Por Diego Tomasi.
Siempre lo mismo. Me despierto y otra vez noto que no pude soñar que leía. Me preocupa. Nunca un libro, nunca un diario, nunca ninguna letra.
Me paso el día preguntándole a otras personas si alguna vez soñaron una escena en la que estaban leyendo.
Pero no. Nadie.
Empiezo a investigar un poco.
El sueño, el acto de dormir, es fundamental en muchos sentidos para el cuerpo y el cerebro. Si antes se lo pensaba como una mera negación de la vigilia, y esto implicaba asegurar que mientras dormimos no hay actividad, no pasa nada, la ciencia se acerca cada vez más a la idea de que el sueño es un proceso muy activo. Y es, además, vital porque cuando dormimos estamos, básicamente, recuperando energía para la siguiente vigilia. Hay investigaciones que plantean que el sueño tiene una función restauradora, en el sentido de que en esa etapa se produce una síntesis de hormonas, proteínas y otros compuestos necesarios para el organismo. Además, el sueño podría tener una función ligada a los procesos cognitivos, es decir, a organizar experiencias y recuerdos que la persona incorporó mientras estuvo despierta.
Si antes se lo pensaba como una mera negación de la vigilia, la ciencia se acerca cada vez más a la idea de que el sueño es un proceso muy activo.
En su novela Si una noche de invierno un viajero, Ítalo Calvino narra una escena de lectura dentro de un sueño. Dice: “Estás en el tren, un largo tren que atraviesa Ircania. Todos los viajeros leen gruesos volúmenes encuadernados, cosa que en los países donde periódicos y revistas son poco atractivos sucede más fácilmente que en otros lugares. (…) Te esfuerzas por leer qué está escrito en el lomo de las encuadernaciones, aun cuando sepas que es inútil porque es una escritura para ti indescifrable”.
En octubre de 1992 se estrenó el trigésimo capítulo de la serie animada de Batman. El episodio se llamó Perchance to dream, algo así como Soñar, tal vez, en alusión a un pasaje del famoso soliloquio de Hamlet en la obra de Shakespeare. En la escena central – que resume el nudo del planteo – Batman aparece en medio de un sueño, aunque todavía no sabe que está soñando. Empieza a intuirlo cuando intenta leer un diario, pero no puede porque las letras se deforman, se retuercen, no son más que un montón de líneas confusas e ilegibles. Similar a lo que ocurre en el párrafo de la novela de Calvino. Batman no se rinde, y trata de leer un libro. El resultado es el mismo. Vuelve a intentarlo varias veces, hasta que destruye su biblioteca personal, lleno de impotencia.
En el siglo II d.C. vivió Artemidoro de Daldis, que fue el primero en sistematizar un estudio sobre los sueños y sus posibles interpretaciones. Pretendía dar carácter científico a su trabajo, y se le ocurrió que recorrer muchos países para recolectar la mayor cantidad posible de sueños era un método incontrastable. Llegó a reunir más de tres mil, que ocuparon cinco libros. De ese enorme catálogo, un único apartado se refiere al acto de leer. Ahí aparecen maravillas como la siguiente: “Soñar con leer de una forma correcta y habitual palabras extranjeras indica que se adoptarán tierras extranjeras, y que allí se obtendrá un gran éxito. Mientras que leer mal una lengua extranjera significa que uno será desgraciado en tierra extranjera, o que, cuando esté enfermo, se trastornará, a causa de que su voz es extraña”.
En La interpretación de los sueños, publicado en 1899, Sigmund Freud analiza cientos de casos de sueños, y sistematiza una teoría. En los dos tomos que comprende el libro, hay poquísimas referencias a personas que sueñan que leen. En el primer capítulo, Freud cuenta un sueño de Alfred Maury, un psicólogo que lo antecedió y lo influyó: “en otra ocasión, en que se durmió con una dolorosa inflamación en los ojos, tuvo la alucinación hipnagógica de pequeñísimos, microscópicos signos que debía descifrar por sí solo con gran esfuerzo; después de una hora despertó, y recordó un sueño en que aparecía un libro abierto de caracteres diminutos que él había debido leer trabajosamente”. Hay otros ejemplos. Un paciente sueña con una pizarra en la sala de hospital, en la que puede leerse su propio nombre. Otro sueña con dos papeles con las leyendas “No comer” y “No trabajar”.
Sigmund Freud analiza cientos de casos de sueños, y sistematiza una teoría. En los dos tomos que comprende el libro, hay poquísimas referencias a personas que sueñan que leen.
En el año 2001, el psiquiatra Ernest Hartmann dicta una conferencia en Santiago de Chile en la que da precisiones sobre su trabajo acerca de las modalidades y funciones del sueño. Explica que la corteza cerebral (ese manto de tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios y en el que ocurren la percepción, la imaginación y el pensamiento) funciona como una compleja red. Dice también, que el acto de soñar establece conexiones en las redes de la mente mucho más ampliamente que en el estado de vigilia. Cuando estamos despiertos, las conexiones en nuestro cerebro se realizan de una manera más lineal, más como el cauce de un río, mientras que cuando soñamos estas conexiones son más abiertas, y por eso conforman una red. “En nuestros sueños -agrega el psiquiatra- deberían estar casi ausentes las actividades de la vigilia que necesitan un nítido enfoque, como calcular, escribir, o leer”.
Pareciera que no es imposible soñar que estamos leyendo. Pero es muy poco frecuente. El investigador italiano Piero Salzarulo y su equipo advierten que hay al menos tres interpretaciones posibles a esta posibilidad:
La primera es la que propone Hartmann.
La segunda indica que los procesos de producción del sueño no pueden hacer uso de las adquisiciones culturales relativamente recientes. Esto lo comparte el investigador brasileño Sidarta Ribeiro, que explica que, al haber llegado la lectura, evolutivamente, mucho después de que los seres humanos desarrolláramos el sueño, tendría funciones adaptativas mucho más básicas y, de cierta manera, no tan útiles.
La tercera interpretación, expuesta en el trabajo de Salzarulo, dice más o menos esto: “Las actividades como leer, escribir o mecanografiar son difíciles de llevar a cabo en los sueños debido a su naturaleza de habilidades aprendidas con mucho esfuerzo. No se trata de adaptaciones evolutivas que responden a las necesidades del ambiente ancestral”. Para esta interpretación, Salzarulo se basa en los trabajos de Antti Revonsuo, investigador principal de la Universidad de Turku, Finlandia.
Pareciera que no es imposible soñar que estamos leyendo. Pero es muy poco frecuente.
Le escribo a Revonsuo, que me responde: “Desde mi punto de vista, la lectura o la escritura son habilidades que tuvimos que aprender no solo con gran esfuerzo, sino generalmente a través de la enseñanza formal. No aparecieron en nuestra historia evolutiva como adaptaciones biológicas. Son más parte de nuestra cultura que de nuestra biología. No son habilidades que estuvieran cableadas, predeterminadas en nuestro cerebro. En contraste, el lenguaje hablado sí está preestablecido en nuestro cerebro, de modo que aprendemos naturalmente a hablar y a entender el lenguaje hablado, sin educación formal. Por eso es que en los sueños hay un montón de lenguaje hablado: hablamos y escuchamos hablar a otras personas en nuestros sueños todo el tiempo. Pero casi no leemos ni vemos a nadie leer”.
Me siento abrumado. Temo que todo esto, toda esta herencia evolutiva, me haga mal.
Ahora, en el último borde de la vigilia, pienso en mi niñez, cuando creía que desear mucho un sueño hacía que el sueño sucediera.
No me pasó casi nunca.

Diego Tomasi
Autor invitado
Autor de El caño más bello del mundo. Pensamiento futbolero de Juan Román Riquelme (Hojas del Sur, 2014); Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar (Seix Barral, 2013) y El hombre que miraba (Círculo de Escritores Independientes, 2000). Primer Premio del Concurso de Microficción organizado por la Fundación El Libro en 2015 y del Concurso Nacional de Narrativa Argentina. Productor de radio. Guionista de televisión. Integrante del Congreso Gombrowicz.