Por Marina Cavalletti.
El fenómeno de urbanización y concentración de la población en ciudades han sido sustento de variadas creaciones artísticas. En México, en los años ’20 dio origen al estridentismo, un movimiento de vanguardia que busca romper con las estructuras previas de la poesía. En esta nota te invitamos a conocerlo.
Los balcones de Baldomero, las letras de Los Visitantes y tanto más del rock. Lo cierto es que la ciudad es todo un tema. Tanto que inspiró vrbe, súper-poema bolchevique en cinco cantos de Manuel Maples Arce, que funda en 1921 el movimiento estridentista en México. Dentro de esa vanguardia, ese poema es un punto de quiebre. Se instaura como bisagra por dos motivos: recibe las influencias del movimiento futurista de Marinetti y plasma una poética propia, sin voces importadas. Además, recoge las voces de la clase obrera subyugada por la maquinaria de dominación capitalista. Es así innovador en cuanto instaura una vanguardia en un país con ciertos arcaísmos culturales y a su vez reflexiona sobre el proletariado.
Si bien México no se vio directamente afectado por la Gran Guerra, una década atrás había diezmado su población considerablemente luego de la revolución de 1910: guerra civil, pugnas constantes por el poder, desigualdad social, parálisis del agro y numerosas actividades productivas. En medio de ese panorama desalentador surge el estridentismo que pretende borrar las barreras de la desigualdad y retomar las raíces proletarias y de los ancestros originarios del pueblo mexicano.
Si bien los textos estridentistas no describían concretamente historias de la Revolución, sí tomaban distancia de la estructura y la métrica anteriores. Esto es: no nombraban a la Revolución propiamente dicha, pero revolucionaban la forma y el estilo de escribir.
El estridentismo pretende borrar las barreras de la desigualdad y retomar las raíces proletarias y de los ancestros originarios del pueblo mexicano.
Según Fernando Fabio Sánchez “el enfrentamiento de vanguardia de los Estridentistas fue con el antiguo régimen y no con el naciente. Uno de los objetivos de su beligerancia fue, como lo dijo Manuel Maples Arce, torcerle el cuello al doctor González Martínez. Este escritor representaba la estética del post-modernismo latinoamericano”.
Me verás caer
La ciudad de México no es un decorado más en la puesta estridentista, es el escenario ideal para que se desarrolle en todo su esplendor. Según Adrián Figueroa: “Cuando la ciudad de México se convierte en el personaje central de la literatura, se presenta como ese anhelo de modernidad, de éxtasis, euforia y descubrimientos y, al mismo tiempo, es el monstruo que devora a sus habitantes y es blanco del desprecio por la descomposición social y familiar que provoca con sus excesos y falsas ilusiones. Así, se convierte en el gran leit motiv que reúne a escritores revolucionarios, estridentistas y precontemporáneos que, durante el período de 1921 a 1932 (…) En esta visión acude a la escritura de Manuel Maples Arce (…) más allá del programa de una vanguardia artística, y se regocija con el hacinamiento, la pobreza, el tráfico. Se ve manejando un auto, mirando los anuncios, que considera obras de arte. Es la exaltación de la modernidad. Para él la ciudad es un museo excitante”
La “Urbe” no sólo es ahora poetizable sino, además el contexto de un poema bolchevique. Urbe data de 1924, y está dedicado a “los obreros de México”
He aquí mi poema
brutal
y multánime
a la nueva ciudad
Oh ciudad toda tensa
de cables y de esfuerzos,
sonora toda
de motores y de alas
El placer no habita en la arcadia estridentista, sino que las descripciones son agobiantes, reiterativas, como si el hombre, el obrero, fuera fagocitado por la nueva ciudad de poemas brutales.
Ese “sin salida” que se poetiza es tomado por la vanguardia como objeto estético y a la vez como crítica ahogada, pero presente de la desigualdad.
Allí se observa el binomio al que refiere Jorge Monteleone al afirmar: “La operación vanguardista consistiría en una doble transferencia: el incesante transcurrir temporal transformado en un espacio estático y la consiguiente mitificación de ese espacio que el poema nombra para perpetuarlo y perpetuarse”. Esto sucede pues la fábrica y la ciudad son corredores alienantes. Ese “sin salida” que se poetiza es tomado por la vanguardia como objeto estético y a la vez como crítica ahogada, pero presente de la desigualdad.
El poema continúa con muchedumbres que rebasan las plazas populares y retrata cierto triunfo del proletariado.
He aquí mi poema:
Oh ciudad fuerte
y múltiple
hecha toda de hierro y acero
los muelles. Las dársenas,
las grúas.
Y la fiebre sexual
de las fábricas.
Aquí, el poema reúne imágenes y descripciones que se vinculan directamente con la cotidianeidad dentro de las grandes urbes modernas: una zona portuaria, edificios. “La fiebre sexual de las fábricas” muestra ese instinto humano reprimido por las horas de trabajo y juega, porque las fábricas pueden estar enfermas de esa fiebre, pueden albergar esa consecuencia que se traduce en un impulso instintivo.
La modernidad en sí y su sistema de creencias y concepciones, profundiza las brechas económicas entre las diversas clases sociales, en lugar de acortarlas.
Las revoluciones han fracasado, la desigualdad existe, pero el arte se abre paso con nuevas estructuras y sistemas de pensamiento. Ese es uno de los méritos más destacados del estridentismo, vanguardia mexicana que, influida por Marinetti, Tzara y Huidobro, supo, sin embargo cimentar un estilo propio, espontáneo e irónico.

Marina Cavalletti
Colaboradora
Es profesora de castellano, Literatura y Latín y Técnica profesional en música. Aprobó su tesis en la Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF hace pocos días y en breve la defenderá. Es corresponsal de El Tribuno de Salta desde 2005. Colabora con medios independientes como periodista y correctora . Dio clases en la UBA, “El Alicia” y el IUNA. Es profesora en la UNDAV. Además, es compositora y poeta. Ama la radio y el folklore. Desde junio coordina el ciclo “Brote poético”.