Por Sofia Arriola – ph/Mili Morsella
Alex es de Santiago del Estero y también de Mar del Plata, nació en 1992 pero no se sabe si el 28 o el 29 de Febrero, entre el mar y la montaña, es escritora y actualmente es Becaria en CONICET para estudiar poesía queer y contemporánea, publicó la novela “El camino de los perdidos” (Milena Caserola, 2017) y el poemario “Justo antes de olvidar mi nombre”(Elemento Disruptivo, 2018).
Llegó a Buenos Aires para descubrir en la ciudad que iba a odiarla y se distanció, volviendo a la montaña sin conexión para hacer el duelo de un vínculo con una chica.
Rompió entonces, estas dualidades (y un par de cosas más) por medio de la poesía con un nuevo poemario por Concreto Editorial, titulado “El cero es un número natural” que presentará el miércoles 15 de abril a las 21 horas en Casa Brandon (Luis María Drago 236, Buenos Aires).
Empezó escribiendo narrativa y a hacer talleres literarios cuando arribó a Buenos Aires a sus 19 años. En uno de esos espacios, tuvo que escribir poesía para salir de su zona de confort ya que realmente se sentía incómoda haciéndolo. No solo no se consideraba poeta sino que tampoco cercana a la poesía o no la entendió hasta que se acercó de una forma más detenida y profunda, como sucedió años después. De todas formas, diez años después, afirma que no se considera aún poeta sino que lo que hace es a modo de ensayo y error, intentando parecerse a la poesía que más le gusta. Se pregunta: “¿es poesía lo que hago?, ¿se parece a la poesía que me gusta?, ¿escribir poesía te hace poeta? ¿ser poeta es un estilo de vida? ¿tengo ese estilo de vida?”.
Todavía no está segura, ni tiene la respuesta de poder definir lo que es.
Al momento de hablar de poetas que la inspiran, elige mencionar mujeres y disidencias, reflexionando sobre que las primeras voces poéticas son voces de varones cis y que incluso a las primeras experiencias amorosas tienen voz de varón a pesar de ser lesboeroticas porque no conociamos otro modo de escritura. Así es que nombra al “Club de las suicidas” como Pizarnik, Plath, Alfonsina Storni y en las contemporáneas nombra a I Acevedo, Irma Acuña, Diana Bellessi, Gabriela Borrelli, Gabriela Bejerman, Maia Duek y Micaela Szyniak, entre otrxs.
¿Su poesía es poesía lesbiana o es porque Alex es lesbiana? ¿Existe punto de separación? Su primer poemario – “Justo antes de olvidar mi nombre”(Elemento Disruptivo, 2018) – es una serie de poemas de amor escritos en femenino y dirigidos hacia mujeres pero considera que en su nuevo poemario, los poemas hablan de otra cosa, a pesar de la construcción lesboerotica pero remarca que cada vez que escribe de amor, no puede hacerlo sobre un amor que no sea lesbiano. Asimismo, – “El cero es un número natural” (Concreto, 2020) – tiene como principal preocupación la imposibilidad de amar en las capitales donde nos encontramos permanentemente bombardeados por urgencias y necesidades como por la carencia de la resolución de estas cuestiones. Una crítica a los ecosistemas citadinos, un regreso a un estadio originario y a los modos de vínculos entre mujeres en estos últimos lugares, despojándose de lo moderno de la capital.
Entonces, el interrogante se responde cuando Alex remarca su intención política de escribir en femenino y dirigido hacia las mujeres a las que amo pero también reflexiona acerca de “lo lesbiano” está atravesado en todo el poemario y subyace en los poemas que tampoco son de amor porque existen otras búsquedas como lo lesbiano respecto a salirse de la norma heterosexual, romper esos marcos existentes, por ejemplo el sistema binario de género y pensar que construimos por fuera de ese “mundo de hombres” que aprehendemos.
Por lo tanto, está claro que existe un objetivo en los poemas de Alex aunque diga que persigue un objetivo solo porque es neurótica. Analizando estas metas, volvemos a su primer poemario, que lo considera epistolar ya que es una gran carta de despedida hacia las mujeres que fueron parte de su vida, como por ejemplo a su abuela y también a sus vínculos, analizando la forma en que aprendimos a hacerlo como sucede en el poema Nosotras:
Nosotras – “Justo antes de olvidar mi nombre” (Elemento Disruptivo, 2018)
es simplemente un pronombre personal
que se arroga aires de inclusivo
pero qué asfixiante
resulta a veces
convivir
entre ocho letras.
En su nuevo poemario, también marcado por el duelo, persigue un objetivo claro a partir de volver a un pueblo precordillero en donde un alud se llevó a alguna de las casas de allí, entre ellxs parte de sus familiares, por ende, es un poco una despedida a ellxs y una
crítica a la ciudad al poder mirar las cosas que no vemos por tener una pantalla en frente. Atravesando todo eso, también se encuentra lo lesbiano, nuevamente ya que paralelamente tiene que ver con un duelo amoroso y personal que la llevó a alejarse a un lugar sin señal para escribir este poemario en donde le pregunta a Dios porque no funcionó ese vínculo, culpando un poco a las carencias de la ciudad.
Teniendo en cuenta las palabras anteriores, ¿qué lugar tiene entonces la poesía en su vida? Claramente uno muy grande. Ahora hay experiencias que no podría expresarlas de otra forma que no sea mediante la palabra poética porque considera que la poesía tiene un vínculo inmediatez, diferente al de la novela que maneja tiempos más burgueses.
Cree que la poesía es acción, tomar la palabra y sobretodo en la actualidad, desde una primera persona y también desde el cuerpo ya que está inexorablemente unida a la política.
Por otro lado, tiene otro vínculo con la poesía que quiere mostrar al mundo, ya que lo inmediato de lo escrito debe atravesar por un proceso de reflexión, edición, la mirada de otrxs hasta poder cerrar la cuestión y lo que uno quiso decir con eso. Luego, lo publicado es algo que se deja atrás.
Cuando quiere decir poesía, sin querer, dice política.
Día 23 sin internet – “El cero es un número natural” (Concreto, 2020)
yo quise
con vos
huir
hasta que los edificios
se vieran como clavos
entre piedras
dar vida
a una azucena
rezarle
como a una estampita
indómita
y rodearnos
de milagros
quise
pintar tus bigotes
amarillo verde lila
con mis uñas
bien cortitas
rastrillar tus lunares
ver brotar la sangre
como hilos
de un arroyo
por tu espalda
todas las veces
que quisieras
eso quise
ver un lucero extinto
con plegarias
remotas
brillando
como un problema distante
muy distante
a nosotras.
“Inédito”
teníamos diez años
sentadas al borde
en la pileta nuestros pies
en el agua me miraste
las piernas
no podemos ser amigas
dijiste tenés
que depilarte
en casa
mamá me explicó: es lo que hacen las mujeres
cuando llegan a una edad
se sacan los pelos
de la piel las axilas el bigote
no de la cabeza, de ahí no,
respirá hondo
dijo y tapó
con cera hirviendo
las estrías en mis piernas
la primera vez que me gritaron: gorda
ni siquiera sabía
pasaron años
un hombre golpeó mi puerta
se nombró padre
me observó
por primera vez
nací entre sus ojos
por salud me aconsejó
tenés que bajar unos kilos
me cargó el cuerpo con trapos
que no cubrieron su ausencia
dejé de depilarme
me rapé la cabeza
jamás hice dieta
y cada vez que vuelvo a casa
tarde en la noche
tacos altos labios pintados
ellos me saludan
¿qué tal, caballero?
sonrío
giro
corrijo: lesbiana
dicen aprendo rápido:
nunca más una palabra ajena
nunca más un taladro en la nuca
nunca más una espada en mi nombre
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