Por Ture.
El lunes 4 de mayo murió Tom Lupo. Y aunque no tengo idea de cuándo nos conocimos personalmente sí sé que en mis manos tenía una revista Lamás Médula. La vieja, la chiquita y fea, la primera, la revista de poesía que cortábamos con tijera y pegábamos con plasticola para fotocopiar y abrochar con ganchitos y distribuir en kioscos de Capital, Rosario, Córdoba, Resistencia, Neuquén.
Terminaba la penúltima década del siglo pasado, como termina esta tarde lluviosa de lunes 4 de mayo de 2020. Tom no era un hombre de radio, Tom era la radio y al llevarle aquella revista dijo “Girondo ¡qué poeta!” alargando la primera “o” con esa voz única, pegando el “qué” contra el paladar.
Esa revista chiquita y fea a Tom le encantó. Mucho tiempo después descubrí que realmente le había gustado y que no eran palabras para alentar a un grupo de adolescentes tardíos. Amaba esas publicaciones que mezclaban ingenuidad, torpeza, imperfección y desequilibrio. Según Tom, eran las fortalezas de Lamás Médula. Pero eso lo supe después, en otras tardes de lluvia como esta, en las que ni me dan ganas de guglear el nombre de aquel programa de radio, aunque creo que se llamaba Taxi e iba por Municipal, pero no estoy seguro y es lo de menos. Hubo tantos programas antes y tantos después. Llueve y como dice Tuñón —otro poeta que le gustaba— “De cualquier manera la lluvia es saludable y triste”.
En la última década del siglo pasado nos cruzamos en radios y bares y para él siempre era “el flaquito de Lamás Médula”.
Nos veíamos en la revista Planeta Urbano, en Splendid, Municipal, el entonces ATC y en Radio Alfa (106.9) la gran competencia que tuvo esa aplanadora que por entonces era la Rock & Pop. En Alfa estaban Gloria Guerrero, Locas como tu madre, Daniel Ballester, Laura Cats, Adrián Flores, el que escribe estas palabras en esta tarde de lluvia y Héctor Armas, uno de los tipos que más sabe de radio y gran amigo de Tom Lupo.
En la primera década de este siglo y con la incorporación de Fernando Belvedere como director de arte, convertimos aquella publicación chiquita y fea en una revista digital, ciertamente novedosa para el momento. Tuvo gran repercusión y en parte se debió a que las contratapas las hacía Tom. Cuando volvimos a mutar aquella revista digital en versión papel tamaño tabloide, también colaboró y su columna se llamó —como no podía ser de otro modo—, Giro Hondo.
Atrás habían quedado nuestras porfías sobre quién hacía la salsa más rica, cuando lo dirimimos en las alturas del depto. de Río de Janeiro y Rivadavia: la salsa de Tom ganó por varios cuerpos. Y hablamos de poesía, de psicoanálisis (otra de sus vocaciones) y de publicidad (una pasión fuerte en su vida). Tom había inventado un color. El color blanco. El famoso Blanco Ala de un jabón para lavar ropa que lideró ventas por mucho tiempo. Entonces descubrí que muchas frases suyas y eslóganes muy populares me habían acompañado durante años. Se habían metido en mi boca. La publicidad a Tom le salía fácil y lindo. Livianito y suave. No como a mí que me cuesta escribir en esta tarde de lluvia. Acaso la misma que mojó a los que fueron a despedir a Evita, a Néstor o al General cuando murieron. Está escrito en las sagradas escrituras: los días tristes peronistas serán con lluvia o no serán nada.
En 2010 cuando Lamás Médula pasó a ser una revista de cultura, abarcando otros asuntos que nos interesaban, también la apoyó. Le gustaba ese vértigo, ese cambio. “Muy Girondo, lo único permanente en Girondo es el cambio” decía.
Hicimos notas en Radio Nacional y gracias a él conocimos a la gran Gaby Borrelli, nos abrazamos con Tom fuerte y largo en el Encuentro Federal de la Palabra 2014 y en Radio del Plata, a la que fuimos una noche con el poeta chileno Erick Polhammer y el músico y también poeta, Ricardo García Huidobro, nieto de Vicente Huidobro, una de sus debilidades más elocuentes. Tom estaba como un chico rodeado de caramelos y chocolates. Aquella noche El pez náufrago entre risas, poemas y sentencias terminó con “Los cuatro puntos cardinales son tres: el norte y el sur” de Vicente Huidobro.
Fue uno más de Lamás Médula como uno más en tantos otros grupos donde se sentía latir.
Hoy llueve mucho “y pareciera que están lavando el mundo” diría Gelman —otro que le gustaba— y la tarde no se quiere ir o la noche no sabe llegar. Fácil imaginar el desconcierto de la noche ante su primera vez sin Tom.
Desde que se lo llevó puesto la Toyota Hilux en junio de 2015, al mando de un canalla con una incipiente dosis de sangre en el alcohol de sus venas, ese pueblo de mujeres que es Marina Getino lo bancó como nadie. El amor es mucho más acción que palabras.
Ahora que llueve y llueve y que no sé cómo terminar esto, recuerdo un café que tomamos meses después de la muerte de mi madre en diciembre de 2011. “Sabés qué pasa —me dijo— uno conoce realmente qué es la muerte cuando se mueren los padres”. Ahora también sé que uno conoce realmente a la muerte cuando se muere un amigo amado.
Un amigo que hizo muchísimo por Lamás Médula. La difundió, colaboró, escribió y nos señaló el santo camino del caos como un orden a descifrar.
Un amigo de Lamás Médula al que vamos a extrañar mucho, sobre todo en las tardes de lluvia como esta en las que la pena no da tregua y no se puede hacer otra cosa que escribir palabras bajo el agua.
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