Por Roberto Liñares.

Nerudición esculpida en roca y parrafada de dos locos en Trasandinia: Una nueva entrega de esta carnicería que se mete con los clásicos de la poesía y los héroes de la historia nacional y sale triunfante con una copa en la mano.

Corría el año o la década y se sabe que de cada década que tuve tengo heridas. A ver, corría la década del cuarenta del siglo próximo pasado y muchos recordaban la década del cuarenta del siglo 19, o sea no tan próximo pasado, más precisamente en lo referido al salto de algunos por la Cordillera de los Andes, rumbo a Chile, no para comprar electrodomésticos sino por electrodos místicos; tal el caso del padre del aula (de madre desconocida), Don Domingo Faustino Sarmiento.

Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, en vida y para siempre más conocido por Pablo Neruda, en 1945, cuando las tropas soviéticas iniciaban el asedio final a Berlín -en búsqueda de darle un tratamiento de shock a un paranoico tan notable como Adolfo Hitler, y en orden con las directivas del Partido Comunista para el mundo y la periferia americana- escribe un poema de doble dirección, intitulado La vuelta de Sarmiento, que “reza” así:

Quién golpea la puerta, quién toca los umbrales?
Qué adusto paso se oye, qué sombra se avecina?
De quién es la severa mirada que se acerca?
Quién viene solitario sobre la nieve andina?
Es el viejo Sarmiento que regresa.,
La noche una vez más cae sobre Argentina.

Abrid de par en par las puertas de la Patria
para que su cabeza fatigada repose
en el aire y la luz de Chile que él amaba,
sobre la tierra libre que conoce.

El látigo de Rosas se levanta de nuevo:
los tigres de Facundo corren por las estepas
en donde maduraba la vida de su pueblo.
Sarmiento no podía descansar en su tierra.

Desde Alemania la semilla malvada
voló para crecer en el campo argentino.
Y la noche de Rosas, la noche carcelaria
llenó de oscuridad y dolor los caminos.
Por eso se levantó la orgullosa cabeza
como un antiguo dios del suelo americano,
como un árbol sombrío de arrogancia y tristeza,
y contempló la noche de antaño, la noche del tirano.

Y otra vez emprendió la marcha a la frontera
donde pudiera estar su pensamiento,
y otra vez nuestras puertas de altura y cordillera
vieron pasar la sombra severa de Sarmiento.

Su corazón palpita otra vez en la casa
que amó, en el asilo contra los opresores,
su viejo corazón es como una semilla
que vino a germinar entre nuestros terrones,
por eso lo esperábamos ahora como antes,
hasta que salga el sol más allá de los montes.

Gran refugiado, eres tu patria desterrada,
reposa y lucha: es éste tu solo mandamiento.
Siéntate y come nuestro pan de nuevo,
vuelve a nosotros otra vez tu pensamiento.
Y no devolveremos tu sombra peregrina
hasta que desde toda la extensión argentina
venga la Libertad a encontrarte, Sarmiento.

Entonces, y muy a gusto con los más íntimos deseos del estalinismo, Neruda logra hacer danzar en una bellísima coreografía, venciendo tiempo y espacio, al trío Rosas-Hitler- Perón con Mingo Sarmiento y el ménage a trois de Roosevelt-Churchill- Stalin.

Pero lo que más emociona son dos o tres sutilezas. Una: dualidad de dualidades. La dualidad luz-tinieblas, que haría empalidecer al Zarastro y a la Reina de la Noche, de la flauta mágica de Mozart (desconozco si era mágica, me refiero a la ópera) entre el tratamiento de la misma en La vuelta de Sarmiento: “…La noche una vez más cae sobre Argentina…”; “…en el aire y la luz de Chile que él amaba…”; “…Y la noche de Rosas, la noche carcelaria / llenó de oscuridad y dolor los caminos…” y “…contempló la noche de antaño, la noche del tirano…” y el tratamiento en el archi hiper conocido Himno a Sarmiento del por cierto iluminado y conchudo catalán de nombre Leopoldo Corretjer, autor de la letra y música del citado himno, denso en densidad apologética: “…Con la luz de tu ingenio iluminaste / la razón, en la noche de ignorancia…” Con razón lo elogia el catalán que en su notable habilidad autoral, escribiría en sus ratos libres, un tango titulado La Razón y otros tangos tales como El Afilador, Mi Negra; Apuntá pa otro lao; Don Viruta y Chicharrón y Mate a medias. La Diosa Razón es una diosa prolífica, vaya. Todo en conocimiento de Pablo Neruda, por ser todo anterior a la entrada de la URSS a Berlín.

Pablo Neruda debe haber sentido una sana congoja en el pecho, en la modesta glosa del gran sanjuanino, aquel que grabara en las rocas de los Andes y en el idioma de la culture esa frase señera: “On ne tue point les idées» (“Las ideas no se matan”).

La otra dualidad: el incansable cansancio. En La vuelta de Sarmiento: “…para que su cabeza fatigada repose…”; “…Sarmiento no podía descansar en su tierra…”; “…reposa y lucha: es éste tu solo mandamiento». En el Himno…: “…Fue la lucha, tu vida y tu elemento; la fatiga, tu descanso y calma…”. El masoquismo en clave de encendido elogio (que espero no me haga desear la fatiga, porque no terminaré la nota y no soy Sarmiento) para que me devore la devoción del lector. Por supuesto, Todo en conocimiento de Pablo Neruda, por ser todo anterior a la entrada de la URSS a Berlín.

Es imposible que el aura intelectual y humanística de Sarmiento, pueda sustraerse al análisis de los intelectuales comprometidos. Eso se debe a su prosa cargada de belleza metafísica y temperamento sanguíneo. Valgan dos pequeños fragmentos de su florilegio epistolar para comprender lo que digo:

“Buenos Aires, setiembre 20 de 1861. Excelentísimo señor general D. Bartolomé Mitre. …No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humanos…”.

O (o incluso ¡Oh!):

“San Juan, 18  de Noviembre  de 1863. Excelentísimo señor presidente de la República brigadier general don Bartolomé Mitre. Mi estimado amigo: No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses…” “…Hoy respira, los arrieros se prestarán a salir a vender sus frutos de dos años, los mineros a restablecer sus trabajos: de Chile vendrán hombres y capitales…” (Agregaría yo que también vendrían poéticas laudatorias).

Pero dejemos reposar unos minutos al mismo Sarmiento, leudando al gran maestro en el templo que en el pecho de la niñez se ha levantado y en el cual sigue viviendo, aunque al morir haya descendido a los cuadernos.

«Excelentísimo señor general D. Bartolomé Mitre. …No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humanos…” D. F. Sarmiento

Pablo Neruda debe haber sentido una sana congoja en el pecho, en la modesta glosa del gran sanjuanino, aquel que grabara en las rocas de los Andes y en el idioma de la culture esa frase señera: “On ne tue point les idées» (“Las ideas no se matan”).

Pero ya que de rocas andinas se trata, si se va de roca en roca, te derrocan. Un camarada de Neruda y gran poeta chileno también, Pablo De Rokha, sin embargo ni inhibición se enemistó con Don Pablo, y lo llenó de vidriosas diatribas al vate del Nobel, llegando a acusarlo de ser condescendiente con Perón (recordemos la poética parentela con Hitler y Rosas). De todo ello da cuenta las obras de Pablo de Rokha: Neruda y yoArenga sobre el arte y Tercetos dantescos a Casiano Basualto (En este último y extenso poema juega cruelmente, entre una catarata de ataques, con el verdadero nombre de Neruda: Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto).

En esta humilde nota, algunos ejemplos de De Rokha: “Reitero mi adhesión incondicional al Partido Comunista, al enjuiciar al Pablo Neruda, como enemigo de los trabajadores, escondido en su vanguardia…”; “…A Neruda lo van a defender los interesados en mantener el confusionismo por la pesca a río-revuelto…”; “…Desafío al nerudismo, con el caudillo a la cabeza, a la pública dilucidación de todo el problema del arte y la belleza desde el enfoque social del Materialismo Dialéctico e Histórico…”; “…Pablo Neruda no pretendió poner su nombre al servicio del Partido Comunista, pretendió poner el Partido Comunista al servicio de su nombre, y su nombre se lo engendró la burguesía imperialista…” y así podríamos seguir hasta el cielo, a pesar del ateísmo de los contendientes.

No entraremos en la polémica sobre si Neruda fue fiel o no al Partido Comunista, lo que sí se puede dar fe es que al tiempo del alto poema andino a Sarmiento (y a Rosas y a Perón) lo era, de punta a punta. Después, es cuestión de Pablos.

No sé si esto ayuda a dilucidar, pero quiero aportarlo a la luz, contra la noche de la ignorancia. ¿No tendrá algo que ver el hecho que el hijo adoptivo de Domingo Faustino Sarmiento, se llamara Domingo Fidel Sarmiento y antes de su adopción Domingo Fidel Castro, en principio hijo del fallecido Domingo Castro, mmmm….

Neruda logra hacer danzar en una bellísima coreografía, venciendo tiempo y espacio, al trío Rosas-Hitler- Perón con Mingo Sarmiento y el ménage a trois de Roosevelt-Churchill- Stalin.

En principio, en fin… Pablo Neruda, el genial trasandino, nació en la localidad chilena de Parral. Y si de parral hablamos me pongo en vena y en vino, trayendo a consideración a otro vate y coterráneo de Neruda. Al antipoético Nicanor Parra, que en un fragmento de su poema Noticiario 1957 escribe: “…Plaga de terroristas argentinos. / Kelly huye vestido de mujer / Esqueleto que mueve las caderas…” haciendo referencia a Guillermo Patricio Kelly, pintoresco y corajudo personaje de la política argentina, heterodoxo integrante de la Alianza Libertadora Nacionalista (cuyo jefe, Queraltó, conocido por filo-nazi seguramente no se hubiera vestido de mujer) en la década del 50 del siglo XX. Kelly, luego de depuesto Perón, después de distintas alternativas que exceden este enjundioso estudio literario, huye como travesti, para salvar su pellejo de la Revolución, casualmente también llamada “Libertadora”. Cuánto ir y venir del Atlántico al Pacífico, en paradojal ausencia de lo pacífico.

Como para ir vaciando el vaso y en esta confusa y corchea atmósfera de péndulo binario y vinoso de sarmientos, parrales, parras y vides ilustres, me largo en tirabuzón descorchador concluyendo que dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda, como plantea la famosa cueca, que es lo único que, a esta altura, me gira contagiosa y embriagadoramente en el marulo. ¡Salud, andes que nada!

Roberto Liñares

Roberto Liñares

Colaborador

(1955, Buenos Aires) Poeta. Sus obras han sido publicadas en distintas revistas, y formado parte de numerosas antologías. Ha recibido varios premios (Biblioteca Belisario Roldán, Departamento de Extensión Universitaria de la Facultad de Derecho, Club Banco Provincia, Central de los Trabajadores Argentinos, Secretaría de Cultura de la Asociación Bancaria, etc.). Participa en distintos recitales y “performances”.

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