Por Gabriel Rodríguez.
“De los autores norteamericanos, Hemingway es uno de mis favoritos. Conocía sus obras desde antes de la Revolución. Leí ‘Por quién doblan las campanas’ cuando era estudiante. Hemingway hablaba de la retaguardia de un grupo guerrillero que luchaba contra un ejército convencional. Esa novela fue una de las obras que me ayudó a elaborar tácticas para luchar contra el ejército de Batista:”. Fidel Castro.
Arrancamos con la palabra del propio Fidel que siempre sirve de guía, aunque no necesariamente como verdad revelada. Fue en 1975 que el comandante, en entrevista con los norteamericanos Kirby Jones y Frank Mankiewicz, empezaba a delinear qué relación se podía intuir entre el Nóbel de Literatura y la Cuba revolucionaria. Una relación que los amantes del escritor yanqui y de los barbudos de la Sierra Maestra, quisieran que fuera ideológicamente robusta y materialmente innegable. La realidad indica que de lo primero hay en cuenta gotas, pero que lo segundo está fuera de duda.
Que una novela pueda aportar a tácticas guerrilleras suena más a un elogio de Castro en rol de admirador que a cosa cierta. Pero a su vez empieza a decir bastante de la relación del escritor y los barbudos. Ernest Hemingway nunca fue un rojo en sentido estricto; no fue un militante del partido comunista norteamericano, aunque sí cayó en las listas del senador McCarthy cuando la locura anticomunista asolaba el país del norte, convirtiéndolo en una suerte de fugitivo del mismo. Pero primero lo primero: ¿Por qué Hemingway llega y se instala en Cuba por más de veinte años? Y luego, años de por medio, ¿qué ocurre en él con relación a lo que le ocurre a la isla?
Hubo dos cosas que sirvieron de razón suficiente para la llegada del escritor a La Habana: la una el carácter de semi colonia de Cuba en relación con los Estados Unidos; la otra, la principal, las condiciones favorables de la isla para desarrollar la pesca. Es el propio Ernest quien dirá en una de sus crónicas, que donde se erigirá Finca Vigía es el lugar ideal ya que por allí pasaba la Corriente del Golfo, que permitía la mejor pesca que había visto en su vida. En un principio es esa afición por la pesca lo que enamora a Hemingway con Cuba. A tal punto de no poder alejarse nunca por mucho tiempo de su espacio en el barrio habanero de San Francisco de Paula.
Segundo lo segundo: ¿qué hizo el premio nobel en todo esos años, antes de ser nobel y antes de su suicidio en 1961, en Idaho?
Probablemente se resuma en dos actividades sustanciosas para su cuerpo y su espíritu: escribir y atrapar peces. En ese refugio de pescadores y tranquilidad surgieron sus obras mayores, con aires cubanos se hicieron “Por quién doblas las campanas”,” Islas en el golfo”, “Al otro lado del río y entre los árboles”, y la célebre “El viejo y el mar”, novela que surge a partir de la experiencia del pescador Gregorio Fuentes, personaje solitario y huraño de la vida real isleña.
Los años entre la gente de Cojimar, localidad marina situada al este de la capital, le marcaron a Hemingway un profundo afecto por la gente que allí acompañó su vida, siempre a su costado y por entre sus ratos de escritura y pesca. El ministro cubano de cultura Julián González, arriesga pensar que “lo que enamoró definitivamente a Hemingway de nuestro país fueron las características de nuestro pueblo y su frescura. Él era absolutamente enemigo del protocolo, los rituales y aquí encontró el marco adecuado para hacer su obra.”. Y anticipando un poco una especie de conclusión de cara a los tiempos que vienen, el mismo González agrega “Hemingway fue un puente ayer y hoy posiblemente lo sea aún más al abrirse quizás las posibilidades de viaje de los norteamericanos intrigados posiblemente en conocer qué encontró Hemingway en Cuba y su gente para establecerse aquí”.
Finalmente el momento crucial para tratar de resolver el pequeño enigma de Hemingway y la Revolución; la intriga que tantos admiradores del proceso abierto con el Granma siempre tuvieron. ¿Qué hizo el escritor en los años de la Revolución Cubana?
En un principio hay que aclarar que Hemingway no sobrevive mucho tiempo a la Revolución cubana. Muere, se suicida, apenas un par de años luego de su triunfo. No obstante para descubrir qué hizo ante el nuevo orden de cosas en la isla, se puede rastrear qué no hizo como habitante célebre, como norteamericano histórico.
La verdad es que las huellas de su relación con el proceso revolucionario, deambulan más entre algunas declaraciones suyas que en acciones bien concretas. Entre los que sostienen que simpatizaba con ella fervientemente y los que más bien declaran que le era indiferente, allí, podemos intuir lo que realmente ocurría en el pensamiento y sentir del escritor. Para adherir al primer caso se pueden tomar sus palabras ante la prensa norteamericana, a la cual le dijera que se sentía “esperanzado con lo que sucedía en la isla, y que apoyaba el ajusticiamiento de los esbirros de la tiranía de Batista”. También, estando en Europa, declarará en aquel continente su satisfacción por el triunfo de la Revolución. En otra entrevista, ésta a cargo del primer ministro de la URSS Anastás Mikoyán, para el periódico Pravda, le revela que la Revolución Cubana era “indestructible y fabulosa”. En una carta que envió el 12 de enero de 1960 al general Charles Lanham, escribe: “Decir que tú no eres un yanqui imperialista pero sí un chico del viejo San Francisco de Paula, la villa donde has vivido 20 años durante los últimos tiempos, no es una renuncia a tu ciudadanía. Soy un buen americano y he estado batallando por mi país todo lo posible, sin pago y sin ambición. Pero creo completamente en la necesidad histórica de la revolución cubana”.
Quizá el rastro más contundente de su simpatía por los revolucionarios no esté en todo esto declarado, sino en el propio mensaje que le hace llegar el gobierno de los Estados Unidos, que le advierten que si permanece en la isla será considerado un traidor. Ante lo cual Hemingway retorna a su tierra natal en Idaho, pero sin nunca dejar de contactarse con sus amigos cubanos para consultar si podía regresar, y siempre con una respuesta afirmativa.
Fidel Castro ha conversado con Ernest Hemingway en varias ocasiones, varias fotografías dan cuenta de dichos encuentros. Siempre se mostraron ambos afables el uno para con el otro, aunque jamás trascendió lo hablado entre ellos. Tan solo la palabra de Castro, más que nada ponderando el espíritu aventurero del escritor y lo notable e inspiradora de su obra.
Como un breve resumen podemos decir que el viejo escritor, norteamericano de nacimiento, pero cubano por corazón y convivencia en su tierra e idiosincrasia, llegó a comprender el instante abierto por los hombres del Movimiento 26 de julio como un tránsito histórico promisorio y necesario para ese pueblo cubano que había sabido acogerlo por más de veinte años. Esto sin jamás renegar de sentirse un norteamericano cabal y patriota.

Gabriel Rodríguez
Profesión
Gabriel Rodríguez nació en Lomas de Zamora en 1974. Estudió historia en el Joaquín V. González y Ciencias de la Comunicación en la UBA. Publicó un poemario y el libro de historias y microcuentos “Buenos Aires, ciudad de Luces y sombras”. Se desempeñó como educador popular y colaboró en diversos medios alternativos.
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