Por Cristina Domenech.

En el CUSAM, en la unidad penitenciaria 48 de San Martín, la poesía es una herramienta para simbolizar el infierno cotidiano. Pero al obtener la ansiada libertad esperan nuevos infiernos.

Desde el año 2009 trabajo en la unidad penitenciaria 48, en el espacio que la Universidad Nacional de San Martín tiene dentro del penal: el CUSAM. Año tras año fuimos construyendo un espacio donde a mí me toca usar la poesía como herramienta. A partir de la palabra poética reconocemos que el infierno existe pero puede ser simbolizado, actualizado, combatido y comprendido a través de la palabra. El uso del lenguaje hace su magia. A través de la palabra los compañeros que van integrando el taller construyen lazos de afecto y compañerismo extremos.

No sólo en el espacio del Taller de poesía Rodolfo Walsh, sino en la totalidad del espacio educativo. Así, en los pasillos del CUSAM se escucha hablar de Foucault, Chomsky, Wittgenstein, Platón, últimamente Saussure, Pierce, Barthes. Es una enseñanza extraordinaria verlos luchar contra la adversidad, adquirir recursos no sólo académicos sino humanos, para lograr una convivencia donde los más altos valores circulan de un modo difícil de creer dentro de una cárcel.

A partir de la palabra poética reconocemos que el infierno existe pero puede ser simbolizado, actualizado, combatido y comprendido a través de la palabra.

Pero está el después la ansiada libertad, el afuera. Es una utopía a veces por la que esperan muchos años, diez, veinte. Como dijo el reciente Licenciado en Sociología Diego Tejerina, primer sociólogo que sigue preso sin ningún beneficio, en la cárcel durante un año no se viven trescientos sesenta y cinco días, se vive un día trescientas sesenta y cinco veces. Diego es un referente de lucha, perseverancia y una muestra de lo que el derecho a la educación hace en un ser humano.

No agacha la cabeza, no se golpea el pecho diciendo por mi culpa por mi culpa por mi culpa. Diego comprende, aprende, decide quién va a ser cuando salga.

Diego Tejerina: En la cárcel durante un año no se viven trescientos sesenta y cinco días, se vive un día trescientas sesenta y cinco veces

Adentro del penal vive el diablo, es el infierno: las puntas o facas, como más nos guste llamarlas, la transa con la policía para obtener un poco de paz (¿?); nada es gratis, ni la mismísima paz o la educación dentro de un penal. Los presos que deciden traspasar el umbral dentro de la cárcel hacia la universidad, que también está dentro de la cárcel, tienen que luchar mucho para no ser puestos en el casillero de los perejiles. Ya no son los más malos ni los que más prestigio delictivo tienen, ahora son estudiantes. Además de su prontuario carcelario, que es lo que los valida, tienen ahora que lograr respeto a partir de sus dones. La pelea es algo que van cambiando por la palabra. No perder el respeto que les tienen es un trabajo titánico. No es fácil querer cambiar en un sistema tan perverso. Si uno cambia ya sabemos que cambia el sistema entero. La poesía tiene la habilidad de poder romper con la lógica del lenguaje, por lo tanto también rompe con la lógica del sistema carcelario. ¿Poesía en la cárcel? ¿Quién lo hubiera soñado? Sin embargo año tras año descubro el talento impresionante que tienen esos seres que se queman todos los días de su vida en las llamas; a veces tan tremendas como las del infierno del que parten antes de llegar a la cárcel.

No es fácil querer cambiar en un sistema tan perverso. Si uno cambia ya sabemos que cambia el sistema entero.

Algún día llega el beneficio de la libertad. Ese día se encuentran a la salida de la cárcel, en el borde mismo del basural, o más bien, dentro del basural donde están construidas las tres unidades penitenciarias del Complejo Penitenciario San Martín, las unidades 46, 47 y 48, con un enorme pasacalle imaginario que reza: BIENVENIDOS AL INFIERNO. La Universidad Nacional de San Martín absorbe gran cantidad de egresados, pero hay los que no llegan a ocupar un espacio que les pueda facilitar la universidad, y nadie tiene en cuenta lo imposible de vivir del aire. Los que deciden no robar más, construirse una vida digna, asumen una epopeya. No hay epopeya sin sufrimiento. ¿Más todavía? ¿Esto es la libertad?, se preguntan muchos cada uno de los días que empiezan a vivir haciendo malabares. La sociedad toda mira para otro lado. Se espera que vuelvan a robar, el sistema lo pide de rodillas; no hay un lugar que acompañe realmente a los que salen de la cárcel. Es un infierno con otra lógica que el de adentro, pero infierno al fin.

¿Esto es la libertad?, se preguntan muchos cada uno de los días que empiezan a vivir haciendo malabares. La sociedad toda mira para otro lado.

Tal vez estas líneas salgan de mi corazón, de esta época donde uno se pone más sensible todavía (si es que esto es posible) cuando ve que todo lo que vamos haciendo juntos es lento y mientras tanto la gente tiene que vivir, darle de comer a sus hijos, celebrar nacimientos, soñar con el amor y con un futuro mejor para ellos. Ojalá la poesía nos dé la clave de cómo vencer al demonio en espacios tan queridos como el papel, pero también en el mundo concreto donde también vivimos.

Todo llega a la tinta de la muerte
Pablo Neruda

El papel con hambre de palabras
contiene imágenes sin voz
Amordazadas costumbres
culturas invisibles

Gotas desprolijas de metáforas
escupen la hoja
logran la atención de un hombre
que detiene su marcha

Una boca reseca de letras busca un espacio
la sed del pronunciamiento
sostiene gestos que caen sin decir mucho

La tinta abraza la vida
sella sus muertes
pero en aquel papel perduran
reseñas del infierno
que poco a poco hacen sentido

Martín Bustamante

Agua quemada. Lamás Médula. Mayo, 2016

Calles azotadas

Mientras el frío entra por los ojos

(mitaíces descalzos guerreros del sistema

muerte en un día de doble muerte

sustancias en el cuerpo)

la infancia se pierde en la plaza

de un pueblo donde ríen

sueños acribillados

Los caú se lamentean

a los ojos del mundo

 

Bruno Ledesma

La sal de hielo desbarata la terrible mirada enmudecida

Vidas mutadas al azar desvelan sueños

Proyectan lágrimas de sangre que no cesan

El aire se apaga en un respiro

La injusticia y el tiempo cargan las balas

Festejos simulados con banderas

superan la paz horrible del día

que aguarda en una casa

frágil como una semilla de cristal

Nace en tus labios el gusto amargo del fruto

ilustrado en una copa que desborda llanto

al beber nacer vivir:

la incertidumbre nublada de morir al sol

Jorge Carrena

A Martín Bustamante
Waldemar Cubillas
Mario Cruz
José Gómez (Pólvora) y tantos otros

Cuando te pasaron por la picadora de carne

necesitás alto voltaje para vivir

volarte la cabeza con plumas de pájaro

enterrarte hasta el cuello en medio del barro

escupir el final de las cenizas

Saliste hace rato del fuego

Pobre ave fénix que se cree mil

por aguantar adentro

y salir vivita y volando

-del fuego salimos muertos- dijiste varias veces

Pero estás encendido porque el barro

es un juego de pibes para vos

Tenés una bomba en la mano

Letra a letra le vas poniendo garra

Le decís a ese gil que te muestre la suya

-¿Eso es una garra?- pensás

Aunque te burlás de vos mismo

de tu propio miedo

de los cojones que descubrís que hacen falta

para ponerte a llorar como un chico

en el cordón de la vereda

 

Cristina Domenech

Cristina Domenech

Cristina Domenech

Colaboradora

(1954) Escritora y filósofa, coordina talleres de escritura y lectura para niños, adultos, y presidiarios del Centro de Estudiantes Rodolfo Walsh del Centro Universitario San Martín (CUSAMUniversidad Nacional de San Martín, Unidad Penitenciaria 48, Provincia de Buenos Aires. Propone utilizar el lenguaje como instrumento de liberación y como una forma de cambiar el mundo. Dirige la colección Para la libertad de Ediciones Lamás Médula.

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