Por Sol Giles.

Abra bien los párpados, despeje los oídos y preste especial atención: Esto tiene que ver con usted.

Siéntese un rato, aunque sea para oír la noticia. Y sepa, de antemano, que si sigue leyendo es muy probable que después le duela. Sabrá comprender que la verdad es un derecho, así que usted también tiene que saberlo.

Fue hace unos días. Había 240 personas trabajando, hombres y mujeres, como usted y como yo. Estaban trabajando, no hicieron nada malo, más que trabajar, cuando todo sucedió.

Transcurría la tarde con aparente normalidad cuando una sombra les atravesó el rostro.

“Estás despedido”, leyeron los bibliotecarios, escritores, editores, docentes, comunicadores y poetas.

“Estás despedida”, leyeron las intelectuales, investigadoras, cientistas sociales y gestoras culturales.

Tanto habían leído a lo largo y ancho de sus vidas. Tantos libros habían rozado con la palma de sus manos, cuidadosamente, como un hijo, como un tesoro. Tantas teorías y análisis, tanta historia y literatura, tanta ciencia y mitología guardaban tras sus ojos.

Pero jamás imaginaron que al leer tan sólo dos palabras podría desmoronárseles un cacho de vida, un proyecto y aquello que habían construido con tanto esmero.

Es que sólo quien lo ha dado todo puede comprender la puñalada invisible que se siente bajo el estómago y en la garganta cuando un jefe pronuncia esas frías palabras, con cierto sabor a placer y a revancha.

“Estás despedido”, leyeron en los telegramas 240 personas, incluidas embarazadas, personas pronto a jubilarse y trabajadores hasta con veinte años de antigüedad.

¿Sabía usted esto? ¿Acaso lo anunciaron en conferencia de prensa? ¿Lo oyó en el almacén o en el noticiero?

¿Sabía que hubo un crimen en la Biblioteca Nacional?

Ya sé, va a decir que esto es una exageración, porque de eso nos convencieron mediante el silencio, la censura y la anestesia que acostumbran a imponer los poderosos.

Pero cuando las calles hablan, le cantan piedra libre a los monopolios.

Así fue que corrió la convocatoria de un grupo de poetas que por las redes sociales, rápidamente, llamó a solidarizarse con los trabajadores. La cita fue en la Plaza del Lector, lindante a la Biblioteca, ese lugar que durante la última década supo convertir el polvo en maravilla, el mutismo en debate y bullicio público. Ese lugar que dejó de ser un mero guardadero de libros opacos para hacer cantar y bailar hasta a los libros, antes de ir a dormir, porque al otro día se llenaría de niños, maestros y estudiantes.

Ese lugar que, gracias a su inclusiva política cultural, ayudó a dejar atrás las excusas y el “yo no sabía”; ese lugar que hoy no permite que el terror amedrente a un pueblo con conciencia de sus derechos.

Podrán exhibir mil patrulleros, carros hidrantes y hasta tanques de guerra. Podrán despedir, reprimir e inventar. Pero ya no hay silencio ni desmemoria que cobije a los impunes.

Con organización y también con poesía, el pueblo responde. Como días atrás, cuando más de doscientos vecinos, escritores y poetas se congregaron, por la tarde y hasta caída la noche, bajo la consigna “Más poesía, menos policía”. Sentados sobre el pasto, con mate en mano y a viva voz recitaron una utopía organizada.

¿Se enteró usted de esto?

Muchos fueron los que pusieron el cuerpo, se solidarizaron y hasta pintaron carteles con sus manos para acompañar a los trabajadores que se mantienen en estado de asamblea permanente. “No son ñoquis”, “No a los 240 despidos”, “Con el pueblo no, Macri”, decían algunos de ellos.

En la plaza se escuchó el relato de los trabajadores y a gran cantidad de poetas que recitaron y que volvieron a hacerlo el 9 de abril y volverán a hacerlo las veces que sea necesario hasta que reincorporen a los trabajadores. {NdeR: A la fecha de publicación de esta nota se sabe que han sido reincorporados alrededor de 60 trabajadores. Se sigue luchando por la reincorporación de los restantes}.

Porque sin trabajadores no hay biblioteca, y sin biblioteca no hay cultura. Ese es el crimen.


Crimen:

(Origen etimológico, del Latín) Acto de “selección rigurosa” utilizado en la antigüedad para distinguir a los ciudadanos “normales” de los que eran considerados “enfermos mentales o idealistas políticos, considerados salvajes y enviados del diablo” para justificar el castigo, la esclavitud y la violación de sus libertades.

(Real Academia Española). “Delito grave” (como dejar familias enteras en la calle). “Acción indebida o reprensible” (como incumplir con los principios de un Estado de derecho). “Acción voluntaria de herir gravemente” (como el silencio ante el reclamo y pedido de reincorporación de los trabajadores).

El periódico digital Lamás Médula invita a directivos de la Biblioteca Nacional a tener su derecho a réplica en este espacio. Pueden escribirnos a lamasmedula@lamasmedula.com.ar

 

Sol Giles

Sol Giles

Colaboradora

(Libertad, 1986). Periodista, poeta, artista visual y militante política. Peronista, bostera y kirchnerista. Su mejor libro es el que aún no publicó, pero escribe, escribe y escribe compulsivamente aunque aún no sabe a dónde va a parar todo eso.

 

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