Por Carlos Ulanovsky.
La palabra del año 2001 según Ulanovsky en siu reciente ensayo Mi congreso de la lengua . Libro publicado por GES.
En su excelente ensayo “Lengua y Poder”, Ana Sebastián y Luis Labraña incluyen a este vocablo en el estante del “Argentino Metropolitano” y lo definen como “Estallido social, con protesta generalizada contra un gobierno”. Aquí, y en todo el mundo, muchas minorías y alguna que otra mayoría, emergen de sus silencios y se hacen escuchar golpeando cacerolas, ollas o cualquier otro objeto metálico. A la llamada “Noche de las cacerolas” (en el marco brutal y trágico de la lucha por la independencia argelina), registrado el 13 de mayo de 1961 en la Argelia todavía en poder de Francia, se lo considera el antecedente más lejano.
Al gobierno popular de Salvador Allende en Chile lo aturdieron con estos ecos. La primera vez fue en diciembre de 1971, coincidente con la visita de Fidel Castro al país, y principalmente protagonizada por mujeres que se juntaron con el argumento del desabastecimiento. La respuesta a aquella “Marcha de las cacerolas vacías” la dio el grupo Vocal Quilapayún, cercano al gobierno, con un tema (musicalmente similar a un son cubano) que decía: “La derecha tiene/ dos ollitas/ una chiquitita, otra grandecita. La chiquitita solo la usa para golpear/ la grandecita la tiene muy llenita/ con pollos y papitas, con asado y cazuelitas”. En 1983 tampoco el dictador Pinochet, que había tomado el poder a sangre y fuego una década antes, quedó a salvo de otro recital de latas. Aunque, por temor a las represalias de ese gobierno sanguinario, la expresión tuvo lugar casas adentro, a lo sumo en balcones, pero no en las calles. En los últimos años diversos cacerolazos llenaron los oídos de Hugo Chávez (a favor y en contra) y en la misma Venezuela quien ahora los padece por parte de una clase media muy disconforme, es su sucesor, el presidente Maduro. En diversas circunstancias y en sus respectivos países tu – vieron que escuchar el ruido de cacerolas batientes Juan Manuel Santos en Colombia, y los gobiernos de José María Aznar y Mariano Rajoy en España en donde se los llama “caceroladas”.
En la Argentina del 2001 los utensilios de cocina más comunes dispararon sonidos de protesta y le pusieron música de ultimátum a los momentos finales del gobierno de Fernando de la Rúa. Con sus depósitos cercados, los ahorristas llegaban a golpear con lo que tu – vieran a mano (no necesariamente cacerolas) las puertas de los ban – cos. En las calles el ruido de la bronca sorprendió cantando juntos, a los desocupados del Conurbano con los vecinos porteños enfer – vorizados por las asambleas barriales, consignas como “Piquete y cacerola la lucha es una sola”. En 1982 se caceroleó a la aún vigente dictadura militar; luego al presidente Raúl Alfonsín y en 1996 al pre – sidente Carlos Menem.
Los opositores al kirchnerismo se manifestaron no solo con sar – tenes y cucharones, sino que sumaron otros lenguajes: sentadas, ca – ravanas de automóviles y hasta de tractores, apagones, y, muy mo – dernamente, apelando al “cacerolazo cibernético”. Esa plañidera clase media y alta, que se movilizó, entre muchas otras cosas, para condenar las retenciones o por lo que llamaban el cepo al dólar, fue – ron bautizadas, al mismo tiempo, por las periodistas Gabriela Ce – rutti y Cynthia García como “los cacerolos”, término superado por otro, más festivo y de cuño anónimo, “Caceroludos”. Por exceso de convocatorias, especialmente desde las redes sociales, uno del año 2013 tuvo tan poca respuesta de gente que en medios cercanos al gobierno se lo denominó “Fracacerolazo”.
Ya en 2016, a cinco meses del inicio de su gestión, también el presidente Mauricio Macri supo de esta modalidad cuando a los ta – rifazos se le opusieron apagones, boicots al consumo, “Ruidazos”, “Bocinazos”, “Veredazos” y, por supuesto, “Cacerolazos”. No fue el único, hasta el cierre de este libro en febrero de 2018. El humorista Rudy afirma que “el nuevo idioma oficial de la Argentina es el cace – rolio. En cacerolio, ‘sí’ se dice Ching, Chang, Pum”.
Foto Paloma García. Para seguir su obra ingrese aquí
