Por Martín Camps..

Miriam Miente (2018) es el primer largometraje de ficción de Natalia Cabral y Oriol Estrada, quienes han trabajado sobre todo en el género documental con cintas comoTú y yo (2014) y El sitio de los sitios (2016); esta es una película que habla de las relaciones de raza y clase en República Dominicana.

Miriam (Dulce Rodríguez) es una niña que está por celebrar sus quince años y no tiene un novio que la acompañe al baile.  Sin embargo, tiene un amigo de nombre Jean Louis que ha conocido en un “chat” y por este medio sostienen conversaciones amistosas; el muchacho le dice que la quiere y que no le importaría cómo es ella, aún si es la mujer más fea se casaría con ella. Los enamorados internáuticos hacen una cita en un acuario, pero Miriam se da cuenta que el muchacho es negro. Decide no advertirle su presencia y guarda silencio por días y pone mil excusas para no verlo, además de armar una trama de mentiras para ocultar a su familia que su “novio” es negro. Un día antes del baile quinceañero, ella le dice que todavía lo quiere y lo invita a su fiesta, el muchacho llega en un traje rojo y se acerca a una niña rubia para preguntar si ella es Miriam, la niña le señala en dirección a Miriam, ella agacha la cabeza emocionada, pero al alzar la vista ve que el muchacho se ha escabullido de la fiesta, porque el chico se ha percatado que ella también es negra.

Esta es a grandes rasgos la trama de la película, pero los detalles son más complejos. La madre de Miriam es mestiza y está divorciada de un hombre negro que según la madre “fue un buen hombre”. El padre ha rehecho su vida y le enseña a bailar salsa a la niña y colabora con dinero para la fiesta de quince años, aunque no lo invitan a la fiesta. Cuando el padre se arregla para salir a bailar, la hija le pregunta a dónde va, él responde “Voy a la vida”. Además, la mejor amiga de Miriam es mestiza,así como sus demás amigas. Los otros afrodescendientes que aparecen en la cinta son parte del servicio de la casa. En una escena, la maestra de baile le pide a uno de los jardineros que sea su compañero de baile, pero la señora de la casa le advierte a la maestra que no quiere mezclar a la “ayuda” con las niñas. A ese mismo ayudante, Miriam le sabotea unas cajas con ornamentos, que la señorapiensafue un descuido del muchacho, y lo agrede verbalmente reclamándole que “no tiene idea de lo que cuestan las cosas”. La cámara se enfoca en la expresión de agravio del muchacho que sabe que ha sido la niña, pero no será reprendida, su rol es permanecer callado y recoger el desarreglo.

A lo largo de la película escuchamos expresiones de racismo que dan el contexto al conflicto interno de Miriam. La madre le dice al hermano que Miriam está saliendo con un niño que posiblemente es el hijo del embajador de Francia, que tiene ojos azules, y el hermano responde: “qué bueno, para mejorar la raza”. O en otro momento sus amigas le dicen que “no se preocupe porque sus hijos serán bonitos” como si ella misma no lo fuera. Su relación con Jennifer (Carolina Rohena), la mejor amiga, es la de dos adolescentes comunes, jugando a pintarse y ponerse vestidos y joyas de la madre, pero en muchos de esos juegos infantiles vemos que la niña mestiza siente que libremente puede jugar con el “afro” de Miriam o decir que su cabello es “puff” o ser particularmente más ruda con ella, por ejemplo, cuando la zambulle en la alberca o la unta lápiz labial en la frente como si fuera su juguete, son libertades que no se toma Miriam.

Miriam ha estado expuesta toda su vida a comentarios denigrantes con respecto a los afrodescendientes, en ningún momento de la película se habla de su identidad racial, se le trata como a una niña mestiza o blanca, se le ha programado a ver a los afrodescendientes como indeseables y no dignos de amor duradero, aunque contradictoriamente su madre estuvo casada con uno y tuvieron a una niña “mulata”, para usar esa clasificación heredada de la colonia y representada en la pintura de castas. En una conversación con su padre, Miriam le pregunta por qué su suegro, el abuelo de ella, no lo quería y él no responde la pregunta. El silencio de una situación ignorada es muy evidente, sin decirlo, queda claro que es porque es negro y no lo veía como alguien digno de su hija.

Miriam actúa a partir de la retícula de valores con la que ha crecido, en un sistema rígido de castas donde ella se percibe a sí misma como no-negra, pero progresivamente empieza a asumir su identidad y decide ser ella misma. Aunque el novio, en una historia paralela que no vemos, es posible que su familia también estaba ilusionada de que él saliera con una muchacha que no fuera de su color y ahora tendrá que montar una serie de mentiras para explicar por qué regresó de la fiesta. Ambos han sido víctimas de una sociedad que los ha marcado como indeseables y ellos han internalizado su racismo hasta odiarse mutuamente. Las “máscaras blancas” Fenonianas los hacen olvidarse de quiénes son, de su historia cultural y de sentir orgullo por su origen. Los ideales de belleza se venden a lo largo de la historia, lo bello es la piel clara, sinónimo de holganza económica y su opuesto, la piel negra como pobreza e indeseabilidad de la clase que “sirve”. La trama de la película tiene temáticamente su origen en Guess Who’s Coming for Dinner (1967) aquella fábula del racismo americano conflictuado cuando se traen las tensiones raciales a la mesa familiar, frente a los padres de la mujer y la tarea de negociar por convertirse en familia del “otro”.

En un tiempo de cambios radicales que se conjugan a los quince años, Miriam se enfrenta con una sociedad que denigra su color y desaparece su historia enraizada en el esclavismo. La madre le dice que se ve muy bonita porque sus cabellos han sido alisados y “ojalá se queden así por un tiempo”. Lo único que le queda a Miriam al final de la película, es Jennifer, que no la ve como negra, sino como su mejor amiga. Ambas comparten una canción sentadas en las escaleras del salón de baile de una fiesta que han estado esperando por tanto tiempo y se dan cuenta de que realmente no importa, porque esa fiesta era más bien una excusa para que los adultos aparenten normalidad y detenten estatus social. Lo que viene después de ese año umbral será soportable porque lo seguirán afrontadolas dos amigas juntas.

La película es un rito de pasaje donde al final de la cinta la protagonista ha madurado para percatarse de los alcances del racismo en la sociedad en la que está inmersa. La sociedad que dibujan los directores es una donde el color determina su vida. Las niñas pasan tiempo de ocio en la alberca, jugando, hablando de novios reales y ficticios, buscando su lugar en el mundo. La película es un rito de ingreso a las dolorosas políticas del colorismo que la acompañarán en los siguientes años de su vida como un estigma. A lo largo de la película no la vemos sonreír, su estado sombrío puede ser porque se ha dado cuenta del rol que le ha tocado representar en su sociedad, será vista por la sociedad a partir de su color de piel. El final, que parece no dejarle redención al personaje por el abandono del muchacho, es posible que esté cifrado con el darse cuenta (el desvelo) de cómo funciona el mundo ahora, ha perdido su inocencia racial, ha aceptado ahora quién es y es el mundo quien deberá lidiar con ella ahora, y no al revés.

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Martín Camps

Martín Camps

Poeta y profesor de literatura.

Poeta y profesor de literatura. Ha publicado cinco libros de poesía, su último libro es Los días baldíos (México: Tintanueva). Ha publicado poemas en varias revistas, sus últimos poemas aparecieron en la revista Modern Poetry in Translation. Actualmente es profesor de literatura en la Universidad del Pacífico en California.

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