Por Sandra Bianchi.

En abril de 2016 nos dejó el escritor Jorge Ariel Madrazo, querido por su persona y valorado por sus textos. Junto con su partida recibimos el legado de acompañar la llegada de su nuevo libro de microficciones. Paradójicamente, el libro estaba saliendo de imprenta y su presentación ya estaba organizada. Esa mezcla de despedida y bienvenida inesperadas nos conmovió a sus lectores y amigos, intensamente.

Yo no sé qué hago con vos que sos pobre y no sabés francés es el segundo y último libro de microficciones de un escritor de trayectoria, un escritor de oficio. Su antecedente en este género es Quarks, cuyo título sirve al autor como símil para introducir sus miniaturas de ficción.

En este nuevo corpus de textos breves el lector se encontrará con la continuidad de una voz y su poética, no solo en lo que atañe a la brevedad, también en relación con su obra de poesía y narrativa más extensa.

En este (micro) mundo creado por Madrazo no solo se están narrando los breves relatos ficcionales, sino que con la lectura del libro completo se percibe la narración de un entramado de fuerzas complementarias u opuestas, en tensión.

El primer conflicto aparece en la portada, en ese largo, irónico y peculiar título, que tanto divertía al propio Madrazo y que proviene de una experiencia personal. Le encantaba contar que estaba preparando este volumen, que ya tenía título antes que textos, y lo anunciaba remedando el tono con que una mujer hacía tal declaración.

Al libro se ingresa con un conflicto “¿qué hago con un tipo como vos?”, sería la esencia, el quid de la conflictiva cuestión. Y el marco de ese reclamo llegará después. Pero el conflicto parece complicarse, en toda redundancia, en esa sola línea. El tono, el punto de vista de la enunciadora está presentado de forma tal (la causa tropieza con la consecuencia) que tensiona con el punto de vista del lector, que percibe en esa expresión otras resonancias, con cierto tinte irónico, cercano al ridículo, a la insensatez, incluso a lo clasista.

Los conflictos que instala Madrazo en sus ficciones se producen por dos motivaciones: el extrañamiento, como dispositivo literario y la falta, como dispositivo de la subjetividad.

La visión de quien narra o protagoniza estos breves relatos se sostiene en una mirada extrañada del mundo. Un mundo y un sujeto sorprendidos por el hecho extraño, en todas sus gradaciones: lo fantástico, lo asombroso, lo inquietante, lo temible.

Duende

Me vienen desapareciendo diversos objetos queridos. No le encontraba explicación. Hoy lo sé: es Ella, que se los lleva con mano translúcida. Ahora los dejo a su alcance, en su mesa de luz.
Y espío, cada noche, para ver si la sorprendo en pleno hurto.

 

Gota

Esa gotita de luz, esa gotita de agua de lluvia que brilla, vacilante, en mi balcón húmedo del diluvio, y que refleja la luz del departamento del edificio de enfrente, contiene en si misma todo el departamento de enfrente, sus habitantes, sus humores y el momento, ahora, cuando se sientan a la mesa. Descubrir todo este mundo en la gotita exigiría una vista notablemente aguzada. Ya mismo corro a buscar la lupa.

Lo fantástico también se manifiesta en las trasformaciones que sufren las personas, incluso en el extrañamiento de sí mismos, en la autonomía de los objetos, en las secuencias dislocadas de toda lógica.

Mi prima Reneé

Desde niñita supo que no se debe comer con las manos. Hoy, ya adulta, antes de sentarse a la mesa se despoja, con infinito celo, de ambas manos y las deja a buen recaudo sobre el perchero o la silla más próxima.

Por otra parte, la falta, en el sentido lacaniano, es estructural en este universo. Todo el corpus configura e instala un estado de incompletud marcado por lo que no se es, lo que no se tiene, por lo que no fue, hasta por evocaciones de lo deseado y no vivido, que procuran un sostenido clima de nostalgia.

Crac

Hace setenta millones de años América hizo crac y se abrió de Europa. Hace un millón de años África hizo crac y brotaron los Pirineos, los Cárpatos, los Alpes. Hace diez años te rompiste de mí, hice crac y me creció esta parodia, esta máscara.

 

No tanta nostalgia

Le tenía dicho a Jorge Ariel que es malo engolosinarse con el pasado; quedarse hurgando en el aire, como bobo, las imágenes de un ayer perdido, evocar aventuras no vividas apenas hundía una magdalena en el té. Y ocurrió: hoy, al salir para el trabajo, a su puerta lo aguardaba una diligencia rechinante, tirada por cuatro caballos. El auriga, amplio sombrero tipo cowboy, le reprochó: “¡Arriba, doctor, estamos retrasados!”.

Para intervenir el tono emotivo de estos relatos, otros textos diseminan sarcasmo, ironía, humor, humor negro, matices tan propios de la poética madraziana.

Una de terror

La zona está convulsionada; van largas semanas que un payaso de ojos desorbitados, pantalón ceñido con tirantes y una máscara blanca por cara, emerge de entre los árboles, o de un portal o esquina particularmente sombríos para precipitarse sobre hombre, mujer o niño, y perseguirlos, amenazador, a grandes zancadas. Eso creen quienes, presas del pánico, salen de ronda provistos de palos para el debido escarmiento. Ignoran que el pobre payaso, perdido en su bruma mental, corre en ruego de auxilio; huye, aterrado, de sí mismo.

Ambos dispositivos están cruzados por dos temas recurrentes en su poética: el amor, especialmente “el amor que no fue” y la mujer. El tratamiento de la figura femenina recae en el extrañamiento: la mujer es un ser extraño, de diversa manera. No solo entraña cierto misterio subjetivo sino también su anatomía puede resultar raramente transformada.

Loba primeriza

Dos obsesiones colmaban las horas de mi amiga Sabina: el amor por las novelas de aventuras y la adoración a los bebés. La primera, oh, sí, precipitó los hechos. Al concluir la lectura de “El libro de las Tierras Vírgenes”, la ansiedad le impedía dormir: ¿cómo podría arropar entre sus brazos a alguien como el maravilloso Mowgli, el niño-lobo? Así, días y noches. Cierta mañana, los rayos del sol naciente le revelaron, en el espejo, a una bella lobezna. Demoró en advertir que era ella misma. Aullando un largo auuuuu saltó por la ventana. Hacia lo desconocido. No consiguió el bebé, pero los leñadores han visto en el bosque a una loba con cara humana y canturreando, dulcemente, el arrorró, a un desflecado muñeco de trapo.

Es indudable que hay en su poética una preocupación, además de una atracción, por la figura femenina y por los vínculos que se establecen en las relaciones humanas, especialmente en las relaciones mujer – hombre. Más allá del ritmo narrativo intenso, tenso, sintético que propone la microficción como género, sobresale en estos breves el exquisito tono poético de Madrazo. En este sentido, su trabajo con el lenguaje transciende las formas literarias para acercarse al texto como un cuerpo vivo que respira, late y vibra.

Sandra Bianchi

Sandra Bianchi

Colaboradora

(Buenos Aires) Es profesora en Letras, escritora, editora, crítica literaria y gestora cultural. Actualmente es jefa de edición en Ediciones Santillana. Se dedica al estudio y difusión de la microficción. Además de prólogos y artículos sobre este género, ha elaborado, entre otras, las antologías Arden Andes. Microficciones argentinochilenas (Macedonia Ediciones, versión argentina/Simplemente editores, versión chilena), Cartón lleno (Eloísa cartonera) y la edición  argentina de ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género ¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género (en colaboración). Sus microficciones están publicadas en diversas antologías nacionales y extranjeras.

Share This