Por Esteban Galarza.
Dead Man es una película que surgió de una madrugada inspirada del director Jim Jarmusch. El espíritu que lo poseyó esa noche bien podría haber sido el poeta William Blake, al que se le sumó su inquietud con respecto a la música. Por todo esto, una amalgama de visiones estáticas hechas imágenes, la película es la obra maestra del prolífico director de cine neoyorquino.
“One thought fills immensity”
Proverbs of Hell
William Blake, The Marriage of Heaven & Hell
Tal vez sea solo un mito de un director de cine de perfil bajo y defensor del autobautizado “cine punk”, que consiste en filmar como sea y sin excusas. Lo que importa siempre en la obra de arte es el gesto. En el caso de Jim Jarmusch el que eligió para describir el contexto sobre la idea de la génesis de Dead Man, película de 1995, es similar al de los poetas que vivieron a fines del siglo XVIII: la madrugada profunda, la ensoñación, el hálito de la voz de un dios desconocido y antiguo.
¿Qué sucedió en la cabeza del director la noche que, desvelado, comenzó a escribir frenéticamente el guion de Dead Man?
Jim Jarmusch solía contar que la idea de Dead Man apareció en su cabeza y que el guion lo escribió de un tirón una madrugada a mediados de la década de 1990. Los demonios que guían voluntades existen; William Blake, el poeta visionario, también. ¿Qué sucedió en la cabeza del director la noche que, desvelado, comenzó a escribir frenéticamente el guion de Dead Man? Esa madrugada en Jarmusch se fue diagramando la metafísica de la poesía blakeana dentro de su cabeza. La mayor inspiración para Dead Man y la que guió la mente durante todo el proceso de escritura, composición, filmación y sonorización, fue el cuadro final de la película. Un fundido perfecto de cielo y mar y en medio una barcaza, el fin y el comienzo del hombre muerto.
Hay que tener claro una premisa fundamental: la materia del cine es la de los sueños. Esto no significa que no haya elementos oníricos en otras artes, pero es solo en el cine donde se da exclusivamente como condición sine qua non.
Pero para alcanzar esa visión final fue necesario componer el cuadro en una evolución de dos horas de película. Andrei Trakovsky fue certero al describir la obra del cineasta como la de un escultor. Agrego que además un buen director de cine es un Artista que debe coquetear con la pintura y la música. Cumple un ciclo sagrado que esboza de un modo definitivo Pascal Quignard en El odio a la música: cuando nacemos la realidad está desnuda y la rodeamos con tres tipos de lienzos: las cantatas, las sonatas y los poemas. Lo que canta, lo que suena y lo que habla. Los tres son sintetizados en la imagen, la visión blakeana que deviene en película tras una inspirada noche de insomnio. El poema que hiere la cabeza de Jarmusch y el que da un marco a Dead Man es Marriage of Heaven & Hell (El matrimonio del Cielo y el Infierno)
Es peligroso viajar con un hombre muerto
Es estéril emprender un abordaje de relato lineal entre ambos textos porque la inspiración es más estética que temática. William Blake fue un poeta que vivió entre los siglos XVIII y XIX que tuvo visiones celestiales e infernales desde los nueve años. Tuvo una rigurosa formación anglicana, lo cual no le impidió convertirse en un místico de imágenes (recuérdese la tradición iconoclasta del protestantismo). El poder de su obra procede del carácter inseparable del texto y las imágenes. Dentro de toda su producción Marriage of Heaven & Hell es considerado uno de los poemas centrales. El poema fue escrito en los albores de la Revolución Francesa y canta loores a la nueva fe que ama pero que a la vez le produce pruritos. La violencia intempestiva es la clave de la salvación. El unir opuestos sin eliminarlos es el camino, el dolor purga con fuego. Los reyes reptan como mendigos leprosos y las leyes que provienen de lo alto y lo bajo solo traen caos, pero un caos que aglutina. Hay amor hacia lo satánico, la admiración por el Paradise Lost de John Milton se hace presente.
Hay amor hacia lo satánico, la admiración por el Paradise Lost de John Milton se hace presente.
Jarmusch tenía presente éste poema de Blake, ya que si bien nunca hace mención directa a la obra, durante toda la película sus leyes repican en el accionar y el transcurrir de la trama. La película está enmarcada en un western muy poco convencional, una road movie con visos órficos, pinceladas de encuentros entre un héroe herido de muerte y un mundo que agoniza a la par. El viaje, sin embargo, es aparente, ya que la película sigue la lógica del ouroboro, la serpiente que se muerde la cola. En el prólogo un personaje infernal describe un sueño en el que Blake es figura central, el cuadro de la visión de Jarmusch. Tras el prólogo Blake desciende al mundo y lo que ve es desalentador: el pueblo Machine es una cloaca de almas olvidadas y nadie lo reconoce. Se cuelan otras intertextualidades literarias para la composición: The Waste Land de T. S Eliot, Franz Kafka, Samuel Beckett. Tras un triste incidente la primera noche en Machine, Bill Blake es herido en el pecho y huye hacia la noche. El resto de la película es un viaje onírico que se fragmenta en distintas variaciones sobre la propia muerte: un ánima solitaria lo encuentra, el indio Nobody, que lo lleva hacia las vías del autoconocimiento. Es una muerte angélica, pero no es la propia. También queda solo y se reconoce en un ciervo cachorro herido de muerte, pero tampoco debe quedarse ahí. Enfrenta antagonistas de diversa índole: criminales, sheriffs, fariseos de las leyes divinas, barateros, indígenas. De los distintos enfrentamientos vence un poco, aprende otro tanto y muere también. Jarmusch entendió muy bien uno de los dichos sagrados de William Blake: del enfrentamiento surge la sabiduría.
Pero hay aún una complejidad más. Del primer enfrentamiento de esa noche en el que queda malherido se desprende una búsqueda contra Blake de parte de tres mercenarios que, a partir de una base corrupta, se van eliminando hasta alcanzar la perfección final. De los tres, el joven enviciado, el verborrágico y el silencioso, solo el último llegará hasta el final. En esa última escena el gran silencio se enfrenta con Nobody. La aniquilación de las dos nulidades actúa en favor del ascenso final del héroe, el contador Bill Blake devenido William Blake.
La película es un viaje de despojamiento físico, un camino que no necesariamente lleva a la santidad, un trayecto que desemboca en el absoluto difuso que se crea en el momento que se cortan dos silencios.
Jarmusch entendió muy bien uno de los dichos sagrados de William Blake: del enfrentamiento surge la sabiduría.

Las vías del dios oculto son musicales
La clave está puesta en la música de Neil Young. Jarmusch le pidió a Young que compusiera la banda sonora, y aunque al principio se negó, finalmente desplegó armonías que capturan las imágenes de a poco y hasta alcanzar la presencia total sobre el final, cuando las palabras no pueden expresar la trascendencia. Dante describió su Paraíso con metáforas poderosas sobre la música y el silencio. El poder extraterrenal se comunica a través de la musicalidad de los sonidos que producen las distintas esferas celestes cuando se mueven. El movimiento produce música en Dante y en Jarmusch.
Hay una obsesión que suele aparecer en ciertos músicos como Neil Young,Mark Hollis o David Sylvian: La búsqueda de la nota primigenia, el perfecto que cae entre dos silencios y genera desamparo. Toda la música creada por ellos es un paso más hacia esa nota perfecta pero a su vez una traición, una posibilidad más que se desperdicia porque al seleccionar una nota de una canción se evitan miles de otras variantes. Dead Man debe ser leído en la misma clave. El personaje Bill Blake avanza en las vías del propio conocimiento pero en todo momento elije, toma decisiones aún en estado casi comatoso. Y en su elección, de la cual Jarmusch no nos da cuenta de si es la correcta, la música se acrecienta, el espacio sonoro solo puede ser igualado al espacio del silencio que se genera tras el eco final de cada nota de guitarra.
El límite entre la oralidad y la música es la imagen. Pero a ambos lados de ella los dos lenguajes son antagonistas por su forma: las palabras humanas por un lado, con su cadencia y ritmo, se vuelve poesía de artificio; por el otro lado está la música del más allá en esa guitarra fragmentada en blanco y negro de Neil Young, el eco que aparece poderoso y quebrado, se vuelve así mismo música de artificio. En la imagen en cambio descansa el silencio, ese espacio entre prosa, entre notas musicales. Ahí reposa un dios a la espera del momento de manifestarse. Y esa manifestación divina ocurre al final de la película, cuando la barca que llevará a William Blake hacia un lugar desconocido mar adentro se desprende en la imagen que soñó Jarmusch esa noche de inspiración y que bien describió el fogonero demoníaco del principio de la película.
Es una película sobre la búsqueda de la propia posición del Arte del Artista Mayor en el plano de la música de la Creación.
Dead Man no trata sobre el Lejano Oeste, un viaje trascendental o una experiencia íntima. Es una película sobre la búsqueda de la propia posición del Arte del Artista Mayor en el plano de la música de la Creación. ¿Cuál es el lugar del Hombre en el mundo? ¿Y cuál el de la belleza herida? Por cada respuesta que se quiera dar a cualquiera de estas preguntas se deja de lado una multiplicidad de otras opciones válidas. Esa es la búsqueda heroica de cada artista a sabiendas que nunca completará su obra. Esa es la visión que obsesionó aquella madrugada a Jarmusch, la escena final que emula a William Turner, como una nota de música que cae entre dos silencios y los completa.

Esteban Galarza
Colaborador
(1984, José C. Paz, provincia de Buenos Aires) Estudió letras en la UCA y Periodismo en TEA, donde es profesor de dos niveles de Redacción Periodística. Fue redactor de revistas de cultura y rock entre los que se cuentan Caras y Caretas, Kundra, Yo soy la morsa, entre otros. Administra su blog Ciudad de neón y el fansite oficial de Facebook David Bowie Argentina.