Por Gabriela Borrelli Azara.
Después de leer los poemas de O Killed se siente una suerte de sosiego que la realidad no nos ofrece. Entre el compromiso político y la fuerza incendiaria, Daniel Quintero elige gastar ríos de tinta antes que perecer.
El libro de Daniel Quintero recientemente editado por Textos Intrusos hace pensar en muchas cosas. La primera que viene a la mente es la del compromiso literario. Se puede pensar de muchas maneras. La del poeta con la palabra, la de la palabra del poeta con la realidad, la de la vida del poeta con su biografía, la del poeta con el lector, y así un infinito de compromisos, hasta llegar, quizás al amoroso. Y si hablamos de compromiso, y de literatura, mejor viajar hasta la patria de los primeros que pensaron esta relación, y no solo esta relación sino también la esencia de lo que llamamos poético. Serguéi Esenin era considerado en Rusia el poeta campesino comprometido totalmente con la revolución. Previamente los zares le habían secuestrado sus poemas revolucionarios y después con la Revolución lo hicieron a un lado y el alcohol sumado a su depresión llevaron a que en diciembre de 1925 se suicidara en Leningrado, en un hotel llamado Inglaterra. Trosky y Maiakovsky recitaron poemas en su velorio. El de Maiakovski (otro poeta revolucionario) es de los más bello. Y en un momento dice: “Tal vez,/ si hubiera habido tinta en el Hotel Angleterre,/ usted no habría tenido razones/ para abrirse las venas, ¿Para qué aumentar el número de suicidas? Mejor aumentar la producción de tinta”
«¿Para qué aumentar el número de suicidas? Mejor aumentar la producción de tinta” Maiakovsky
Algo de esta frase recorre todo el libro de Daniel Quintero. Y vaya si hay tinta en Parque Chas y en la Argentina macrista. En uno de los poemas más bellos del libro y, como anticipando la fuerza poética de todo O Killed, nos intimida a cruzar los dedos, tirar sal sobre el hombro, a afinar la puntería: en la vida, en el amor, en la poesía. Porque ¿ cómo hacer poesía cuando desde la hegemonía conservadora del lenguaje le cambian los nombres a las cosas? ¿No era ese nuestro trabajo? ¿No era eso lo que hacíamos con la poesía? Nombrar de nuevo para hacernos de nuevo. Pero ¿si el oxímoron lo tienen ellos? Pobreza cero: y hunden al país en la miseria. ¿Si la sinécdoque la tienen ellos, el todo por las partes? Corrupción igual a todo un proyecto político. ¿Si hacen metáfora para esconder la estafa? El túnel, el avión. Si futuro es pasado. Ahí está la lucha que Daniel Quintero ve y por eso O Killed. Meta, y meta, metáfora:
Un niño dicen que de hambre
amanece muerto entre banderas.
La autopsia da cuenta de que tiene una bala en la nuca
del mismo empeño que esas balas fusilaron en Trelew.
Y ahí están los pibes muertos en las villas, los fusilados por la policía, y el balazo al nenito de la murga.
Una mujer que sin nacer su amor ya está muriendo
sufre sangre en la guardia de un hospital.
La misma amputación que de una bomba cayó en Plaza de Mayo.
Y ahí está el genocidio que el Estado comete contra las mujeres al criminalizar el aborto. Son nuestros muertos, pero también es nuestro amor el que vive en la poesía de Quintero.
Los muertos rezongan su amor a la tierra,
niegan haber pedido tanto almidón en su mortaja.
Retorcerán sus tripas entre esta felicidad
que nos pone de festejo a ver parir pájaros muertos.
Ya sabemos que Daniel nos tiene acostumbrados a sus lectores a grafittis literarios que surgen de sus poemas. Como “Sabotaje” por ejemplo, dicho como rezo en lecturas y noches de borrachera. Hace un tiempo que se viene escuchando: “voy al amor como voy a la guerra con las mismas ganas de romperlo todo”. Es que nuestra guerra en el fondo es de amor y por él. Y si hay amor hay poesía. Después de leer los poemas de O Killed se siente una suerte de sosiego que la realidad no nos ofrece. Y no es porque nos saque de ella, sino porque nos hunde todavía más y nos permite verla con la verdad de la poesía. Con la verdad de esa metáfora, de esa metonimia, de ese oxímoron que usan en nuestra contra. ¿Y quiénes somos nosotros? Los O Killed de la poesía. La Tribu de Quintero que mira el mundo como lo ve él. Algo interesante también, es que sus detractores también lo leerán e irán por este libro con esas mismas ganas de romperlo todo. Pero como dice O Killed: Ardan malditos, ardan. Hay Fuego para todos. Y tinta y amor. Y poesía. Solo nos falta comprar el vidrio. El vidrio que circule alrededor del libro de Quintero.
Es que nuestra guerra en el fondo es de amor y por él. Y si hay amor hay poesía.
Mañana por la mañana diremos: noche de poesía, noche de Quintero, levantaremos el pulgar,
y O K.


Gabriela Borrelli Azara
Colaboradora
Gabriela Borrelli Azarra (Buenos Aires, 1980) Escritora, locutora y periodista especializada en critica literaria. Es conductora de radio, coordina talleres de poesía y escribe sobre literatura para diferentes medios.