Por Claudia Sánchez Rod.
Buenos Aires, con sus lluvias invernales, fue el cobijo literario de Claudia Sánchez Rod, que buscaba sin buscarlo un sendero que las cartas de Olga Orozco marcaban.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo el Mundo:
Olga Orozco
De los treinta días que pasé en Buenos Aires me queda el recuerdo de un viento frío mezclado con la llovizna del invierno. Cada tarde de ese mes de julio caminé por la avenida Corrientes y pensé en todo lo que me pertenecía de esa ciudad: la lluvia de fuego que formó Lugones con el hechizo de su pluma; la mirada última de Beatriz Elena Viterbo antes de morir; la obsesión por volar que tenía Oliverio Girondo; las cincuenta pastillas con las que Alejandra Pizarnik puso fin a su vida; el último cigarro que encendió Oliveira frente al apartamento de Traveler y Talita; y las cartas del tarot de Olga Orozco. Todas esas cosas habían sido mías casi desde siempre, pero no fue sino hasta que recorrí esa avenida por primera vez que lo supe con absoluta certeza.
Siempre caminaba hasta la calle Florida y me metía en un bar, ordenaba un Malbec y me ponía a observar a la gente, a leer y a tomar apuntes. Muchas veces imaginé a Olga Orozco pasar por ahí, con su abrigo negro, sus guantes de piel y sus ojos verdes, llena de prisa por llegar a la redacción del Clarín y entregar sus horóscopos a tiempo. Llevaba el bolso lleno de papeles y el cabello algo desordenado por el aire. Un día la vi entrar en un café y, en la última mesa, en la más escondida, sacar su tarot para revolver con sus blancas manos los 78 naipes, concentrada en la adivinación de los azares futuros. Para cuando descifró el mensaje que los arcanos mayores le reservaban, su taza de café ya estaba fría. Bajo sus dedos descansaba el universo representado en las cartas del conocimiento, las de la emoción y las de la acción; tres planos en su poder: el material, el espiritual y el anímico. Abrió su libreta de notas y escribió: “Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir”. Y comenzó a llover en Buenos Aires, la calle se puso gris y Olga se llevó la taza fría a los labios. Contempló la carta del Loco, se preguntó algo y entrecerró los ojos dos segundos.
Muchas veces imaginé a Olga Orozco pasar por ahí, con su abrigo negro, sus guantes de piel y sus ojos verdes, llena de prisa por llegar a la redacción del Clarín y entregar sus horóscopos a tiempo.
Volvió a escribir en su libreta: “Escucha. Alguien avanza y las maderas crujen debajo de tus pies como si huyeras sin cesar y sin cesar llegaras.” Más tarde la vi marcharse bajo la lluvia, con su paraguas negro y su bolso lleno de papeles se perdió entre las calles. ¿Qué llevaría en su corazón al caminar con tanta prisa? No lo sé, pero sé que en su cabeza se formaban los versos que yo después leería aquella tarde, en aquel bar de Buenos Aires:
“Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con su brillo de lágrimas y espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós…”
Nada de esto es cierto, claro está, yo no sé si Olga tenía un tarot ni de qué color eran sus ojos, pero me gusta imaginarlo. A eso se va a Buenos Aires. A eso y a beber vino en algún lugar de Puerto Madero, frente al Río de la Plata; a alimentar a las palomas de la Plaza de Mayo y llevar flores a la tumba de Oliverio, en el panteón de la Recoleta. O a buscar el Aleph y tocar el sur con las dos manos.

Claudia Sánchez Rod
Colaboradora
(Ciudad de México) Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó la Diplomatura “An approach to the meaning of life and death”en la Universidad de Toronto, Canadá. Se ha desempeñado como periodista y traductora. Entre sus publicaciones se encuentra el poemario El vino derramado(Barcelona), el libro de cuentos La marta negra(Barcelona) y el poemario Me dejaste puro animal inexistente(Morelos). Ha participado en las antologías Ocho lenguas de Medusa (Morelos), Soñando en Vrindavan y otras historias de ellas(E.U.A.), entre otras. Actualmente se desempeña como Jefa de Redacción del sitio literario El libro de arena.