Por Marina Cavalletti.

Entrevistamos a Darío Sztajnszrajber que este mes presentará «Salir de la caverna», un nuevo espectáculo que combina rock y filosofía.

La humanidad se piensa y se repiensa desde tiempos inmemoriales. Tanto que la filosofía es una de las ramas con más historia dentro de las ciencias sociales. Para muchos, sin embargo, era hasta hace poco tiempo, una categoría ligada estrictamente a las élites de la academia. Sin embargo, en nuestro país Darío Sztajnszrajber decidió sacarle el corsé catedrático al saber y democratizó el acceso a la filosofía divulgándola en radio, televisión, libros, diarios y teatros. Aunque seguramente no es el único que difunde las prácticas de Sócrates y tantos otros, sí es uno de los más originales. Fusionó el rock con aquel “amor al saber” y se dedica, entre otras cosas, a escribir tweets con juegos de palabras como “Siempre es bueno volver a Marx”.

Lamás Médula: El próximo jueves 19/01 llegarás al Kónex con Salir de la Caverna. ¿Qué puntos tienen en común esta propuesta y la anterior, Desencajados?

Darío Sztajnszrajber: Desencajados sigue. Estamos reestrenando temporada para toda la primera mitad del año. Lo que estamos armando es un segundo espectáculo, a estrenarse en agosto. Salir de la Caverna es otra cosa. Es una experiencia que comenzamos a hacer en Tecnópolis hace algunos años. Es más una clase abierta, donde voy explicando la alegoría de Platón, pero muy al estilo de lo que hacemos nosotros. Inmiscuyéndonos en la cuestión más cotidiana, tratamos de que el texto platónico –sus ideas- nos interpele de algún modo en nuestra cotidianeidad. Voy dialogando con la gente que está presente, haciéndonos juntos las preguntas que surgen del relato de La alegoría de la caverna, que no es más que un disparador para hacer filosofía. La banda de música va haciendo temas muy reconocidos del rock nacional que dialogan con los temas que vamos trabajando. Pero es otra puesta. No es una obra, como en el caso de Desencajados. Es más bien una clase abierta con una banda de rock, un poco el sueño de todo profesor: dar su clase con una banda presente.

La filosofía tiene mucho de musical y el rock tiene mucho de filosófico.

LM: Platón funda el dualismo, aquella dicotomía entre el mundo de las ideas y el mundo sensible. ¿Cuál es su actualidad hoy? ¿Qué canciones seleccionaron para esta ocasión?

DS: Más que trabajar la cuestión más tradicional del dualismo platónico, intentamos mostrar cuál es el rol de la filosofía como un discurso que permite ir desenmascarando un mundo que se nos presenta como instituido. Es más bien la historia de este prisionero que se libera y qué puede hacer con esa sensación de libertad, que es una sensación bastante paradójica. Porque, por un lado se siente más libre, pero por otro se siente incomprendido frente a los suyos. Empezamos el show con El anillo del Capitán Beto, de Spinetta que, de algún modo representa a este viajero, que es el que hace filosofía. Está yendo a ningún lugar, sino marchando con el objetivo de cuestionar que toda marcha tiene que tener un destino fijo. Es esta idea de la filosofía que rompe con los criterios establecidos, sobre todo en relación a la productividad de la existencia. Entonces, este viajante que es el capitán Beto anda por el cielo y anda con sus fantasmas. Me parece que es una buena metáfora de lo que es la filosofía. Del mismo modo que, cuando llegamos al final del relato de Platón, hacemos Prófugos de Soda Stéreo. Si uno se detiene en su letra, se da cuenta de que hay algo de esta sensación: uno puede salirse de una caverna, pero no termina más que entrando en otra caverna más grande. Por lo tanto, tal vez el único destino que tenemos es escapar, salir corriendo… pero con alguien. Los prófugos somos los seres humanos. Y que es la única opción que nos queda, para no salir de una caverna y terminar afirmándonos en otra.

Este viajante que es el Capitán Beto anda por el cielo y anda con sus fantasmas. Me parece que es una buena metáfora de lo que es la filosofía.

LM: El hecho de pasar por el río Leteo para encarnar en un cuerpo cárcel del alma nos hace eternos buscadores ¿Cuáles creés que son las búsquedas más intensas de la filosofía de fines del siglo XX y principios del XXI? ¿Existe allí una actualización de Platón?

DS: Las búsquedas son siempre coyunturales, digo coyuntural en el sentido de que las búsquedas son eternas, pero –como dice Baudelaire-maquilladas por el ropaje del tiempo. Siempre hay una búsqueda de trascendencia, me parece que en eso reside lo platónico, pero que en nuestro tiempo tiene más que ver con el impacto de la tecnología, sobre todo en nuestros cuerpos. Impacto tecnológico que ocurrió siempre, porque el ser humano es un ser tecnológico. Lo propio de nuestro tiempo ya no es el impacto de la rueda, sino de la informática. Los condicionamientos materiales epocales están atravesados por las mismas búsquedas: la cuestión de la muerte, los vínculos, el sentido. En algún punto están siempre presentes. Así como la cuestión tecnológica es clave en nuestros tiempos, tiene una traducción directa en esa filosofía que ha sido denominada biopolítica, como un marco teórico que recorre la obra de muchos pensadores preocupados por ese encuentro entre lo tecnológico, lo médico, el poder, la política y la exclusión, de algún modo atravesado por el derecho. Un mejunje bastante importante, pero que me parece hoy es el camino que la filosofía más trabaja.

El poder es más eficiente no cuando niega, sino cuando normaliza un tipo de valor como si fuese único.

LM: Sobre el cuerpo como prisión ¿Cómo analizás la vinculación entre la corporalidad, el capitalismo y la llamada dictadura de la imagen? ¿Entrará Foucault en el planteo?

DS: Entra en el planteo, obviamente, sobre el final. El relato de la alegoría de la caverna me permite hacer una serie de links importantes con Heidegger, con Marx y con Foucault. Hasta nos tomamos el tiempo de explicar el panóptico y visualizar de qué modo está presente en nuestra sociedad, tal como lo entiende Foucault, como una sociedad carcelaria. En el sentido de pensar el autodisciplinamiento como la forma más efectiva del ejercicio del poder y cómo eso está internalizado en el modo en que están intervenidos nuestros cuerpos. Me parece que esa es una buena forma de pensar la alegoría de la caverna hoy. Cuando uno toma el relato y ve a esos prisioneros sentados, mirando en el fondo de la caverna cómo se suceden imágenes o sombras… Claramente puede ser relacionado, no sólo con la televisión como objeto, sino como todo lo conceptual de la estetización de la existencia de un mundo hegemonizado por la imagen. Pero no sólo por la imagen como algo irreal –porque hasta podemos cuestionar la distinción entre lo real y lo aparente- sino con un determinado tipo de imagen. Como dice siempre Foucault, el problema no es un problema de represión. No tiene tanto que ver con qué se nos reprime, sino que tiene más que ver con el tipo de prácticas que se normalizan como únicas. El poder es más eficiente no cuando niega, sino cuando normaliza un tipo de valor como si fuese único.

Siempre hay una búsqueda de trascendencia (…) que en nuestro tiempo tiene más que ver con el impacto de la tecnología, sobre todo en nuestros cuerpos.

LM: En tus espectáculos fusionás el rock con la filosofía. ¿Creés que el rock es una filosofía en sí misma?

DS: Muchas cosas unen al rock y la filosofía. Primero hay un propósito de provocación, de irreverencia, en ambos géneros que los aúnan. Se trata siempre de lecturas y sensibilidades que rompen la tranquilidad y seguridad de nuestro cotidiano. Esa es un poco la clave. Así como la filosofía, con sus preguntas, desestabiliza las certezas y promueve la incerteza como valor crítico en un mundo que nos presenta demasiadas certezas (pero, como decíamos antes con Foucault, certezas entramadas en un tipo de interés); al mismo tiempo, el rock es una música que te obliga a descolocarte de lo que podría ser un «sonido hegemónico» (entre recontra comillas). Uno no puede andar caminando tranquilamente por la vida y haciendo sus acciones cotidianas con el rock & roll en el oído. Porque lo que hace el rock es zamarrearte, cambiarte el ritmo, la energía. Me parece que, en ese sentido, son dos géneros que apuntan a lo mismo: un descalabramiento de las formas más sosegadas de existencia. Sobre todo porque parten de la idea de que ese sosegamiento es más funcional a este tipo de normalización de la vida del que hablábamos antes. Por un lado, eso los aúna. Por otro, me parece que la filosofía tiene mucho de musical y que el rock tiene mucho de filosófico. Entonces, nosotros siempre tratamos de encontrar ese puntos de contacto. Para que la palabra filosófica tenga un poco más de movimiento y que el rock tenga un poco más de la voz del intelecto. Esa es la mezcla que buscamos.

Marina Cavalletti

Marina Cavalletti

Colaboradora

Es Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF, profesora de castellano, Literatura y Latín y Técnica profesional en música. Además, es corresponsal de El Tribuno de Salta desde 2005. Colabora con medios independientes como periodista y correctora. Dio clases en la UBA, “El Alicia” y el IUNA. Es profesora en la UNDAV. También es compositora y poeta. Ama la radio y el folklore. Desde junio coordina el ciclo “Brote poético”.

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