Por Claudia Sánchez Rod.
Un nuevo lugar se suma al recorrido mensual de Claudia Sánchez Rod por librerías de la Ciudad de México.
Se llama Otro lugar de La Mancha y está en el número 11 de la calle de Esopo, en el barrio Chapultepec Morales, una de las zonas más estilosas de la CDMX. La entrada es una linda cafetería custodiada por un largo quijote tallado en madera, si sigues de frente, llegas a la librería. Lo primero que vi en la mesa de exhibición fue el libro Poesía y verdad, de Goethe, un manual del clasicismo alemán. El ejemplar estaba emplayado, así que no me quedó sino imaginar sus páginas: todo un siglo (o casi) de literatura, arte y política. Lo tomé para mirar el precio, quizá podría comprármelo como una auto recompensa por mi estresante semana. 1080 pesos, es decir, unos 58 dólares estadounidenses, imposible, mi cartera no estaba para llegar reventando caballos ni soportar más heridas de látigo, así que lo dejé y mejor me dediqué a recorrer la librería.
Es una hermosa casona adaptada, con sus salas, sus jardines, sus ventanales y sus terrazas, para recibir al visitante que llega en busca de algún título reciente, una copa de vino especial o un platillo que degustar en la intimidad de sus espacios. Tiene tres restaurantes café, cada uno con estilo propio; un espacio para conferencias, cursos, presentaciones de libros, etc., y por supuesto, las salas donde se exhiben los libros. Los aromas, la música, los sabores y las letras hacen aquí su aquelarre. Y si uno es amante de los objetos de escritorio y la papelería fina, entonces esto es el paraíso: sellos de lacre, estilográficas clásicas, tintas perfumadas, libretas de piel, brújulas, relojes (inclusive de arena), astrolabios, máquinas de escribir antiguas, lupas, herrería y esculturas en miniatura, digo, por poner ejemplos sueltos. Este sitio despierta las ganas de cosas extravagantes, es otro lugar de la mancha de cuyo prefiero sí acordarme.
La entrada es una linda cafetería custodiada por un largo quijote tallado en madera, si sigues de frente, llegas a la librería.
Paso a la primera sala, dedicada principalmente a la lectura infantil. Un lugar cómodo y muy bien iluminado, me imagino que a cualquier niño le encantaría pasarse aquí un buen rato; las estanterías están repletas de libros de colores, hay un enorme sofá, un hermoso candelabro y una alfombra mullida ideal para echarse a leer. El dependiente me explica que la librería tiene secciones de literatura infantil, arte, foto, diseño, historia, arquitectura y una muy nutrida sección esotérica. Yo nunca he sido buena para conectarme con lo que está oculto a los sentidos o a la ciencia, pero aquí sí me dieron ganas de leer mi horóscopo, total, un método de predicción basado en los astros nunca está de más, y yo siempre ando necesitada de alguna pista, aunque sea apenas sustancial, sobre mi futuro.
Los aromas, la música, los sabores y las letras hacen aquí su aquelarre.
Sigo recorriendo el lugar. La sala que está tras la escalera es realmente atractiva, tiene altísimos anaqueles llenos de libros de diseño, de esos que son pesados, gruesos, de pastas duras y extremadamente seductores con sus fotografías y su papel cuché de alto gramaje. Justo aquí el olor a café me llega directo a los sentidos, mejor saco mi cámara y me pongo a tomar fotos para no desconcentrarme. Disparo a todo lo que puedo y para mi sorpresa nadie viene a reclamarme o a pedirme que pare. No sé por qué pero últimamente a la gente le estresan las cámaras fotográficas. Yo creo que es miedo irracional a la exposición en las redes sociales… en fin, eso no es lo que nos concierne ahora.
Subo al segundo piso. Es un muy íntimo restaurante bar, de hecho es muy elegante, en las mesas sólo hay hombres, ninguna mujer. Parecen hablar de cosas importantes: inversiones, compra y venta de acciones en la bolsa, franquicias, proyectos llave en mano, know-how’s, puestas en marcha y todas esas cosas que le dan cuerda al mundo. Salgo a la terraza, la brisa de la lluvia moja las mesas y las sillas, la calle está muy sola, pero a lo lejos se oyen los cláxones de los coches atascados en el periférico. Vuelvo a considerar la posibilidad de comprar Poesía y verdad, puedo pagar con tarjeta de crédito, total, una deuda más, una deuda menos, qué más puede dar, y el libro sí que es bello, y hasta es posible que me lo merezca, he trabajado a marchas forzadas este mes.
Bajo de nuevo al vestíbulo y de nuevo tomo el libro en mis manos, lo peso, lo examino, vuelvo a colocarlo en su lugar y me meto a uno de los cafés. Me pido un brûlée de elote y un latte y me pongo a revisar mis mensajes y mis correos. Qué bien se está aquí; si alguna vez la vida los trae por estos rumbos no dejen de entrar al lugar, les apuesto a que les va a gustar.
Pago mi cuenta y salgo del Otro lugar de la mancha, abro mi paraguas y camino bajo la llovizna por la avenida Mazarik. Ya se hizo de noche, los escaparates de las lujosas tiendas brillan con intensidad. He oído decir que esta avenida es la más cara de todo México, seguramente es cierto. Mi Poesía y verdad se va quedando atrás, bien mirado no tiene por qué ser ni un duelo ni un quebranto. Goethe siempre va a estar ahí, cuando haya terminado de llover y pasen los días, seguirá estando ahí.

Claudia Sánchez Rod
Colaboradora
(Ciudad de México) Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó la Diplomatura “An approach to the meaning of life and death”en la Universidad de Toronto, Canadá. Se ha desempeñado como periodista y traductora. Entre sus publicaciones se encuentra el poemario El vino derramado (Barcelona), el libro de cuentos La marta negra(Barcelona) y el poemario Me dejaste puro animal inexistente(Morelos). Ha participado en las antologías Ocho lenguas de Medusa (Morelos), Soñando en Vrindavan y otras historias de ellas (E.U.A.), entre otras. Actualmente se desempeña como Jefa de Redacción del sitio literario El libro de arena.