Por Nahuel Difalco.
Fotografías de Gabriela de Echave.

En su compleaños recordamos esta entrevista publicada el 10 de noviembre del 2016 por Lamás Médula

El músico y compositor nacido en Cañada Rosquín rompió el silencio de su merecido descanso de los escenarios y del ruidoso mundo de los medios de comunicación, para tomarse unos minutos entre sus salidas en bicicleta y los preparativos antes viajar a Colombia, y charlar, mate por medio, con Lamás Médula.

Lamás Médula: Cuando contacté a tu manager me aclaró: “¡pero mirá que no está haciendo nada de nada!”. De hecho, vos también me dijiste “no estoy haciendo nada”. Hablando sobre “la nada”… ¿uno la puede tomar como un reinicio necesario?

León Gieco: En realidad no es que no estoy haciendo nada. Me separé de la banda, dejé de tocar… pero… si dejar de tocar es hacer la nada, no le encuentro el sentido. En este momento estoy haciendo un espacio en Cañada Rosquín para poner todas mis cosas. Que no me importa quién lo vaya a ver  o quién no, pero yo necesito revisar toda mi vida en un solo lugar.
En ese lugar van a estar todos los libros que tengo que son uno mejor que el otro, y más necesarios uno que el otro (organizar una biblioteca es muy difícil); todos mis longplays y mis cassettes, mis cds… todos mis premios, mis regalos y caricaturas que me hicieron. Es como que toda mi vida va a estar mostrada en las paredes de ese espacio. Cuesta mucho trabajo, pero es una de las cosas que estoy haciendo.  Por otro lado, con un cineasta que hizo la película de Mercedes Sosa estoy haciendo un video de siete horas, para después reducirlo a cuatro, para después reducirlo a dos. La idea es dejar un video grande con todo lo que me pasó. No soy un fanático de mi carrera pero sí guardé casi todo. Por ejemplo guardé notas, reportajes en televisión, guardo todo lo que puedo guardar. Me parece que todo vale la pena. Tengo casi todos los programas que hice en televisión en mi vida desde el año setenta y pico. Tengo un programa de Porsuigieco de la época de un tipo que se llamaba Leo Rivas que hacía el programa del mate y llevaba grupos como Porsuigieco.
Este es un país al que a esas cosas no se les daba mucha bolilla ni las tienen demasiado en cuenta; no es como en Estados unidos o Inglaterra…

LM: Como con los Beatles que cada tanto sale alguna grabación nueva…

LG: Exacto. Mirate la historia de The Who que tienen grabado con un nivel impresionante toda su vida desde los 14 años, desde que se armaron. Entonces hoy podes ver toda la historia de ellos bien filmada. Acá no existe eso. Existe un poco en Brasil. Chico Buarque tiene archivos de música e imágenes de cuando él tenía más o menos 17 o 18 años. Entonces no es que no estoy haciendo nada. Estoy descansando también; estoy viendo y reviendo la cosa desde una especie de backstage, desde otro punto de vista, no viéndola desde la escena. Estoy pensando liberarme de un montón de trabajo para empezar a componer nuevas canciones. Tenemos un lugar con Luis Gurevich con quien componemos las canciones y estamos buscando un lugar a 70 u 80 kilómetros de Buenos Aires para irnos a vivir ahí, y olvidarnos un poco de Buenos Aires. Estaríamos un día en la semana acá y los demás días estaríamos en el medio del campo componiendo.

LM: ¿Siempre haces lo mismo con Gurevich? ¿Lo mismo hiciste cuando grabaste Orozco, no?

LG: Con Orozco fuimos a Cañada Rosquín. Ahí salió todo el disco de Orozco. Tenemos buena experiencia con esto de irse de Buenos Aires. Si vos no te vas te suena el teléfono, te reclama éste, te reclama el otro y siempre estás metido en un montón de cosas. Porque las cosas por las que te llaman por teléfono no son cosas estúpidas. Te llama de pronto un tipo de la UNICEF, te llama un tipo de la OEA, te llama Malosetti o Rodolfo García para invitarte a un homenaje a Spinetta. Son cosas muy importantes, viste… No son pedidos tontos, son pedidos en los que enseguida te inmiscuís. Entonces para no escuchar nada de esos pedidos, ni contactos, tenés que realmente retirarte del lugar para estar con la mente puesta en la composición. Rodearte de libros, Netflix, películas, ves historias de grupos, revisás libros con antónimos y sinónimos, tocás la guitarra de pronto dos horas sin tener un llamado telefónico. Ojo, eso es lo que queremos hacer pero también me han salido buenas canciones en medio del lío. Muchas canciones me salieron andando en micro de gira o he compuesto canciones andando en bicicleta. Por ejemplo, hay una canción hermosa de Iván Lins que se llama Mi estrella, del último disco, que Iván me dijo que fue una de las letras más lindas que le hicieron a una de sus canciones, la compuse andando en bicicleta con un grabador. Pensé la canción, largaba las manos para anotar y después seguía andando en bicicleta. Charly García siempre vivió en el caos y el caos también es creativo.

Me encantaría componer un disco con un iPad abajo de un árbol. Yo creo que la tecnología es sana y una de las grandes cosas que tiene es que no tiene ideología, cualquiera la puede usar.


LM: Con esto de tener que irte de Buenos Aires, y siendo que en tus comienzos era muy importante venir para acá ¿Cómo ves a Buenos Aires comparado con ese momento en el que llegaste a los 18 años?

LG:
Buenos Aires no cambió tanto. Cambio no hubo, yo nunca lo vi. Si bien hubo cambios relativos; porque no era lo mismo vivir en el ’76 o en el ’83. O del ’83 al ’90 y 2001. Y del 2001 al 2015, y de ahí en adelante. Todos esos años que te marco son por separaciones políticas.  Yo llegué en el ’70, era una época en donde había un militar en el gobierno que se llamaba Lanusse y todos bregábamos por la vuelta de Perón.
Creímos que la vuelta de Perón iba a solucionar los problemas, y realmente no pasó nada.  La pisada la marcó la Triple A, un personaje nefasto que se llamó Lopez Rega. Empezó a desaparecer gente, empezaron a matar sindicalistas, empezamos a estar prohibidos y yo estuve preso dos semanas. En el ’76, en la época de los militares, me fui afuera del país porque estaba amenazado de muerte como mucha gente; y volví a comienzos del año ’82 cuando también volvió Mercedes Sosa e hizo el Teatro Opera. Hasta que en el ´83 ya viene la democracia con Alfonsín, y viene la década del ’90 que fue bastante nefasta. Neoliberal, donde en realidad tuvimos pérdidas de todo tipo. Terminó la gente rompiendo los bancos, haciendo canje de cosas en las plazas… Muchos años pasaron y es muy difícil resumir todos esos años en muy poquito tiempo. Pero el cambio en general… un cambio como en algún momento tuvo España después de 35 años de dictadura con Franco, realmente nunca lo hubo. Yo creo que no lo voy a ver. Además no sé qué es el cambio tampoco. Un país es así, “tómalo o déjalo”. Porque si vos vieras por ejemplo que hay un país que progresa muchísimo y otro que no, vos decís “bueno, vamos para ese lado…”. Veo algunas cosas que son iguales como la falta de educación, la burocracia y lo raro que son los argentinos, eso no ha cambiado. Acá no hay educación. Ni siquiera hay un cartel en el lago de Palermo que diga “No tire la basura en el lago”. Acá hay represión. La Policía no te educa, te reprime haciéndote la multa cuando vos estás mal estacionado. Y si vas a 60 kilómetros por hora y pasas a 61, te hacen una multa de 2500 pesos. No existe la educación… Pero bueno, también hubo un cambio que es tecnológico. Por ejemplo, no es lo mismo haber grabado un disco en aquella época que grabarlo ahora. En ese aspecto fue cambio total.

LM: ¿Como artista te cambió la tecnología?

LG: Sí, yo adherí a la tecnología. Imaginate, desde el punto de vista que podés bajarte una cámara de eco que pertenece a la catedral de Colonia de Alemania, y ese sonido se lo podés poner a tu voz. Lo bajás de Internet y lo ponés. Esos casos no son para desperdiciar…

LM: La artista islandesa Björk presentó hace poco una exposición de su último disco en realidad virtual. ¿Te gustaría hacer algo así?

LG: ¡Sí, sí, me encantaría! Me encantaría componer un disco con un iPad abajo de un árbol. Es algo que hoy podés hacer tranquilamente. Yo creo que la tecnología es sana y una de las grandes cosas que tiene es que no tiene ideología, cualquiera la puede usar. No estoy peleado con la tecnología. Internet es lo más revolucionario que salió últimamente. Imaginate, descubrieron cómo llegar a la memoria del mundo. Está ahí arriba y vos la bajás cuando vos querés. Querés leer poesía de Afganistán y la tenés ahora, ahí. Es lo más revolucionario que he visto en mi vida.

En los ’70 creímos que la vuelta de Perón iba a solucionar los problemas, y realmente no pasó nada.


LM: Cuando grabaste Bandidos Rurales, las flautas de Carlos Núñez, de la canción Ruta del Coya, te llegaron por Internet y una vez contaste que te había asombrado muchísimo…

LG: Fue una de las primeras veces que se hacía. Él nos mandaba las flautas por Internet y nosotros teníamos una computadora abierta, y se iba llenando el canal de flautas. Eso para mí fue increíble realmente. De la emoción después le escribí una carta por mail que decía: “Acaban de llegar tus flautas. Anda a saber cuántas almas ha endulzado de la gente que no está en este mundo ya”, antes de llegar a Los Ángeles. Es un locura para mí… que no entiendo ni siquiera del avión o ni de la radio todavía.

LM: Siendo que sos un artista de fuerte compromiso social ¿Hasta dónde crees que llega el límite de compromiso que le corresponde a un artista asumir y lo que no le corresponde? ¿Vos tenés un límite?

LG: El límite no está inserto en lo político o en lo social, sino que está inserto en tu vida. Vos tenés límites para todas las cosas; en realidad se trata de no pasarse de ahí. Vos podés ser un tipo totalmente combativo, confrontador y pegarte la cabeza contra un paredón. O no, y podés vivir la cosa desde un punto de vista más poético, y decir a lo mejor las mismas cosas. Depende, todo sirve. Yo tengo mi límite y no me gusta pasarme de ahí. No me gusta ser demasiado canchero; me gusta estudiar para “ser el primero” pero no demostrártelo. Es como dice Fangio: “Es lindo intentar ser el primero, pero creerte que sos el primero”. Por ejemplo, con el comentario machista que hizo Gustavo Cordera, yo considero que él se pasó del límite. Él por ahí ese pensamiento ya lo tenía, pero cruzó el límite y lo dijo. Para lo social busco una media entre hablar de lo social y la parte artística. La parte artística es muy importante porque es la que te emociona. La social es la que te aclara ciertas cosas. Hay artistas y compositores que producen estrictamente con sus canciones un evento social y no tienen arte, entonces queda como una cosa panfletaria.  En cambio, cuando sos un artista y tenés una buena melodía, una buena grabación, doblás las voces, es distinto. El cuerpo está lleno de sensibilidades y si vos escribís una canción estrictamente social no te va a erizar la piel. Te va a aclarar algunas cosas y decir “este tipo piensa así”. Pero si vos haces una buena canción social,  con elementos sonoros que te toquen las fibras que hay en el cuerpo, te puede llegar a emocionar, y la emoción tiene que ver con lo artístico.

LM: En este sentido artístico y social, ¿componer es para vos una catarsis?

LG: Cuando terminas de componer te agarra una velocidad especial. Como una especie de alegría intensa que se manifiesta de diferentes formas. Festejás, te vas a caminar; o a lo mejor se te ocurre una frase maravillosa en un subte y venís corriendo a tu casa para escribirla. Hay ese tipo de eventos, produce una catarsis. Por eso componemos…. Me cuesta un poco analizar qué es componer, de hecho me conviene no saberlo mucho. Vos fijate que yo no componía en mi pueblo, empecé a componer cuando llegué a Buenos Aires con una combinación muy extraña de cosas que me pasaron, a lo cual dije “uy, compuse mi primer canción” que fue Hombres de hierro. Se combinó una canción que escuché en la propaladora de mi pueblo a los 15 años, que fue una canción de Bob Dylan cantada por los Byrds, que llamaba “Mr. Tamborine”. Yo estaba llevando tomates y verduras (porque mi mamá hacía de comer en el club para casamientos), escucho esa canción y me paro a escucharla porque me produce una piel de gallina y una emoción muy grande. Pasaron cinco años, y cuando me vine a Buenos Aires, caminando por la Avenida Rivadavia escucho la misma canción. Paro a comprarla y le digo al tipo de la disquería “véndame esa canción”, y él me vende un simple de esos de pasta.  Voy y lo pongo en el Wincofón que tenía en la pensión y lo escucho mil veces. Al día siguiente voy de nuevo a la disquería y digo al mismo señor “Dame más de esto, porque me encanta este grupo”. Él me dice: “No tengo más de ese grupo, pero tengo un longplay del autor de esa canción” y era Bob Dylan. Ahí lo escuché por primera vez; y en ese disco estaba la canción “Blowing in the wind” que me pasé todo el día escuchando. En ese momento el amigo que se viene a vivir conmigo, que es Horacio Fumero y tocaba el bajo, me dice: “en un rato viene Claudio Gabis a buscarme para tocar en la banda de él”. En un momento nos quedamos solos y me pregunta a qué me dedico; le digo que soy músico. Me pregunta qué escucho y le digo “Bob Dylan”. “Uh, ¡qué bueno! ¡Yo amo a Bob Dylan!” me dice. Le pregunto cómo hace para tocar la guitarra, la armónica y cantar, y me dice que usa un atril con armónica. Pregunto si eso se compra y me dice “mañana te traigo uno”. Me trajo un atril y una armónica que era en el tono de Blowing in the wind. Para cuando él se fue, yo ya estaba tocando arriba de la canción, sacando los tonos de Bob Dylan. Saqué el disco y empecé a componer una canción parecida que después terminó siendo Hombres de hierro. Quise ponerle una letra pensando en lo que había pasado en aquel momento en Mendoza con “el Mendozazo”, donde hubo una represión muy grande a maestras que se habían quejado por cómo cobraban. Así compuse mi primera canción y me puse tan feliz que fue como la tapa de una olla que saqué, y salían todas las ideas juntas. Fue todo un evento para mí.
Después de componer la primera, compuse la segunda, la tercera, la cuarta, quinta y sexta, pero la primera fue la más elemental y lo mejor que me pasó en mi vida.

La parte artística es muy importante porque es la que te emociona. La social es la que te aclara ciertas cosas. Hay artistas y compositores que producen estrictamente con sus canciones un evento social y no tienen arte, entonces queda como una cosa panfletaria.

A todos los que componen canciones se les complica así la cosa. No es fácil componer una canción; tenés que sentir un montón de cosas y tienen que correrte un montón de cosas por el cuerpo. Tenés que ver algo hermoso, inspirarte por algo. Te puede inspirar un perro en la calle, una mujer hermosa o una guerra; todo puede servir.  Yo no compongo canciones solamente sociales, tengo muchas que son de amor. Son canciones de amor que además son influenciadas por tipos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o {Joan Manuel} Serrat. No como otras canciones de amor a la que estamos acostumbrados a escuchar como en el caso de Julio Iglesias o Enrique Iglesias, que son canciones de amor pero son otro tipo de canciones. Ojo, no tiene más valor lo mío que lo otro, ni más valor lo de ellos que lo mío. Son diferentes. Es como una canción de amor pero pensando que el amor es muy importante en la vida: “El amor convierte en milagro el barro”, como dice Silvio Rodríguez.
El amor es algo muy importante y serio como para bastardearlo. Y no es tan fácil conseguirlo tampoco, porque hay gente que no se enamora nunca.

LM: Allá por 2010, cuando vino Paul McCartney  a la Argentina dijo: “Acá se toca un rock que es viejo, que nosotros lo hicimos hace muchos años, en los ’60, y no se aprovechan los ritmos locales” y el ambiente del rock acá se ofendió. ¿Crees que nuestro rock es un poco viejo, y que nos falta incorporar mejor los ritmos de acá, como la chacarera?

LG: Primero que Paul McCartney no puede estar al tanto del rock que se haga acá. Y segundo, también hay que dejar que el genio delire. Si es un genio Paul McCartney, que diga lo que quiera. Equivocado o no, es una visión de él y nada más. Además, otra cosa: el rock no es viejo, el rock  simplemente “es”. Lo que pasa es que hay un rock de diferentes épocas, y hay que saberlo entender. El primer rock que se hizo en aquella época despertó el mundo. Y una vez que el mundo se despertó, lo cagó al rock. ¡Se despertó tanto que lo hizo bolsa!

LM:¿ Y hoy a quiénes escuchás? ¿Escuchás a artistas actuales?

LG:
Escucho más que nada a los clásicos de mi edad. Escucho por ahí algún disco nuevo de Paul Simon o de los Rolling Stones, esos no me los pierdo. O el último que hizo Eric Clapton en homenaje a J.J. Cale, que es el padre musical de él y de Mark Knofler. J.J. Cale era un tipo muy personal, vivía de gira, vivía  en un micro con su familia. Se murió a los 74 años y Clapton y Knofler le hicieron un homenaje, ese disco es maravilloso. El disco del baterista de los Band, la banda que acompañó a Bob Dylan; o un disco nuevo de Dylan… Esos clásicos  sí los escucho, y muy de a poco se van yendo. El batero de los Band y J.J. Cale se murieron ya. Eric Clapton dice que no puede tocar más porque de la cantidad de drogas y alcohol que tomó le afectó la parte motriz. También tiene setenta y pico de años, y ahí decís “bueno flaco, descansá. Hiciste tantos discos hermosos, ¿qué me importa que hagas un disco más?”.


LM: Cuando vino David Gilmour en diciembre de 2015 uno de los comentarios que circulaban era sobre lo bien que se lo veía a su edad, presentando disco nuevo y tocando, como pasa con los Stones.  ¿Te gustaría verte como ellos a futuro? ¿Seguir con el mismo ritmo como si fuese el primer día?

LG: Sí, me encantaría. Vos pensá que tengo 65 años, el último disco lo saqué a los 62. Es muy probable que tenga 75 -y si dios quiere y no me muero antes por alguna enfermedad- quizás tenga 80 años y siga tocando. Atahualpa Yupanqui seguía tocando, y un día vendió una gira y se dió cuenta que se le trababa la mano. Entonces decidió que lo acompañe un guitarrista; que fue el hijo de Violeta Parra, hermano de Isabel Parra. Todo depende de si tenés ganas o más inspiración. Hace poco estuve en España y fui a ver a los The Who. Los Who pararon de tocar por 25 años. Y un día, ya de grandes, decidieron volver a salir a tocar ¡y la gastaron otra vez! Armaron una banda impresionante con tres tecladistas atrás, con el hijo de Ringo Starr como baterista. Y adelante estaba el hermano de Pete Townshend como guitarrista; el bajista que tocó con todo el mundo, el cantante que es Roger Daltrey, y Pete; ocho eran. Cuando contaban hasta tres y empezaba a sonar la banda se te volaba la peluca. O fijate lo que le paso a Cat Stevens. Él en la década del ’70 era tremendamente famoso. Tenía canciones impresionantes y unos discos increíbles, todo el mundo lo escuchaba. Y un día se rayó porque la compañía discográfica le insistía con que sacara discos y discos; se hizo musulmán, se cambió de nombre, se borró y se fue a vivir a la India y dejó la música. Se casó, tuvo hijos que crecieron, y a uno de sus hijos se le ocurrió ir a comprar una guitarra. Cat Stevens vio la guitarra en el living de su casa y preguntó “¿y esta guitarra de quién es?”, empezó a tocar, y dijo “voy a armar una banda para seguir tocando”… después de 25 años! Y el otro día lo vi en el Luna Park tocando, ¡era impresionante cómo cantaba!

El rock no es viejo, el rock  simplemente “es”. Lo que pasa es que hay un rock de diferentes épocas, y hay que saberlo entender. El primer rock que se hizo en aquella época despertó el mundo.

Digamos, no hay una matriz para todos por igual, porque cada uno es cada uno. Cada uno tiene y hace sus cosas con su energía, y hay gente que no necesita ni siquiera moverse de su silla para decir una palabra que es clave para mover… ”Tan sólo una voz, que de pequeño me enseñó a rezar, y una voz ahora puede guiar gente a luchar“, como dice el tema de Lito Nebbia. Lo importante es estar bien. Si yo ahora decidí parar, lo importante es que yo esté bien y concreto en decir “ok, paro y miro las cosas desde otro punto de vista”. Ahora, si vos parás, y te sentís depresivo y paranoico, con presión y qué se yo, andá a un psicólogo a ver qué te pasa, como voy a hacer yo ahora (risas).

LM: Me quedé pensando en el museo que estás armando…

LG: Ojo, museo es de muerto. Como todavía no me morí quiero que sea un “espacio” donde de pronto si vienen unos flacos de mi pueblo y deciden ver cuál es mi biblioteca y ven un libro de alguien que peleó en la Revolución Nicaragüense- como Cabezas por ejemplo- que lo saque, lo lea y lo devuelva. Si hay alguien de mi pueblo que tiene un equipo para escuchar un longplay, también puede hacerlo.  O por ejemplo, podría poner una pantalla grande y pasar películas de chicos a los alumnos de los colegios. Porque cuando yo era chiquito, había cine en mi pueblo y fue muy importante para mí; ahora no hay más cine. La gente dice “bueno, pero tenemos la televisión” pero no es lo mismo. No es lo mismo ver una película en el cine que en la televisión. No es lo mismo ni ahora, y eso que yo tengo una pantalla grande, tengo Netflix, y la posibilidad de comprar todas las películas. Y sin embargo me encanta ir a un shopping, a uno de esos cines hermosos y sentarme ahí con pochoclo y estremecerme con una película. Voy al cine todo tiempo, estoy al palo con el cine porque me encanta. Entonces, en ese espacio quisiera poner una pantalla, un equipo, y reproducirle a los pibes películas para ellos- pero buenas, no las pelotudeces que a veces pasan para los chicos ahora, que son tremendamente sangrientas y agresivas. Además quiero generar un espacio donde se pasen buenas películas, de esas que no se pasan en ningún lado, con ese grupo de 15 flacos y flacas que son de un pueblo y están esperando ver algo como la gente. También puede servir para que ensaye un grupo de rock, como el grupo que voy a armar ahora para hacer el final del video, que va a ser una banda de mi pueblo. En el video que te comenté, primero parto de chiquito, después lo de que vine a Buenos Aires, después que toqué con grandes artistas: conocí a Roger Waters, toque con U2 y Peter Gabriel; y termino tocando con un grupo de Cañada Rosquín. Esa sería la idea. Que sea un espacio que si un grupo de chicos lo necesita para estudiar teatro, ¡úsenlo! Que sea un museo, ¡pero activo! No esa cosa de muerto….

Quiero que sea un “espacio” donde unos flacos de mi pueblo vean un libro, que lo saque, lo lea y lo devuelva. Que sea un espacio que si un grupo de chicos lo necesita para estudiar teatro, ¡úsenlo! Que sea un museo, ¡pero activo! No esa cosa de muerto…


LM: Uno por ahí piensa en Víctor Heredia y en Taki Ongoy como su legado. ¿Lo pensás a este espacio de esa manera? ¿Como tu legado para el futuro,  para algún momento en que tal vez decidas no tocar más?

LG: Nos transformamos en eso que los americanos y los ingleses dicen, un “Local Hero”. Nosotros no sabíamos que todavía iba a ser interesante que un pibe de tu edad revise la historia de Los Gatos o la historia de mi primer disco. Cuando hablo en los reportajes de mi primer disco y digo que fue producido por Gustavo Santaolalla, y que a su vez fue su primer producción, muchos pibes quieren escuchar e investigar ese disco porque Gustavo lleva ganados 25 Grammys, 2 Premios Oscars consecutivos, y León Gieco pasó a ser un Local Hero de la zona. Entonces dicen “¿a ver esa combinación?”, y estudiando, y escuchando ese disco para ver qué se hizo en ese momento.
¿Y sabes qué descubrió un pibe que le escribió por Internet? Fue increíble, dijo: “El slide que Santaolalla hace es parecido al slide que hace en la película de los dos cowboys gays. ¿Lo estará haciendo con el mismo aparato?”. Gustavo se enteró de ese comentario y le respondió: “No, es el mismo sonido pero en el año ’70 hice el slide con un vaso de vidrio sobre una cuerda. En cambio ahora tengo la suerte de que exista el slide que te lo pones en el dedo”. Pero mirá qué historia, mirá un pibe hasta donde llega… Y que uno sea atemporal además. Que yo hoy vaya a tocar a algún lugar y me pidan que cante Hombres de hierro es porque mis canciones, al igual que las de Charly, Lito Nebbia o {Andrés} Calamaro o las de todo el rock argentino, se convirtieron en canciones atemporales. Y ahora una de las grandes cosas que me han pasado con mis canciones fue que no solo se traducen a un montón de idiomas (o lo que pasa con el tema La memoria y el homenaje de los músicos a las víctimas de la AMIA) sino que ¡las eligen las maestras para cantarlas con los chicos en los colegios! Por otra parte, la película Mundo Alas la están pasando en todos los pueblos a los que la llevé para reproducirla. Hice una cantidad de mil y pico de películas que están varadas en el Ministerio de Educación en este momento. Pero como yo no tengo relación con este gobierno ni quiero llamar para decir “che, regálenlas”. Yo las hice con el gobierno anterior y justo cuando las terminaron – por supuesto que pensaron que iba a ganar Scioli, y no fue así. Estuvo cerca de ganar, pero la política argentina es como un partido de fútbol. Cuando ganaste por un punto, ganaste los tres puntos, y los que perdieron son perdedores. Porque el filósofo {Ricardo} Forster dijo que “es la primera vez que se pierde una elección con dos puntos nada más”, pero no se ve. Ese 48% no se ve en la política. Vino un gobierno con un presidente que borró todo de un plumazo, reventó las cosas que había hecho bien el gobierno pasado, las disolvió e incentivó las cosas malas. O sea, no le veo la solución… y no quiero seguir hablando de política (risas).

LM: Igual te sale el tema solo…

LG: “¡Estoy verdeee, no me dejan salir!”. Lo que pasa es que con la política hay una cosa saturada. Yo prefiero saltear esa cosa saturada y decir cosas como que si Pedro Almodóvar, Gabriel García Márquez y Federico Fellini estuvieran acá en Argentina serían 3 mendigos, sé que estos artistas acá serían unos mendigos. No habrían podido hacer ni una película.  En vez de meterme en hacer los análisis concretos de todo lo que pasa políticamente, me siento decepcionado por este gobierno y algunas cosas del gobierno pasado. Pero quiero pasar de esa línea y quizás componer unas canciones más punk. Por ejemplo, una de las últimas canciones que compusimos con “Guro” {Luis Gurevich}, es una canción muy hermosa sobre la ecología, que es un problema mundial. Después tengo una que se llama “Alimentación.com” que está hecha como un rap, con todas las cosas que tienen los productos con los que están hechas hasta las galletitas. Y tiene un estribillo que dice “Grasas saturadas! Grasas polisaturadas! Grasas totales!”.

LM: ¿Cuáles son tus planes a futuro, además del espacio activo que estás armando?

LG: Voy a ser embajador de UNICEF; estoy con esto del video y mi espacio; y además tengo que hacer 4 capítulos más de Mundo Alas con un chico down de Córdoba que hace una poesía impresionante; con un grupo de Santiago del Estero que bailan folclore, y con una chiquita que está en una silla de ruedas y bailan tango con su parejita. Y un chico que se llama José André que es de Cochabamba, que es un enviado de Dios, porque tiene 8 años, es ciego y no puede caminar, y toca el jazz con el piano de una forma alucinante, con quien además quiero grabar un disco, junto a Malosetti, Luis Salinas, y algunos más. Y estoy también despejándome para componer nuevas canciones, y creo que para dentro de un año y medio quiero armar una banda y salir a tocar una vez por año, unos 20 o 30 shows. Lo que pasa es que ando por la calle y la gente me pregunta qué me pasa, ¡hasta mi manager me pregunta qué me pasa que no estoy tocando!

En vez de meterme en hacer los análisis concretos de todo lo que pasa políticamente, me siento decepcionado por este gobierno y algunas cosas del gobierno pasado. Quiero pasar de esa línea y quizás componer unas canciones más punk.


LM: Pienso en “El café de los Maestros”, que para Santaolalla era prácticamente un trabajo pendiente. ¿Tenés algo pendiente todavía para hacer, como si fuese un deber?

LG: Es que esas cosas salen, eso sí que no se puede pensar…y es mejor que salgan. A mí me salió De Ushuaia a la Quiaca, porque me salió. El evento de De Ushuaia a la Quiaca se produjo porque yo estaba tomando alcohol y consumiendo algunas drogas -que le aconsejo a todo el mundo que no lo hagan, porque no tiene creatividad la droga, aunque creas que sí. Entonces, como no me salían las canciones, estuve girando por Argentina en el año ’81 y ’82, en esos años conocí algunos grandes músicos como Sixto Palavecino.  Fue ahí cuando pensé en hacer un disco con toda esta gente y cantando canciones de ellos. El director de la compañía escuchó la idea y me dijo que yo era un drogadicto alcohólico, que estaba loco y que no le interesaba que yo cantara todo eso, sino que cantara mis canciones. Y me dijo: “Te voy a traer a alguien para enderezarte”. Cuando le pregunto a quién, me dice que a Gustavo Santaolalla (¡Perfecto! pensé…). Vino Gustavo y me dice “¡No! Esto no tenes que grabarlo acá, tenemos que ir a grabarlo al lugar de ellos!” y ahí hicimos De Ushuaia a la Quiaca. Mundo Alas fue exactamente lo mismo… Fue una cosa que salió. Se dió, la vi pasar y la tomé y se hizo una cosa increíble, y bueno, son esas cosas que quedan en la historia. Que por más que practiques mentalmente crear ese tipo de eventos, te juro que no salen. Te tiene que pasar algo groso y de una sensibilidad muy grande, como me pasó cuando salió Mundo AlasSi en mi carrera vos decís que cada disco es un escalón que lleva dos años componer y grabar; tengo alrededor de 45 escalones… De Ushuaia a la Quiaca y Mundo Alas son como tres escalones juntos…

Nahuel Difalco

Nahuel Difalco

Colaborador

(Baradero, 1987) Nahuel Difalco es periodista y profesor de literatura.Trabajó en radio, magazines y como profesor. Actualmente reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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