Entrega #15
Me alejé mirándolo de soslayo. Había algo muy extraño en él. Artificial, macabro. Como un títere hecho con un cadáver. Como un muñeco animatrónico zombie. Como alguien que regresó de la muerte para ser el juguete de un niño psicótico.
Iba directo hacia papá para preguntarle si sabía algo del enfermero ominoso, pero Balder me salió al cruce y me llevó tras el pequeñito de un brazo, aferrándome con fuerza.
– Sigámoslo –dijo, en el mismo acto de forzarme a seguirlo. Él también notaba algo extraño y tenía la necesidad de saber de qué se trataba. No era lo esperable: Balder se había convertido hacía tiempo en una masa de aura tirada en un sillón fumando y escuchando una y otra vez el medley de Acuarius y Let the sunshine in de una banda llamada The fifth dimension (La quinta dimensión), que se supone era el lugar donde los dioses vivíamos antes de caer en la materialidad. Pero algo le había dado nueva vida, impulso y dirección, como a la rama de muérdago que lo atravesó tiempo atrás:
– Mi papá dice que él es el culpable. Hugin y Munin lo han estado siguiendo y le contaron a Padre cosas muy sospechosas. Al parecer es otro refugiado, otro dios, pero con un aura fluctuante y extraña, híbrida. Como vos, pero peor.
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¿Qué se puede esperar de alguien a quien califican “como vos pero peor”? ¿Qué se puede esperar de alguien que califica a otro comparándolo con vos y utiliza el cuantificativo “peor”?
Sólo se es peor que otra cosa ya de por sí mala, por lo que alguien que te utiliza como término de comparación en ese contexto no te tiene en muy alta consideración. Y que Balder, quien en definitiva soy yo mismo desde otro punto de vista, se refiriese a mí de esa manera, no me gustaba. Era un tanto esquizofrénico. Pero, después de todo, los distintos dioses somos manifestaciones de la esquizofrenia de la humanidad, así que tiene algo de lógica. Los seres humanos nunca deciden si se aman o se odian y en consecuencia se la pasan enviándose a cielos e infiernos inventados de una forma tan cíclica y predecible que ya resulta aburrida.
*
Seguimos al enfermero hasta un sótano que se convertía en un pasillo sucio y ennegrecido y acababa en una puerta vaivén con un cartel pegado que decía “No Pasar”. Por supuesto, cualquier prohibición es una invitación cuando estás investigando, sobre todo si el sospechoso ha sido el primero en ignorarla. La puerta vaivén, vieja y con las bisagras vencidas, dejaba una abertura de varios centímetros que permitía observa el interior de la habitación. Era un gran galpón subterráneo, sin ventanas ni otras puertas, lleno de frascos de vidrio, retortas y quemadores de acetileno, calderos antiguos y morteros de piedra. El laboratorio de un moderno alquimista, que aunaba lo nuevo con lo antiguo en materia de química.
– ¿Estás seguro de que es un dios?
– Papá está seguro.
– ¿Y para qué necesita todas estas porquerías entonces?
– No sé. ¿Para qué necesitás vos el vino si sos tan copado? Podrías embriagar a la gente sin necesidad de alcohol.
– Touché.
– Además, ¿nunca te pusiste a pensar que después de nosotros pueden haber nacido miles de dioses que no conocemos, uno por cada nueva realidad que aparecía en el mundo? Siempre pensé que debería haber un dios de las ciudades. Si fuera de los tuyos se llamaría Ubius o algo así. O un dios de todas las cosas que sirven para comunicarse o ver a distancia…
– Telepanthos…
– O lo que sea. Así que si existe la alquimia, el dios de la alquimia se llamaría…
– No sé, eso es medieval, está como mil años adelantado para mí.
– ¡Ponele onda!
– Bueno, se llamaría… Albert Quentin Immio… ¡y le dirían Al Q. Immio!
– ¡No, si sos un idiota! Yo al menos tengo la excusa de estar siempre drogado.
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Una incursión en el laboratorio podía ser peligrosa. No sabíamos a qué nos enfrentábamos. Si sólo se trataba de un enfermero misterioso no habría mayor problema, pero si de verdad lidiábamos con un dios exiliado y compuesto por más de una presencia, la cosa se podía complicar.
Los dioses dobles son doblemente peligrosos y no es un juego de palabras. Cada dios doble tiene una faceta desconocida, por eso era bueno que fuéramos tres investigando los acontecimientos. O dos y medio, porque Jesús no tenía otros dioses en su panteón, por lo que su conocimiento de otros dioses no nos servía para nada. Además, el conocimiento de Balder y el mío sólo tenía utilidad si nos enfrentábamos a la amalgama de un dios griego con uno nórdico; en cualquier otro caso, supongamos, si Odín se mezclara con el Toth egipcio, en base a sus atributos como reveladores de la magia, sólo Balder podría reconocer parte de esa conjunción y, tal vez, tener una cierta influencia sobre él.
*
Rayos y relámpagos, explosiones estáticas, chispas de fricción entre elementos, una que otra bola de humo colorido e incandescente. El set completo de una adaptación de Frankestein.
El pequeño enfermero iba de acá para allá accionando palancas, presionando botones, subiendo el nivel del fuego, verificando el precipitado de sustancias que viajaban por tubos enrulados de cristal de un recipiente a otro. Enloquecido, bailaba de un sitio al siguiente como un niño volador, como un bebé alado.
En el centro de la habitación se levantaba un obelisco de metal y vidrio en el que convergían los rayos de energía, además de todo un sistema de cables desplegados desde las paredes, el piso, el techo. Una figura apenas visible entre los múltiples resplandores parecía moverse, intentando ponerse de pie. Estilizado, de miembros largos y delgados, con manos delicadas pero de espalda ancha y hombros poderosos, mirar al ser dentro de la caja de vidrio producía la extraña sensación de observar un cuerpo humano pero anómalo.
– ¡Santa mierda! -exclamé. Y me di cuenta en el acto de que estaba mirando demasiadas películas subtituladas.
– ¿Qué es eso? ¿Qué está haciendo?
– Algo completo… algo que no va a necesitar dioses para sentirse entero… la Rebis….
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Cristian Carrasco
Colaborador
Escritor y estudiante de Letras. Nació en 1978 en Villa Regina, Río Negro. Vive en Neuquén Capital. Fue miembro del grupo poético Celebriedades y participó en el proyecto Almacén Literario (www.almacenliterario.com).