Por Nahuel Difalco.
Recién llegado de la ruta Jorge Fandermole sabe que pronto la retomará. Es que entre el 3 y el 5 de agosto girará por el conurbano, en teatros de Morón, Bandfield y San Isidro. A pocas horas de reiniciar el ciclo semanal el compositor y pieza fundamental de la trova rosarina, contesta el llamado de Lamás Médula.
En la conversación, el artista reflexiona sobre su premiado disco doble “Fander”, revela cómo convive el pasado y el presente, y describe un futuro de imágenes, tras la muerte del formato disco tal y como lo conocemos.
Lamás Médula: ¿Cómo es ese trabajo de traer canciones del pasado o que quedan sueltas porque no han sido grabadas, a un disco nuevo como fue el caso del “Fander?
Jorge Fandermole: “Fander” es un disco doble que tiene en una de sus unidades todas las canciones que hasta ese momento no habían sido grabadas o, eventualmente, lo había sido alguna por otro intérprete. El otro disco era el de las canciones viejas, que se puede sostener porque era una selección de aquellas que tienen más vigencia, en términos de lo que uno va rescatando de las canciones de su pasado. Aquellas que son más acordes a cierto lenguaje poético actual, que -a pesar de que pasó el tiempo- todavía uno las puede seguir cantando con ganas y las siente actualizadas por cuestiones de la historia o por el lenguaje poético y musical. Esa parte del disco de canciones viejas, retomadas y reversionadas, son una selección o antología de aquellas que uno cree que todavía se sostienen y que coinciden con un gusto propio. De esa manera fueron pensadas.
Es muy difícil armar un repertorio en este momento, con canciones completamente inéditas. Si yo quisiera hacerlo, me encontraría que probablemente a la canción número dieciocho, y en el momento en que diga que “hago la última”, me pidan o me exijan las canciones viejas.
Uno trata de buscar un equilibrio entre las canciones nuevas y las que están en la memoria de alguien que las siente como propias, como “Cuando”, “Oración del remanso” o “Sueñero”. Y las hago con mucho gusto porque mantienen ese lenguaje que coincide con el gusto mío.
LM: ¿Sucedió con alguna canción inédita , que el contexto te marcara que era “hora de grabarla”?
JF: Hay algunas. Supongo que uno espera el momento adecuado. A veces cuando uno arma los discos, no los piensa como el recipiente en el que tiene que estar todo lo que queda pendiente. En todo caso, uno busca equilibrar algunas cuestiones de energía y sin querer quedan canciones que nunca fueron grabadas. Como un chamamé que me acuerdo que lo cantaba a fines de los ’80 y nunca fue grabado.
No grabé muchos discos: dos para la EMI en la década del ’80, un disco independiente con Lucho Gonzales, Iván Tabarelli y Juancho Perone -que se llamó Primer toque-, otro en el año ’93 para el sello de Lito Nebbia, Melopea, discos conjuntos como “Rosarinos” y después de 2002 fueron producciones mías. En todos los casos siempre intenté poner material que no había sido grabado antes. En “Fander”, pude rescatar esas canciones que por ahí ya tenían treinta años y que había generaciones que nunca las habían escuchado. Porque eran de ’80 y fueron poco conocidas. Ese material aparece como un material perdido, debido a que esos discos desaparecieron y son ediciones que no están más. Y las pude retomar para que no queden en el olvido.
LM: ¿La experiencia de tocar con diversos artistas y escuchar tus canciones en la voz de otro le aporta algo a la canción que no habías percibido?
JF: Sin ninguna duda, claro que es así. Yo he sido muy afortunado porque me parece que he tomado buenas decisiones. Porque desde fines de los ’80, además de llevar adelante mi proyecto personal, vengo participando mucho en proyectos conjuntos. En Primer toque -que es un disco en cuarteto- la figura de arreglador y de creador de Lucho Gonzales, fue muy importante para nosotros porque funcionó como un maestro dentro del grupo. Hizo indudablemente que yo empezara a ver que la canción propia cuando la toma y la versiona otro, en la otra voz, empieza a sonar distinta e incluso mejor. Empieza a sonar con matices que uno no había previsto.
Lo mismo me pasó tocando el grupo “Rosarinos”, o en los dos o tres años que estuve tocando a dúo con Rubén Goldín, que al escuchar la canción en la hermosa voz de Rubén, uno ya la escucha distinto. Suena diferente y renovada o transformada. Lo mismo me pasó con el Negro Aguirre, el Trio de guitarras de Rosario, con Adrián Abonizio. Y últimamente me pasó con Juan Quintero, que es un artista increíble y un creador con una lucidez impresionante, y además es un intérprete maravilloso. Cuando uno escucha las propias canciones en los otros, esa canción se transforma, se renueva y cobra un carácter que no tenía cuando uno la cantaba.
LM: ¿Tenés pensado hacer un disco con Juan Quintero?
JF: Sería una muy buena idea, pero también hay que tener en cuenta que en este momento uno tiene que ser muy cauteloso, porque estamos viviendo probablemente lo que algunos reconocen como una crisis terminal del soporte. Entonces no es cuestión de decir “vamos a hacer un disco” porque estamos en un momento en que una gran cantidad de productores a nivel internacional, les están pidiendo a los músicos que no hagan discos, porque no los pueden vender. Te piden que hagas videos para poder difundir una expresión artística. No es el disco hoy por hoy una cosa con la que uno puede decir muy livianamente “vamos a hacerlo, lo grabamos y en dos meses lo sacamos”. Juan Quintero hace poco con Aca seca y ahora tiene que mostrarlo; y dos meses antes sacó un disco en trío con Santiago Segret y Andrés Pilar; ósea que tiene discos para presentar para tirar para arriba. Yo hace dos años que estoy queriendo grabar un disco con material nuevo, y estoy dudando permanentemente porque después hay que presentarlo y venderlo; y estamos en uno de los peores momentos respecto de la industria y el mercado del disco.
LM: Muchos artistas toman la idea del disco como caduca, y publican material en plataformas como Spotify…
JF: Si, es que eso es lo que hay. Y lo que te están pidiendo cada vez con más vehemencia es que hagas videos, más que discos o temas grabados. Quieren y necesitan cada vez más la imagen para difundir quienes somos, a dónde nos presentamos, y qué vamos a hacer. Y en ese sentido yo tengo que reconocer que pertenezco a otra generación. A mí me cuesta mucho en lo personal, estar todos los días generando imagen para ponerla en las redes y que la gente se entere. Y además, sinceramente no estoy de acuerdo; porque creo que en términos de comunicación, estamos pasando por otra crisis mayor y muy grave. Entonces no estoy de acuerdo con ponerme a generar imágenes cada dos días, para lograr que la gente se entere de lo que estoy haciendo. Como decía, soy de otra generación, y me veo en medio de una situación bastante grave. En todo caso, tendré que ver cómo me voy acomodando y reaccionando frente a estas nuevas exigencias y nuevas expectativas. Habrá que ver como uno se posiciona…
LM: ¿Los momentos de crisis, de alguna manera, obligan al trovador a tomar una postura?¿O puede tomar un camino paralelo respecto de la sociedad?
JF: Me parece que toda la realidad individual del artista está absolutamente amarrada a la realidad social. Cada uno forma parte de una comunidad, y dependiendo del grado de consciencia, madurez, visión del mundo y filosofía, ninguna crisis puede resultar indiferente a los ojos y a los lenguajes que maneja un artista. Y eso es indiscutible. No sé si hablar desde “lo que la historia te obliga”. Creo que lo que ocurre a nivel comunitario, de una Nación o sociedad -que puede ser la que te toca de muy cerca o la ciudadanía de tu país- la realidad que vive Latinoamérica o -en otra escala- lo que vive el mundo a nivel de ciertas crisis que abarcan siempre a los sectores más vulnerables, no pueden pasar desapercibidas si uno es más o menos consciente. Porque a través de su lenguaje artístico está estableciendo un vínculo y un diálogo con el resto de las personas, que eventualmente serán unos u otros públicos, pero que forman parte de ese colectivo social del cual uno forma parte.
Lo que sí creo que ocurre es que algunos lenguajes son más directos y, de alguna forma. son crónicas y testimonios muy directos de las situaciones críticas que están atravesando a la sociedad; y en algunos otros artistas eso se manifiesta de otra manera. No tiene por qué el lenguaje artístico ser una crónica estricta de lo que ocurre. Sencillamente, me parece que el hecho de que el arte pueda emocionar, ya significa un compromiso con cada individuo y la comunidad que forma parte. Porque esa emoción, provoca una transformación. Y hace que la gente y uno mismo, se vuelva más claro, más lúcido, más enérgico y con capacidad transformadora. Si uno se puede transformar, se puede transformar el entorno. Y me parece que la función del lenguaje artístico reside en esa capacidad transformadora.
La fecha
El rosarino actuará con su propuesta “Solo” el viernes 3 de agosto, a las 21:30, en el Teatro Morón (Buen Viaje 851). El sábado 4, en el mismo horario, pasará por el Teatro Maipú, de Bandfield, ubicado en Maipú 380. Finalmente, el domingo 5 a las 20:30, cerrará su gira en el Centro Cultural San Isidro, de Avenida del Libertador 16.138.



Nahuel Difalco
Secretario de redacción
(Baradero, 1987) Nahuel Difalco es periodista, profesor de literatura y músico. Trabajó en radio, magazines y como profesor. Actualmente reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.