Por Claudia Sánchez Rod.

(Vivir en una megalópolis no es fácil, uno termina por enfermar de la mente). No sé si es mi imaginación, pero creo que la llovizna arrecia, sin embargo me siento feliz con el libro de fotos en mi bolso y el Martini recorriéndome por dentro. Cuando vengan por aquí, pásense por esa librería, la van a recordar para siempre.

Siempre que puedo me gusta escaparme al Centro Histórico de la Ciudad de México, un paraje urbano que esconde un prodigio en cada rincón. Esta tarde está cayendo una ligera llovizna y hace frío, el mes de febrero está a nada de quedar en el recuerdo. No es frecuente que el frío invernal y la lluvia coincidan en esta ciudad, y cuando eso sucede, no sé por qué razón, me viene a la memoria Buenos Aires. Hace unos años pasé ahí una temporada y aún me quedan reminiscencias de la lluvia fría; era también invierno.

Vine al Palacio de Bellas Artes, entre otras cosas, a hacer una visita a Libros y Arte Educal Bellas Artes, la pequeña pero maravillosa librería que se encuentra en el vestíbulo principal de la planta baja, del lado oriente del palacio.

Siempre me ha dado la impresión de una caja de cristal flotando en la luz.

Detrás de las pilas y los anaqueles de libros se ve, en el ventanal del fondo, la bandera de México, ondeando húmeda y gris en la cornisa del Palacio Postal, un edificio insultantemente bello. Para eludir el hueco que se me forma en el estómago con esa imagen triste me pongo a ver los libros. Esta librería tiene de todo: sociología, historia, filosofía, literatura, pero se especializa en libros de arte: pintura, escultura, fotografía, danza; principalmente de los catálogos de las exposiciones del palacio, mas también de las exposiciones en el Museo de Arte Moderno, el Museo Nacional de Arte, el Museo Franz Mayer, por mencionar algunos.

Aunque es un lugar muy íntimo, la afluencia de visitantes no se interrumpe nunca. Aquí viene de todo, pero podríamos decir que los turistas extranjeros son de nuestros visitantes más asiduos, me explica una de las encargadas, compran muchos catálogos de arte nacional, afirma con discreto orgullo, vienen a la caza de libros hermosos.

Después de mucho cavilar me decido a comprar un libro de fotografías de Lola Álvarez Bravo. Es ciertamente bello. Salgo de la librería y atravieso el vestíbulo, llego al Café del Palacio de Bellas Artes, me pido un Martini seco (aquí se sirven los mejores de la región) y me dispongo a disfrutar de mi libro.

¡A la salud de ustedes!

Salgo del lugar y ya es de noche, el viento está frío y el suelo húmedo, decido caminar hasta el Zócalo, sólo por alargar la travesía; las calles están llenas de gente, el semáforo del Eje Central Lázaro Cárdenas que da a la avenida Madero está en rojo y, conforme pasan los segundos, la muchedumbre crece más y más, esperando atravesar la calzada. La luz se pone en verde; decenas y decenas de personas intentamos llegar del otro lado y yo recreo en mi mente un grito de guerra (¡Romanooos!) (Vivir en una megalópolis no es fácil, uno termina por enfermar de la mente). No sé si es mi imaginación, pero creo que la llovizna arrecia, sin embargo me siento feliz con el libro de fotos en mi bolso y el Martini recorriéndome por dentro. Cuando vengan por aquí, pásense por esa librería, la van a recordar para siempre.

Claudia Sánchez Rod

Claudia Sánchez Rod

Colaboradora

(Ciudad de México) Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó la Diplomatura “An approach to the meaning of life and death” en la Universidad de Toronto, Canadá. Se ha desempeñado como periodista y traductora. Entre sus publicaciones se encuentra el poemario El vino derramado (Barcelona), el libro de cuentos La marta negra (Barcelona) y el poemario Me dejaste puro animal inexistente (Morelos). Ha participado en las antologías Ocho lenguas de Medusa (Morelos), Soñando en Vrindavan y otras historias de ellas (E.U.A.), entre otras. Actualmente se desempeña como Jefa de Redacción del sitio literario El libro de arena.

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