque negro.
De tanto en tanto, relámpagos contorneaban siluetas salvajes que pronto se escondían en la espesura del matorral. Qué habrá en ese bosque se preguntaba el hombre vestido con un camisolín blanco, atuendo que le confería un aspecto fantasmagórico y ridículo. Era una de las pocas prendas que logró apresurar en la valija el día que abandonó la vivienda conyugal, porque Nuestro nidito de amor había pasado a ser la vivienda conyugal.
Tengo que poner cortinas balbuceó el hombre Para evitar que estas siluetas monstruosas ingresen mientras duermo cuando llueve. Esto último lo pensó. No lo dijo.
Petrificado frente a la ventana y los recuerdos oyó nuevamente el murmullo de la voz. Y decidió seguirla.
El dormitorio quedó vacío. Pero las siluetas forestales continuaron asomando con cada relámpago. Burlándose. Porque, todavía, las cortinas no estaban puestas.
La escalera de mármol blanco por la que descendería dos pisos brillaba en la oscuridad del caserón. Cuánto más fácil era en el departamento de dos ambientes pensaba el hombre del camisolín Menos metros cuadrados y más amor y yo el enamoradizo de siempre y el mismo pelotudo.
Peldaño a peldaño iba evocando sucesos recientes. Siempre el marido es el perjudicado en los divorcios Debe dejar la casa Amontonar algunos cacharros dos pilchas y mochila en mano acampar en el lugar que algún solidario del gremio le preste Porque esa es la palabra Acampar Hasta las cucharitas de café se tiene uno que comprar… El hombre recordaba sentencias de sus amigotes mientras descendía por las escaleras y la voz se hacía más y más nítida. Y mientras el bosque, afuera, se iluminaba a rachas.
La voz provenía del interior. De eso estaba seguro.
Todo había sido rebautizado. No sólo “Nidito de amor” pasó a ser “Vivienda conyugal”; “Amigotes” era el nuevo término para “Amigos”. Porque un amigo no traiciona. Nos enamoramos había sollozado su mujer como si el hecho la hubiese tomado por sorpresa. Sorpresa Si hasta la tormenta de esta noche se fue armando de a poco… Y el hombre se paró frente al jardín de invierno hipnotizado por el vendaval que rugía con bestialidad. Qué habrá en ese bosque, se preguntaba.
Ahora la voz parloteaba a sus espaldas. La voz que provenía del interior.
Un trueno feroz puso fin a sus cavilaciones. Basta, dijo. Tengo que terminar con esto Uno tiene que dar vuelta la página y seguir adelante Yo soy fuerte y puedo Querer es poder… reflexiones de autoayuda acordes con el cuadro.
Y de nuevo la voz. La voz que provenía del interior. Del interior de la cocina. Del interior de ese aparato programado automáticamente que lo había despertado y que ahora recomendaba a los automovilistas precaución frente a animales sueltos en días de tormenta.
El hombre apagó la radio.
Y se fue a dormir.

María Marciano
Colaboradora
Docente, imparte clases de inglés adaptando guiones de Shakespeare para escuelas primarias y secundarias. Se trasladó a Londres para perfeccionar sus conocimientos. Es Lic. en Administración de Empresas por la Universidad Católica Argentina y, en el terreno literario, alumna del prestigioso escritor granadino José Carlos Gallardo. PublicóDel otro lado del sendero(Ficciones, Granada, España, 2006), Ventana adentro(Corregidor, 2009) y Escándalo en silencio (Corregidor, 2012). Ha desarrollado varias actividades literarias, tales como una disertación sobre “Literatura fantástica y realidad”, junto al escritor Juan Carlos Escalante. Imparte talleres y dicta conferencias para “Caras y Caretas” y otras instituciones desde 2005. Ha disertado en la Feria del libro desde el 2009 y para North Carolina University en 2012: “Borges, el otro, el mismo”.