Por Pablo Campos.

Y un día llega el tan ansiado libro, ese que siempre seguimos esperando de aquellos poetas que admiramos. Y ahora que termino este último (circunstancial) viaje poético de Rafael Vásquez, ya estoy nuevamente comenzando a sentir esa eterna ansiedad de espera por el próximo ansiado libro.

Recuerdo aun cuando con Rafael Vásquez nos encontramos a tomar un café, encuentro que fue el primero de muchos. En aquellos años mi ímpetu de dudas y preguntas sobre mi abuelo fue el desencadenante de tener el placer de ir conociendo a grandes poetas de la generación del sesenta, personas entrañables que rodearon a Roberto Santoro y su hijo mimado, la revista Barrilete.

Pero hoy quiero solo detenerme en Rafael. Como persona solo puedo tener gratitud y afecto, me siento un afortunado de ser su amigo, y de que él no pierda oportunidad para presentarme como tal, “su amigo Pablo Campos”. Y como el poeta y la persona son indivisibles, solo puedo repetir los mismos halagos. Rafael es la palabra justa, es aquel verso trabajado, esperado, un hacedor. Es la poesía que nos toma de la mano y nos guía por la ciudad, es un poeta urbano, coloquial dirían algunos. En él rescatamos a los poetas de su generación y encontramos a un gran observador del mundo y del tiempo, un observador único.

En estas Pequeñas muertes, provisorios olvidos,  de Ediciones El Mono Armado en sus versos uno siente la despedida, pero diría que una despedida anticipada. Rafael decide adelantarse y llenar los silencios que sabe se producirán con su partida. Como hombre de letras, siendo digno al camino que escogió y transitó en su vida, sigue fiel en su lucha por no dejar hojas en blanco.

Amigo: me estoy cansando de las despedidas.
Por eso te propongo:
Hagámoslo al revés.
No esperemos que el tiempo nos separe
Y que a alguno le pese
Aquello – seguramente poco –
Que no alcanzamos a decirnos.

En ese ir y venir de recuerdos, de sensaciones, de sentimientos, de miedos y amores, Rafael nos va guiando por esas páginas que supo con paciencia llenar de vida, para seguir dejando su ser en su poesía. Sus recuerdos viven con el presente, dialogan, por instantes vemos al pasado observar al futuro, ver qué siguió luego, qué pasó. Por momentos al leer uno siente que Rafael en persona nos está leyendo, se escucha su voz.

Transité este libro y escribo estas palabras no como un crítico sino como un amigo. He disfrutado cada poema, cada verso, cada palabra. Y al sentir las páginas transcurrir detenía mi ímpetu por el solo deseo de demorar el final del libro.

Telón

Será para cerrar estos poemas.
Libro de despedida sin adioses.
Libro de la sorpresa y de la duda.
Transcurrida la infancia
Nunca supe llorar.
No hay lágrimas entonces
Para hacer este cómputo de ausencias
Mezclada la amistad con la poesía.
La vida que viví fue suficiente.
Lo que siga escribiendo
Puede quedar inédito. No soy indispensable.
Tengo que ir al final
Para cerrar la puerta silenciosa
Según la vieja broma mil veces repetida:
Ser el último
Para apagar la luz.

Y al llegar a ese telón me siguen retumbando sus versos. Aquí sigo, anhelando un próximo libro, esperando por lo que ya el poeta ha comenzado a escribir.

Pablo Campos

Pablo Campos

Secretario de Redacción

(1977, Buenos Aires) Poeta. Su blog personal es alcielounbarrilete.blogspot.com . Integrante del colectivo Poetas Peronistas. Tiene publicado La sangre en el ojo, Ediciones Lamás Médula (2014). Participo en las antología recopilada por Hayde Breslav, Taller la mente humeante (1998); la antología digital El grito de mujer Buenos Aires 2016, editado por Biblioteca de las grandes naciones (2016); Poemas de la resistencia, por Clara Beter Ediciones y con el apoyo del Ministerio de Cultura (2016). Desde 2016 es secretario de redacción de Lamás Médula Periódico Cultural.

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