Por Jorge Giles.
La radio dice que murió el Maestro y Compositor, Ennio Morricone. Y la música de Cinema Paradiso vuelve a sonar en mi memoria. Y lloro.
Por allí andará el viejo Alfredo aconsejando a Totó: “Busca algo que te guste y hagas lo que hagas, ámalo, como amabas la cabina del Cine Paradiso cuando eras niño”
Siempre escucho esa música.
Cuando estoy triste. Cuando recuerdo a mis treinta mil compañeros ausentes.
Cuando me acuerdo de Mary Sanchez, compañera eterna, con la que lloramos tanto viendo esa película, y no sabíamos si era la película el motivo del llanto o eran esos años de derrota en derrota en los noventa sin dejar de luchar ni un instante siquiera. O eran ambos los motivos.
Cuando me duelen más y más los pibes que se mueren de hambre en mi país y en el mundo. Cuando veo la imagen de los inmigrantes muertos en el Mediterráneo. Cuando me veo niño palestino, joven palestino, viejo palestino amenazado de muerte, hambreado, acosado allá en la Franja de Gaza. Cuando escucho una y otra vez la cantidad de infectados y muertos por un virus de mierda.
Lo cierto es que se ha muerto el maestro Morricone y la tristeza llegó para quedarse un largo rato. Escribí mi último libro “Mocasines, una memoria peronista”, con su música de fondo y confieso, aunque me dé cierto pudor, que les conté la película y les hice escuchar su música, a cada uno de mis compañeros y mis compañeras ausentes. “Escuchá Negro, esta te va a gustar”, le decía al Negro Guerra antes de despedirlo en su minuto final. Abracé a Paloma y la cargué entre mis brazos para salvarla de la balacera genocida que terminó con su vida y mientras la cubría le iba contando al oído que me hubiese gustado invitarla al cine cuando llegue la victoria y ver juntos Cinema Paradiso o sentarnos a escuchar su banda de sonido con un vaso de vino y nostalgiando nuestra juventud maravillosa. Y debo confesar que cada vez que llego con mis huesos al lugar donde masacraron a mis compañeros en Margarita Belén, escucho sólo esa música. Y nadie lo sabía. Hasta hoy, que me animo a contarlo sólo porque estoy triste con la muerte de Ennio Morricone.
Tendría más para compartir, pero alcanza con esto que hasta aquí les conté. Y porque como le decía Alfredo a Totó:
“Tarde o temprano llega un momento en que hablar o estar callado es la misma cosa. Por eso permanezco callado”
Buen viaje Maestro. Su música queda aquí, entre nosotros.
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Belleza Ennio. Gracias por el artículo que tiende un puente a la evocación. La Misión de Morricone está cumplida: haber ayudado a conmovernos.