Entrega #21
– Esto es muy raro. Es como el número veintiséis de Animal Man, cuando Buddy conoce a Grant Morrison. Ahora que conozco a mis personajes, no sé qué va a pasar.
– No somos tus personajes.
– ¿Entonces qué son?
– ¡Somos dioses! ¡Somos la representación autoconsciente de las fuerzas de la naturaleza! ¡Deberías sentirte avergonzado de hablarnos así, vos que sos un simple mortal, y además un mortal fallido!
Emanuel entrecierra los ojos y estira un brazo con la mano abierta hacia el vidrio. Eros, que había gritado esa última exclamación de soberbia divina, comienza a agitarse como Elvis en sus buenos tiempos. Es extrañamente cadencioso aunque podemos ver que le causa dolor. Una danza vudú a capella. En lugar de por tambores, el ritmo es marcado por el sonido de sus articulaciones dislocándose, sus huesos chocando entre sí.
A medida que se contorsiona y va disminuyendo su tamaño, también va perdiendo cohesión molecular, o como se diga desaparecer en idioma de ciencia ficción. Al final, es una mota translúcida que entra en la nada sin anunciarse: sin un “pop!”, sin un efecto visual de burbuja reventando, sin un grito ahogado que pierde las vocales finales. Y así, sin más -soplo en mi mano mientras abro de golpe los dedos-, desaparece.
– No estaba del todo seguro de si eso iba a funcionar -dice Emanuel, con cara de niño que le habla a la fila de hormigas con una potente lupa en la mano.
*
– ¿Así que así va a ser ahora? -pregunto. Hay muchos argumentos a los que recurrir: no devolver mal por mal, ser mejor que tus enemigos, exhibir grandeza en la victoria. Todas esas estupideces dignas de Jesús que tanto te ayudan a distraer y ganar tiempo mientras planificás el contragolpe definitivo, pensando en aplastar de un pisotón la cabeza del adversario al que ni borracho le darías la otra mejilla. Pero creo que con Emanuel nada de eso serviría. Son razones sociales, se apoyan en la necesidad de crear un mundo ordenado mediante reglas que impidan a los humanos matarse a cada momento. Solo, aislado, separado de todo contacto humano real, él no tuvo oportunidad de aprenderlas. Es inmune a esa presión emocional masificada que llamamos moral. No tiene más mundo alrededor que su propia vida.
¿Podemos asesinar a este niño para salirnos con la nuestra? En el sentido de ser capaces, no sería la primera vez, hay decenas de ejemplos. Pero en el sentido de tener la oportunidad, tal vez haya un problema. Emanuel no es un chico normal. Pero lo peligroso no es su singularidad: lo peligroso es que está comenzando a dimensionarla.
*
– Imaginar es como respirar, ¿sabés? Podés dejar que tu cuerpo respire solo, de forma natural, o podés controlar concientemente el ritmo, la duración, la profundidad de cada respiración. Y creo que ahora ya puedo controlar mi imaginación.
– ¿Y eso qué significa para nosotros? ¿Vas a hacernos desaparecer a todos?
– No. No necesariamente. No sé, la verdad. Pero algo va a cambiar. Si este ahora es mi mundo, va a ser un mundo hecho a mi manera.
– No creo que puedas controlarlo todo. Solamente a nosotros, por lo que hemos visto. El mundo real está fuera de tu alcance.
– Pero ustedes son ideas y las ideas controlan el mundo, así que en cierta forma…
– ¡En cierta forma nada! El plano divino es una bolsa de justificativos y racionalizaciones que los humanos usan para sentirse menos basura. Cambiando el plano divino no lográs nada. Cuando una creencia no les sirve a sus propósitos, no les lava la conciencia, no los deja tener doce esposas, linchar al ladrón, ir al cielo después de asesinar en una guerra, lo que sea, inventan otra religión a su medida y listo. No controlás nada que sea importante. Somos fósiles de ideas que alguna vez sirvieron. Es como si fueras dueño de todos los fósiles de dinosaurio del mundo: eso no te da ningún poder sobre los animales vivos hoy.
– Entonces será cuestión de conseguir ese poder.
Mira fijo a ninguna parte, al vacío entre él y nosotros. Creo que sus ojos brillan. Su concentración es patente, un bloque de acero hecho de pensamiento que hace aparecer a nuestro lado, en un instante, a mi abuelo y su doble romano.
-Cronos, Saturno… bienvenidos. Llegó el tiempo de hacer algunos cambios.
*
Con un movimiento de manos, Emanuel une a Saturno y al abuelo en un solo ser. Parece hacerlo sin el menor esfuerzo, como si, tras años de repetirlo, lo dominara a la perfección. Como respirar.
Es lógico pensar que, al disgregar a Eros, Emanuel le haya robado el poder que le permitía unirnos según nuestras similitudes. Despojos de guerra. El botín de ganador.
Cronos y Saturno son casi indistinguibles, se parecen tanto que el ser resultante de su unión es como el trillizo que faltaba en la foto. Se queda de pie sin saber muy bien donde está, tambaleándose. Recuerdo lo que es estar así unido, la confusión de resaca a la enésima potencia, los pensamientos resonando en el cerebro plural como la copa de un árbol repleta de pájaros piando al mismo tiempo.
Emanuel aprovecha su estado de indefensión y ataca a ese nuevo ser. Con una sonrisa lo reduce a la nada y, de alguna forma, lo sé, absorbe sus poderes. Ahora domina el tiempo.
Concentrado en algo que ocurre dentro de su mente, o al menos fuera de nuestras percepciones, nos ignora durante unos cortos minutos. Sus ojos se mueven, gesticula levemente con los labios. Cualquier experto en expresiones faciales podría decir que está utilizando todas sus facultades cognitivas: memoria, imaginación, lógica. Su cerebro enciende todos los cilindros, monta todos los caballos de fuerza. Cuando vuelve a prestarnos atención dice:
– Bueno… a partir de ahora la verdad es ésta…
*
Nos cuenta una extraña historia de ciencia ficción: en un futuro lejano, la Tierra es habitada por mutantes. Algunas mutaciones los reducen al estado de seres híbridos, con rasgos animales y comportamiento feral. Otras son internas, imposibles de identificar a simple vista. Hay un sistema penitenciario donde los mutantes con apariencia completamente humana vigilan a los otros.
Aparece también una máquina del tiempo: los presos se fugan al pasado y varios grupos de guardiacárceles los persiguen hasta distintas épocas del pasado y distintas ubicaciones geográficas. En cada lugar, los habitantes son testigos de la lucha entre monstruos y seres con rasgos humanos provistos de poderes incomprensibles, y crean historias acerca de dioses, titanes, engendros abominables, para explicar lo que han visto.
Se suceden los saltos temporales, hasta que dioses y monstruos llegan a nuestro presente, en una lucha maniquea entre el bien y el mal que promete su explosivo final en los próximos días, minutos, segundos.
Sabemos todo eso pero no nos afecta. Esa reescritura del pasado no nos cambió en nada. Tal vez porque no hay nada heroico en nosotros, porque nuestros poderes no tienen ninguna utilidad.
– Si salen ahí afuera sus padres, tíos, hermanos, son todos superhéroes. Zeus-Júpiter lanza rayos de sus manos. Helios-Apolo absorbe y redirige la energía del sol. Neptuno-Poseidón respira bajo el agua y controla los animales marinos.
– ¿Y nosotros?
– Ustedes son mis testigos. Son lo más parecido a personas, a seres humanos normales. Al menos saben lo que es morir y esa consciencia de la mortalidad va a estar en ustedes por siempre. Eso les va a hacer más fácil aceptar el cambio.
– ¿Qué cambio?
Otra vez el brillito en los ojos y la sonrisa en los labios.
*
Somos humanos ahora. Ese fue el cambio. La adaptación no fue tan difícil, habíamos practicado un poco antes.
Es lo más ciclotímico que existe. Vivir sin poderes es aburrido, aunque las drogas y el alcohol pegan más. Nuestros familiares no nos reconocen y eso por un lado es triste pero, por otro lado: un par de veces nos han salvado como a damiselas en peligro y, de habernos reconocido, las burlas hubiesen sido insoportables.
Comenzó con los panteones antiguos, pero Emanuel siguió creando héroes con poderes. Al parecer no puede detenerse, cada día surgen otros nuevos, los poderes se repiten, los nombres de algunos son prácticamente iguales. Es un mundo extraño y Emanuel se asegura de que continúe así.
Realmente encontró la forma de intervenir en el mundo real, eso se lo concedo. Se ubicó en el punto más alto de la pirámide y desde ahí dirige lo que ocurre, dando pequeños toques que lleven la historia hacia la dirección que él desea. Crear un nuevo héroe es iniciar una guerra o terminarla, generar una nueva fuente de energía, descubrir otros mundos habitados, eliminar pueblos enteros. No hace falta más que endilgarles las cualidades necesarias, la personalidad y el nivel de poder, y dejarlos actuar según su naturaleza.
Sólo nosotros tres sabemos que ahora el mundo es gobernado por un niño cruel, amoral, encerrado en su propio mundo, sin consciencia de los demás ni contacto con la realidad.
Nadie nota la diferencia.
* FIN *

Cristian Carrasco
Colaborador
Escritor y estudiante de Letras. Nació en 1978 en Villa Regina, Río Negro. Vive en Neuquén Capital. Fue miembro del grupo poético Celebriedades y participó en el proyecto Almacén Literario (www.almacenliterario.com).