Por Pablo Campos.
Segunda entrega de la entrevista junto a Jorge Giles, nos cuenta sobre su experiencia en prisión. Sobrevivió a 8 años como prisionero político (1976 a 1983). Una historia de lucha y dignidad.
JG—Para retomar desde la causa Malvinas, nosotros, mi generación, militábamos con la vuelta de Perón y nos sumamos a la lucha de aquella gloriosa JP. Pero el otro gran movilizador fue la lucha por Malvinas. A tal punto que nuestro compañero Dardo Cabo fue el jefe de una operación que se realizó de reivindicación de Malvinas. Capturando un avión de Aerolíneas Argentinas y desviando un vuelo a Río Gallegos. Descienden en Malvinas, se plantan siete banderas argentinas y se da un discurso. Aunque luego no se puede despegar por falta de pista, y por lo tanto son hechos prisioneros y devueltos a Argentina. Esto fue en época de la dictadura de Onganía, lo que les costó la cárcel. Ese mismo compañero Dardo Cabo, que formaba parte de la JP y de Montoneros, es el que termina asesinado por la dictadura en la cárcel de La Plata. Lo sacan una noche en 1977 de la cárcel y lo ejecutan. Como ejecutaron en varias cárceles del país, entre ellas en la cárcel que yo estuve en el Chaco, en Margarita Belén. En ese período se ocupa Malvinas; nosotros nos
enteramos no sé si el mismo 2 de abril o el día anterior, porque estábamos aislados en el pabellón. Fue una conmoción entre los compañeros presos, un sector repudiaba el hecho porque lo hacía la dictadura, y otros compañeros, mayoritariamente peronistas, repudiábamos lo mismo pero decíamos «Malvinas es nuestra causa». Están usando nuestra causa para hacer política para ellos, por lo tanto nosotros no podemos no participar en algo. Y desde la soledad en la que estábamos decidimos enviar a un compañero a hablar con el director de la cárcel para ofrecer la vida si era necesaria. Por supuesto que la respuesta fue no, con ustedes nada. Los compañeros me designaron como delegado, y para que nos reciban tuve que poner en una carta como condición para qué queríamos verlo. La copia de esa carta me fue devuelta con el expediente que me dieron junto a mi legajo la Comisión Provincial por la Memoria.
LM—Hace poco recuperaste una serie de cuadernos que escribiste en prisión. ¿Cómo surgieron esos cuadernos?
JG— Los escribí a escondidas, por las condiciones que padecí en la cárcel —no estaba en los pabellones donde había lápiz o papel—. O lo escribía en mi cabeza, tratando de memorizar lo que podía con la esperanza de que algún día iba a tener un papel donde volcar eso. Cuando tuvimos la posibilidad de que entren algunas cosas fue justamente para la época de Malvinas. Habíamos escondido algunos papeles de las requisas, tratábamos de sacarlos, sintetizarlos e ingresarlos en los cuadernos, luego volvíamos a esconderlos y los compañeros que iban saliendo en libertad los iban sacando entre sus pertenencias. Esa es la historia de los cuadernos. No escribí todo lo que me hubiese gustado, pero algo escribí. Tenés algunos poemas, la primera hoja que encontré en la vereda de la cárcel cuando salí en libertad, algunos dibujos, todo muy simple, unas reflexiones.
LM—Trajiste el legajo que te entregaron en la CPM (Comisión Provincial por la Memoria). ¿Cómo fue ese encuentro?
JG—Acá lo tenés al preso peronista, la foto del perfil es bien de legajo. [ Nota de la R: muestra su legajo]. Tuve que respirar muy hondo para no llorar, sobre todo cuando me vi en la foto. Así cuando yo miraba, no con odio, pero enfrentaba a la gente por esta mirada me ligué varios calabozos. Pero en esos momentos, aunque estés solo, te llenas de fuerza creyendo, sabiendo que uno es un montón de historias. Pero cuando lo vi a distancia es como que lo quería abrazar a este muchacho. No sé si decirte me apiade de él, no sentía alegría, sentí dolor. Porque este muchacho perdió la familia, perdió todo. Sus mejores amigos están muertos, fallecidos. Remontarte a ese momento es duro. Me ha pasado también cuando tuve que testimoniar muchas veces en la causa de la masacre de Margarita Belén, cuyos genocidas están presos con cadena perpetua, que es remover todo necesariamente. Es doloroso pero también hay cierto orgullo de haber pasado ese momento de la manera más digna posible.
En 1980 tengo la mala fortuna de recibir un último apriete grande. Yo estaba en La Plata y el apriete era muy sencillo, si firmás el arrepentimiento y por lo tanto tu adhesión a los postulados del Proceso de Reorganización Nacional, te vas en libertad. Yo ni lo dude, no firme nada. Por supuesto que la reprimenda fue con mayúsculas. Es algo muy bravo de afrontar. Una cosa es como está dispuesto el cuerpo de uno al momento que sucede el sacudón de la causa, y otra cosa es cuando vos ya estas cinco años preso. Que devuelta vengan, no es que te agarran con la guardia baja, pero es otro momento. Desde ese punto de vista hay como una reivindicación. Pero lo que prevalece es el dolor, la tristeza de todo lo que se perdió. De todo lo que perdimos en el camino.

Pablo Campos.
Colaborador
(1977, Buenos Aires) Poeta. Publico La sangre en el ojo, Ediciones Lamás Médula (2014). Participo en las antología recopilada por Hayde Breslav, Taller la mente humeante (1998); la antología digital El grito de mujer Buenos Aires 2016, editado por Biblioteca de las grandes naciones (2016); Poemas de la resistencia, por Clara Beter Ediciones y con el apoyo del Ministerio de Cultura (2016). Desde 2016 es secretario de redacción de Lamás Médula Periódico Cultural.
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