Por Quique Pagella.
Hace semanas un colectivo de espacios teatrales de Lomas de Zamora logró, después de un año de elaboración, la votación de la primera ordenanza municipal del conurbano, que reconoce la actividad y los espacios de teatro independiente. En esta nota, uno de los autores y gestores de la histórica ordenanza reflexiona en torno al acontecimiento.
Me presento: Soy un hombre micropolítico.
Confesión: quería escribir una nota con estructura, pero quizá ese sea el problema principal del artista independiente, el afán de estructura estética y de gestión, y como quiero escribir sobre política y producción artística independiente (ja), quizá lo mejor sea olvidarme de la maligna estructura.
Apenas concluí de escribir el párrafo anterior no pude dejar de escuchar la risita del gran Witoldo.
Hay que reemplazar estructura por forma: jamás escaparás de ella, susurra.
Alguna vez el heroico Toni Negri le preguntó al exuberante Gilles Deleuze en relación al Mayo Francés: «¿Cómo es posible sostener el resplandor del acontecimiento?». El gigantesco Deleuze le respondió: “No hay que sostener nada; solo hay que producir microacontecimientos todos los días. Porque los fenómenos de producción de nuevas subjetividades son los que producen el devenir revolucionario, que hoy es tal vez más importante que la revolución. Eso es la micropolítica”.
Espacios donde la resistencia micropolítica se concierta. Allí un hombre o un grupo de hombres se instituyen como productores de formas que se oponen a las formas culturales hegemónicas.
Micro-antagonista: Personaje o grupo de personajes, e incluso a veces una pequeña institución, que interviene en la realidad colisionando contra el estado de cosas estatuido. Representan, sin inocencia, las fuerzas que muchas veces dan forma a un conflicto mediante la producción de microacontecimientos.
Algunos teóricos entienden «lo político» como la dimensión de antagonismo constitutiva de las sociedades, al tiempo que entienden a “la política” como la instancia organizativa de la vida social en la trama de la conflictividad, «lo político».
La actividad teatral centra su quehacer en el antagonismo, es decir, abreva en lo político para desplegarse.
Concíbase el conflicto como una cuestión nuclear de nuestra sociedad. La inercia cultural otorga a «la política» el poder de darle forma a «lo político», darle forma a la forma en que se relacionan los colectivos y los individuos en una sociedad. Esta formulación que, desde el sentido común, parece sensata, es sin embargo tramposa. La sociedad y su antagonismo constitutivo ya están organizados por la política, es decir, dicho antagonismo esencial es un resultado, casi siempre, de la política.
La actividad teatral centra su quehacer en el antagonismo, es decir, abreva en lo político para desplegarse. En el plano creativo el conflicto es vital. Todo el teatro desde la Grecia Clásica hasta la actualidad, pasando por el teatro de lo absurdo y el posdramático, ha creado desde una concepción precisa del conflicto, incluso para ignorarlo. La actividad teatral experimental o de investigación, en su instancia creativa, debe tomar siempre una postura ante el conflicto, y para ello abreva en la historia o en su tiempo, en sus colectivos o en sus individuos, e intenta crear nuevas formas para expresar esas tensiones de la cultura.
Casi escribo: «Actividad teatral independiente» pero me detuvo la risa del hombre micropolítico que soy, no la de Witoldo. Aún necesitamos de la política para subsistir, o no sabemos subsistir sin ella.
Confesión: Nosotros los gestores de espacios de resistencia micropolítica, nosotros los productores de microacontecimientos teatrales de Lomas de Zamora, somos los autores de la primera ordenanza de salas de teatro independiente del conurbano sur. Necesitábamos una forma «política» que nos permitiese no solo seguir generando microacontecimientos sino, y principalmente, que nos posibilitase, primero, la existencia.
Dos dadores de forma a los antagonismos vitales de la cultura, los políticos y los micropolíticos, consensuando una forma, un marco de validez y legalidad, también de fomento si se quiere. ¡¡¡ Es histórico!!!
Me dice al oído el astuto Witoldo: ¡Hey! ¡Prudencia! ¡Distancia! ¡Distancia hacia la forma! ¡Sé prudente, sé hábil, no te identifiques jamás con lo que haces de tí mismo!
Necesitábamos una forma «política» que nos permitiese no solo seguir generando microacontecimientos sino, y principalmente, que nos posibilitase, primero, la existencia.
En nuestros espacios el conflicto es expresado, metaforizado, simbolizado o consecuentemente ignorado. Para ello resulta necesario que dicho antagonismo cultural sea profundamente pensado desde la imagen, desde la acción y el cuerpo, y desde la palabra.
Rompo la estructura de la que surjo al escribir: nuestros espacios de resistencia micropolítica producen dos tipos de microacontecimientos, los teatrales – está claro – y los intersubjetivos: el cómo ante el Otro. En ese cómo nos relacionamos con el Otro (artistas, alumnos y público) está nuestro incidir y operar en lo político.
En el mundo de las formas siempre corremos el riesgo de valernos de las instituidas. Es hábil y tonto a la vez acudir a las formas de la industria del espectáculo estando en la periferia, en el conurbano, siempre al borde del desierto. A muy pocos les funciona, otros fracasan patéticamente y muchos persisten en habitarlas como si fuesen disfraces de un solitario carnaval.
Si no producimos nuevas subjetividades, como conceptualiza Deleuze, no tendremos control sobre el devenir. Y la novedad, hay que saberlo, siempre está en lo informe, en lo inmaduro, en el intersticio.

Quique Pagella
Colaborador
Enrique Pagella es actor, director y gestiona el Teatro Galpón de Diablomundo de Temperley. Escribió las obras Ruleta risa y Shkspr Fest, que también dirigió. Publicó las novelas por entregas Los Cucullú e Hijos de Maro. Este año Ed. Lamás Médula lanzó su novela San Sucio, perro conchudo. Es actor de Lab & Rinto y Volare, obras de las que también es co-autor y autor. En breve estrenará El amor popular.