El día de ayer, lunes 10 de octubre, falleció el poeta Leonardo Martínez, oriundo de Catamarca en 1937. En 1989 publicó su primer libro de poesía, Tacana o los linajes del tiempo, y desde 1990 residió en Buenos Aires. Publicó también Ojo de brasa (1991), El señor de Autigasta (1994), Asuntos de familia y otras imposturas (1997), Rápido pasaje (1999), Jaula viva (2004), Estricta ceniza (2005), Las tierras naturales (2007), Los ojos de lo fugaz (2010) y la reciente antología Escribanía de vivos y muertos. Se fue sin grandes ceremonias pero con el cariño de sus amigos. Sus cenizas serán llevadas a Catamarca.
LA CASA
Mi padre
heredó de viejo
la casa y los alfalfares de mis abuelos.
La casa estaba en ruinas,
puertas y ventanas tapiadas.
Las hormigas habían levantado grandes túmulos
en los pisos.
Los techos filtraban el agua de las lluvias
y por los huecos de las tejuelas rotas
la luz caía en figuras cambiantes.
Mi herencia fue en otoño.
La iguana, que tenía su cueva
en la sala de sillones sombríos
empezaba a dormir su sueño de invierno.
Las comadrejas abandonaban el nido
hecho en la maraña del clarín de guerra
y en el patio
sólo se oía la embestida del viento.
Los alfalfares ya eran montes
de vegetación áspera y cerrada,
guarida secreta de habitantes
de la casa.
Ahora,
la casa está vencida
el tiempo clausurado.
VUELTA A LA NOCHE
Antes fue la noche
Es hora de regresar a ella
El bosque está en penumbra
La arboleda guarda en su ramaje
el vapor de todos los alientos
y la grieta de donde emergimos
se abre a la sombra del padre que cuida
En la hojarasca nos dejamos caer
y con la oreja pegada a la tierra
sentimos el largo latido de años que se esfuman