Por Mariana Baranchuk.
¿Te acordas Maru cuando apagábamos el dolor del mundo con ginebra? Noches con amaneceres hasta que el sol ardiera en los ojos y la botella vacía caída al lado del colchón de caídos cuerpos desmayados nuestros.
¿Recordas Maru narices rotas para evitar que se rompa el pecho?
¿ Y de noches de risa con un tacho esperando que vuelva Godot?
Tengo memoria Maru,
de caminatas al sol del brazo despacito
cuando afuera estaba todo un poco mejor,
pero el cuerpo envase se negaba a obedecerte.
Me acuerdo de la angustia que se calmaba con fideos
y del hambre de justicia que no se calmaba.
¿Te acordas Maru? ¿Te acordas?
Del deseo de romperlo todo y la furia de no poder reparar nada.
Te veo pontificando sobre el gasto improductivo
y haciendo patria con un redoblante en las alturas de tus zancos.
Te veo sonriendo al asado y espantado por la fuga de un verso.
Te veo cómplice, te veo amigo, te veo hermano
te veo compañero, te veo.
Te encuentro Maru cuando busco la palabra justa,
la belleza sucia, el adjetivo como estilete.
Te habito cuando puteo a la muerte puta
y los momentos en que el cielo existe.
Te quiero Maru,
por siempre jamás.
Memoria de quién fuimos,
estrella que alumbra el camino
de la no traición.