Por Marina Cavalletti
El director dialogó con Lamás Médula sobre su trabajo más reciente, “La Cordillera” y repasó sus otros films. Además aseguró que existe un mito alrededor de los premios y que la producción comercial nacional no toma riesgos.
El cine argentino tiene, desde Fernando Birri a Leonardo Favio, desde Luis Puenzo a Fabián Bielinsky, una multiplicidad de miradas que nos ayudan a pensarnos como sociedad. Cintas con una fuerte impronta política, otras enmarcadas en la maquinaria del entretenimiento. Lo cierto es que el séptimo arte, aún en la era de Netflix, YouTube y la piratería, sigue dando pelea con variadas historias que nutren la gran pantalla e incluso, cosechan galardones en los festivales más destacados del mundo.
En este contexto, Santiago Mitre volvió al ruedo con una co-producción entre Argentina, Francia y España que pone su eje en una cumbre de presidentes americanos y, como rasgo atípico, introduce un elemento fantástico, que ha generado adhesiones y críticas.
En diálogo con Lamás Médula, el realizador explica que junto a Mariano Llinás, coguionista del proyecto, pensaron en un film que hiciera foco en un presidente y combinara el aspecto macropolítico y del ejercicio del poder, con su intimidad, apuntando también a lo micro, a través de un pequeño conflicto con su hija. Entre los personajes de Hernán y Marina Blanco (Ricardo Darín y Dolores Fonzi) emergió luego “la idea de introducir un elemento fantástico y que la película fuese virando hacia una zona más inquietante”, detalla Mitre.
Santiago Mitre volvió al ruedo con una co-producción entre Argentina, Francia y España que pone su eje en una cumbre de presidentes americanos y, como rasgo atípico, introduce un elemento fantástico, que ha generado adhesiones y críticas.
La sinopsis del film, estrenado a mediados de agosto, recalca: “El pasado, alguna vez tranquilo y doméstico, se transforma en un elemento amenazante, casi fantástico, cuando es visto desde la cima de la vida pública, visto desde la cumbre”. Lo cierto es que al ámbito del poder es recurrente en el realizador: Desde “El Estudiante” se ve el entramado de intereses diversos en una universidad, condensados en la figura del militante Roque Espinoza. En un ejercicio de futurología, Llinás y Mitre evaluaron la posibilidad de que este joven llegase a presidente y desde esa noción primigenia nació “La cordillera” donde, según Mitre “se retrata a la política en términos ficcionales”.
En esa cristalización puertas adentro de la cotidianeidad presidencial, Mitre reflejó el vínculo entre un primer mandatario y su hija, partiendo de cierta fragilidad, de aquellos que no han elegido la exposición “Marina es conmovedora”, indicó sobre el rol que encarna Fonzi y que se opone a las decisiones del presidente. Esa misma tensión, salvando las distancias, se evidencia entre Paulina y su padre, un renombrado juez, en “La patota”.
Entonces, el cine de Mitre viene a repensar la esfera del poder, en diversos ambientes. Y dentro del cine de este siglo, es uno de los directores más reconocidos de la actualidad.
Lamás Médula: La Patota fue multipremiada, ¿eso facilita la exhibición de la obra?
Santiago Mitre: Este tal vez sea un sincericidio, pero “La Patota” ganó muchísimos premios y se vendió muy poco. Es decir, que hay un poco un mito en torno de eso. Calculo que ayuda ganar el Festival de Berlín o de Cannes, pero La Patota ganó en ese festival y solo se vendió a los lugares que tienen más relación directa con el cine argentino: España, Portugal, Grecia, Francia, que venía desde antes, porque es una co-producción. Creí que después de Cannes y San Sebastián íbamos a tener más ventas, y no pasó. Me parece que el cine que tiene circulación es el cine comercial, que es un cine que ya está armado con estrategias para eso.
LM: Te formaste como cinestasta a fines de los ’90 al calor de las obras de Albertina Carri, Pablo Trapero, o Lucrecia Martel, ¿qué opinás sobre estos realizadores?
SM: Tengo admiración por todos ellos. A Trapero lo conocí mucho, me parece un muy buen cineasta. A Albertina también, por amigos en común, y me parece una directora de una solvencia ideológica, de una convicción inquebrantable. Y me encanta. A Lucrecia Martel solo la conozco como espectador, por ver sus películas. Me gustan mucho. Me parece una artista importa y es la directora argentina con más reconocimiento internacional que hay. Tengo admiración total.
LM: Algunos afirman que conjugás el cine de autor con el comercial, ¿lo ves así?
SM: Creo que estoy intentando esa quimera que me dijeron que es posible: estar en los dos espacios. Hacer un cine que aborde temas de mucha contemporaneidad y con una mirada fuerte, pero que a su vez pueda llegar a la mayor cantidad de público posible. El riesgo es no traicionarse en la búsqueda de llegar al público. Poder ir creciendo de escala y no perder la singularidad, no convencionalizar el cine, que es lo que yo detesto: el cine que no te dice nada. Ese cine de formato que no arriesga desde ningún lugar: ni desde lo temático ni desde lo formal. Y de eso está lleno: el cine industrial argentino es eso sobre todo, si bien ha mejorado mucho su técnica.
LM: ¿Creés que le falta riesgo?
SM: Al cine industrial argentino le falta riesgo. Luego, el cine argentino es muy bueno y está lleno de películas y cineastas en el under interesantísimos. Y son las películas a las que les cuesta acceder a las salas: Alejo Moguillansky, Matías Piñeiro, mi amigo Mariano Llinás, Laura Citarella, Rodrigo Moreno, Martín Rejtman, Lisandro Alonso. Son directorazos que se topan con la limitación del esquema de distribución de argentina. Creo que los que tienen que ocuparse de eso miran hacia otro lado, o no les interesa. Menos los que ocupan ese lugar hoy en día.

Marina Cavalletti
Colaboradora
Es Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF, profesora de castellano, Literatura y Latín y Técnica profesional en música. Además, es corresponsal de El Tribuno de Salta desde 2005. Colabora con medios independientes como periodista y correctora. Dio clases en la UBA, “El Alicia” y el IUNA. Es profesora en la UNDAV. También es compositora y poeta. Ama la radio y el folklore. Desde junio de 2016 coordina el ciclo “Brote poético”.